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De psicoanálisis y neurociencia

Semana
12 de noviembre de 2011

 

Tres amigas fueron a almorzar en un buen restaurante. La conversación fue tan interesante, como animada. Y en un momento dado, decidieron que se vestirían de negro para sus parejas, con corsé de cuero, medias hasta los muslos y botas altas, claro está, con esmalte y colorete rojo fuego. Una semana más tarde volvieron a encontrarse en el mismo lugar, de nuevo para almorzar, y para intercambiar sus conclusiones.

 

Primero intervino la amante, dijo orgullosa: 

 

-Cuándo me vio, me agarró y me tomó ahí mismo, en la entrada, casi ni me dejó cerrar la puerta. Esa noche lo hicimos cinco veces, parecía un loco desaforado.

 

Después habló la soltera:

 

-A mi novio se le salieron los ojos, no podía creerlo. ¿¡Fue tan divino, tan basto, pero tan rico!? Lo hicimos una sola vez. Y luego nos quedamos dormidos hasta el otro día.

 

Por último, contó la casada, más desconcertada que sorprendida:

 

-Mi marido, en cambio, veía un partido de fútbol por televisión, y cuando me vio pasar me dijo: "¿oye, Batman, ya está lista la comida?".

 

Mientras tomaba una taza de café, le narré este chiste a un amigo, un hombre reconocido por su aversión al vivir doméstico. Se rió a carcajada batiente. Se puso rojo, no podía parar, tuvo que sostenerse la barriga. 

 

Y he aquí un ejemplo del funcionamiento normal de la unidad psicosomática: mi amigo solterón se identificó con el chiste, eso le produjo una descarga emocional sorpresiva y placentera, acompañada de manifestaciones físicas evidentes.

 

La risa es un evento psicológico que desencadena cambios físicos. Pero al contrario también funciona la unidad mente cuerpo: un suceso físico origina sucesos mentales, verbigracia, la angustia, la irritabilidad y la tristeza que acompañan al insomnio. Es más, de la misma manera en que existen manifestaciones psicosomáticas normales, también las hay anormales, causando enfermedades, como en el caso de la psoriasis y el síndrome de intestino irritable, que se exaltan con la angustia. ?Así que puede decirse que la unidad psicosomática es una mecanismo de comunicación y de relación con el mundo. 

 

Y desde el siglo XIX se ha trabajado para localizar las funciones cerebrales. Se conocen muchos aspectos del asunto, como los centros de la visión, la audición, el tacto, el gusto, el olfato, el movimiento, el lugar que rige el habla y la integración de las palabras con las ideas y los conceptos, también se sabe a dónde se ubica, en parte al menos, la capacidad de pensar estratégicamente, de reflexionar y de aplazar gratificaciones, así como las zonas vinculadas a ciertas emociones, en especial el pánico y la angustia, al igual que el lugar a donde se encuentran las memorias, tanto de las que pueden narrarse en forma de sucesos autobiográficos, como de las que abarcan sensaciones y emociones, lo inefable de las experiencias, los aspectos automáticos del funcionamiento de la personalidad, incluso de los gestos. Hasta el punto que Alexander Luria, pionero de la neuropsicología, desarrolló una técnica que permite estudiar y diagnosticar enfermedades neurológicas a través de sus manifestaciones psicológicas. Y, de manera análoga, en el mundo psicoanalítico, Mark Solms, un analista sudafricano, acuñó el término ‘neuropsicoanálisis’ para el estudio y tratamiento de pacientes con alteraciones cerebrales conocidas, originando la International Neuropsychoanalysis Society, dedicada a construir puentes entre el psicoanálisis, la neurociencia, la psiquiatría y la psicología, no a distanciar y a aislar estas disciplinas como solía hacerse en la década de 1950.

 

De modo que las funciones mentales abarcan áreas cerebrales extensas mediante redes de células nerviosas que representan los objetos. En el caso de mi amigo, quien rió tanto al principio de este blog, el que tomaba una taza de café mientras le conté ese chiste magnífico, construyó una red neuronal que representa esa anécdota, por eso, para él es posible recordarla y narrarla. Pero la taza de café no está ubicada en un solo lugar de su cerebro, es una red de neuronas que conecta regiones especializadas en percibir diferentes aspectos del evento: unas se estimulan con ésteres que le dan el sabor y el aroma característicos de la infusión, otras, con el azúcar que le da el sabor dulce, otras zona se activan con el color, la temperatura, la textura de bebida, algunas más, con la forma de la taza, y demás características de ella, incluso otras se activaron con innumerables recuerdos de las incontables tazas de café que mi amigo tomó en el pasado, en muchísimas circunstancias, hasta que ahora, esta, estuvo amenizada hoy por ese chiste buenísimo.

 

Así se construyen las representaciones de todos los objetos del universo, incluso las relaciones amorosas, la amistad, la relación con los padres, en fin, todo, todo es percepción. Resulta que el tejido nervioso es dúctil y constantemente se transforma según los estímulos que recibe, un rasgo que se conoce con el nombre de 'neuroplasticidad', y que aclara cómo los genes estructuran y regulan su funcionamiento básico, pero de su expresión depende la experiencia individual, de modo que esta propiedad explica la diversidad humana, no hay dos acontecimientos iguales, todo depende del punto de vista del observador, como en el caso de las tres amigas vestidas de negro en el chiste inolvidable del principio.

 

Y también la neuroplasticidad explica la acción terapéutica del tratamiento psicoanalítico. Lo estable y predecible de la relación analítica genera un ambiente que favorece la expresión libre y espontánea de recuerdos, sentimientos, reflexiones, anécdotas, deseos, sueños, anhelos, en fin, todas las ocurrencias son bienvenidas a la sesión, con la finalidad de estudiarlos, y editarlos, podría decirse. El proceso psicoanalítico modifica las formas automáticas, inconscientes, de funcionamiento de la personalidad que llevan a repetir circunstancias que maltratan y hacen sufrir. Por así decirlo, el psicoanálisis es una experiencia en que se desaprende, se reeducan funcionamientos que causan problemas. Y como cualquier otro aprendizaje, toma tiempo y conlleva cierto grado de repetición, mientras la neuroplasticidad transforma redes neuronales organizadas hace años.

 

De manera que este enfoque sobre la unidad mente cuerpo está de acuerdo con la premisa básica de la física actual: el universo está hecho de una sola sustancia, el asunto está en descubrir las leyes que la rigen. Una postura que se contrapone a la idea de Descartes, por ejemplo, quien planteó que había objetos de dos clases, por una parte, estaban los concretos, finitos, tangibles, y por otra, los espirituales, extensos, inefables, intangibles. Así que aceptar que la mente es un evento fisiológico está en línea con la ciencia actual, aun cuando hasta ahora la neurociencia ha sido incapaz de explicar lo insondable de la experiencia, no ha creado un modelo teórico que abarque todas las mentes concebibles ni ha resuelto el problema de la causalidad psíquica, pues la mente es anómala, es decir, tiene aspectos espontáneos y al azar que no se han logrado explicar mediante una ley universal, como la gravedad, por ejemplo.

 

Sin embargo, por ahora, son las mejores herramientas disponibles para explicar la conducta, de modo que se requiere un enfoque multidisciplinario. Y, en este caso particular, el psicoanálisis se enriquece con las explicaciones de la neurociencia, mientras la neurociencia gana un lenguaje nuevo para describir sucesos que antes le eran ajenos. Y algún escéptico podría decir:

 

-¿Todo suena muy bien, pero qué gana un psicoanalista en una sesión si sabe sobre neurociencia, verbigracia, a la hora de interpretar un sueño?

 

Le respondería:

?

-Lo mismo que un médico que conoce la ley de Laplace mientras trata la hipertensión arterial de un paciente en particular: no la ve, no la percibe, pero sí amplia su comprensión del asunto, y eso, a la larga beneficia a todos los hipertensos.?