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El chisme

Semana
30 de agosto de 2009


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Me pregunto por qué es tan interesante la intimidad de otros adultos, en especial sus vidas sexuales. Hace unas semanas Colombia debatió con amplitud los amores del actor Robinson Díaz y su colega, la joven actriz Sara Corrales, de quien la opinión pública ya conocía en detalle su exuberante juventud de piel bronceada, pelo salvaje, ojos de llamarada, boca entreabierta y ropas ligerísimas. En todo caso, para los propósitos de estas reflexiones, es suficiente informar que toda la nación lo supo de una u otra manera, incluso su esposa, la periodista Adriana Arango. Pero por qué es tan llamativo para gente ajena al problema que estos personajes fornicaran, cuando la infidelidad es tan común como el arroz, papa y carne.

Además la fruición por el chisme no es solo colombiana. Se me ocurre la notoriedad que alcanzan las noches locas, y de copas, de Paris Hilton, o la inquietud que desperta la predilección razonable de Hugh Grant por la grata compañía y el sexo predecible con las meretrices. En todo caso, el encanto del cotilleo es tan universal que forma un amplio mercado para numerosas publicaciones de la industria de los tristemente célebres paparazzi y de los canales de televisión que difunden la vida privada de las celebridades del mundo del espectáculo.

Como si fuera poco, la fascinación por la habladuría no es nueva. Hace casi doscientos años el gran Rossini (1792-1868) estrenó su famosa ópera “El Barbero de Sevilla”. Una obra especial por su música entretenidísima, así como el humor, y a diferencia de la mayoría de las piezas de ése género, no es trágica, no hay difunto al final. En ella tan solo intentan aniquilar al indeseable pretendiente de Rosina mediante “La Calumnia”, www.youtube.com/watch?v=cPsxeH6rWic. Un aria hermosa donde el profesor de música, don Basilio, convence a don Bártolo sobre la utilidad de este recurso temporal, que empieza en voz baja como una sutil ventisca, ya que el misterio de su eficacia está en saber sembrarla, en iniciarla diestramente, para que al pasar de boca en boca crezca y progrese hasta transformarse en un ventarrón que al final aniquila al mezquino calumniado, con la certeza del golpe de un cañonazo.

Entonces queda claro que el deleite de la murmuración es universal. Como puede leerse en la edición especial de la revista de Scientific American, sobre el cerebro y la mente, que apareció en noviembre del 2008, de estos hallazgos surge la idea que comparten antropólogos, sociólogos, neurofisiólogos, biólogos, de que el innegable encanto de conocer las vidas privadas de los demás se debe a la organización cerebral, lograda a partir de la evolución guiada por la mano azarosa de la selección natural. La ventaja del chisme estuvo en que promovió la organización social al transmitir información sobre conductas indeseables, pues el réprobo se volvía ejemplo de lo que no debía hacerse, entonces desalentaba conductas individualista, contrarias al altruismos, y el ostracismo era un castigo temible. Se convirtió en una manera de difundir normas tácitas de la cultura, sus valores, una ética particular, después de todo, el ser humano habitaba en apacibles comunidades pequeñas, y era indispensable saber las conductas de los demás para predecir quién no era confiable. Datos útiles para organizarse mejor y sobrevivir.

Pero la habladuría no era cualquier relato. Se relacionaba con personas especiales, de cierto prestigio, tales como competidores, parejas, parientes, socios comerciales, poderosos con influencia sobre la vida de los demás; y se consideraban de mayor interés cuando trataban sobre rivales de la misma edad y sexo, mientras en el género opuesto cobraban importancia si tenían potencial erótico. Se trataba de información que afectaba la posición social relativa del narrador, pues al conocer la enciclopedia de malignidades y divertidas miserias de los adversarios aumentaban sus probabilidades de procrear. En cambio las buenas noticias no eran tan espectaculares, así fueran sobre los aliados. En últimas, se trató de un mecanismo democrático, pues promovió la igualdad al desmitificar personajes.

Además esta inteligencia social llevó a que quienes estaban más interesados en la vida del prójimo se reprodujeran con más éxito, y sus genes llegaron hasta nosotros. Sin embargo, con el progreso esta destreza ya no tiene tanta utilidad, ahora se requieren herramientas estadísticas para describir poblaciones. Pero aún así, el poder de lo particular perdura, incluso en medio de nuestra sociedad fundamentalmente gregaria los chismes todavía unen, después de todo, solo se comparten con alguien de mucha confianza.

Así, la familiaridad que dan los medios de comunicación con las celebridades podría explicar en parte por qué Sara Corrales, Robinson Díaz, Paris Hilton, Hugh Grant son protagonistas de tantas historias. Y, siguiendo la teoría de la evolución del chisme, dejaron claro ante el mundo entero que el fornicio es problemático, mal visto, y en todo caso no es baladí, tiene hondas consecuencias, generalmente impredecibles, hasta el punto de que el escándalo promovió sus profesiones. De todas maneras, el mensaje en pro del reposado vivir doméstico fue claro, sin ser perfecto, después de todo el modelo monogámico, en especial el matrimonio, siempre está a prueba y tiene una fuerte tendencia a no superarlas. Por otra parte, el escándalo sí paga, a Sara se le abrieron posibilidades laborales en Miami, se dice que con Robinson, así mismo crece el interés por las intimidades de Paris Hilton y Hugh Grant, incluso en “El Barbero de Sevilla” la calumnia no trascendió, pues triunfó el amor del conde de Almaviva por la bella y virginal Rosina.

Así que parecería que el chisme hace parte de la tendencia voyerista del ser humano, y como cualquier otro impulso instintivo, es perentorio, siempre se gratificará, como la urgencia de respirar, al descubrir detalles sexuales, violentos, perversos y adicciones de los demás. La fascinación con descubrir los sucesos íntimos proviene del complejo de edipo, donde uno de sus aspectos determinantes son las fantasías que hacen los niños sobre la intimidad de sus padres, lo que imaginan sucede a puerta cerrada en su alcoba, y para develar el secreto se despiertan a mirar, a irrumpir en la privacidad del recinto. Sus fantasías a este respecto pueden ser intensamente eróticas, pero también violentas, y, en el adulto, la lujuria por  violar la privacidad de los otros es un vestigio de esta lógica infantil. Por otra parte, podría pensarse que la envidia que despierta el éxito motiva el deleite del chisme, después de todo, siempre hay quienes se solazan con las desgracias ajenas, así como también es posible identificarse con esas conductas y realizarlas de manera vicariante a través de otros.

Así que en resumen, el chisme es un asunto muy serio y complejo, un objeto de investigación respetable.