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El terremoto y el tsunami del Japón

Semana
12 de abril de 2011

Claramente la expresión “tierra firme” es una metáfora, una ilusión óptica, una hipérbole, una exageración. La Tierra es un planeta activo, no una roca inerte, como la Luna, por ejemplo. Las placas tectónicas que conforman la corteza terrestre están en movimiento constante, se fracturan, y hay erupciones volcánicas que también aportan a su actividad habitual. Esta es la causa de millones de temblores cada año, es decir, miles en un día, que en su mayoría son de intensidades bajísimas, así que generalmente son imperceptibles, y por supuesto, ilocalizables.

 

Así que la probabilidad de que tiemble a diario es del ciento por ciento. Y como estos eventos tienden a ser levísimos, la vida es posible sobre este planeta relativamente pacífico. Además estos fenómenos suelen suceder lejos de las ciudades, entonces por lo común nadie los experimenta, solo los perciben instrumentos sismográficos sofisticadísimos, no hay observadores que los padezca, apenas agitan ligeramente las ventanas y a veces desplazan objetos pequeños. Para expresarlo matemáticamente se trata de sucesos con distribución normal: los terremotos poderosos son esporádicos, mientras los leves, comunes; además ninguna zona del mundo está exenta de ellos, pero predominan alrededor de la costa del Océano Pacífico, el noventa por ciento de ellos suceden allí, característica que se explica por la geología de la región, en especial porque en esa área hay unos cuatrocientos cincuenta volcanes activos, por eso se conoce como el Anillo de Fuego.

 

Y el último terremoto en el Japón se salió de lo normal. Alcanzó una intensidad extrema, ocho punto nueve, seguido de más de trescientas réplicas, algunas con poder que superó el nivel seis, y hasta el siete. Este sismo enorme, es decir, posible aun cuando improbable, fue unas cien veces más poderoso que el que arrasó a Kobe en 1995. Hasta el punto que el temblor se sintió en el centro de la China, desplazó dos punto cuatro metros la isla principal del Japón y diez centímetros el eje de la Tierra. De hecho, fue el quinto más fuerte en la historia sismológica registrada, a donde el más intenso fue de nueve punto cinco, se presentó en Chile en 1960. Hasta aquí la descripción estadística, análisis que narra el pasado, diferente de predecirlos y anticiparlos y prevenirlos.

 

En suma, los sismos son energía que liberan las placas de la corteza terrestre. Energía que viaja deformando la corteza como consecuencia de su elasticidad, y su intensidad disminuye en la medida en que las fuerzas se disipan en función de la distancia, es decir al alejarse del origen del terremoto, del hipocentro, el lugar a donde se desencadenan por debajo de la tierra, de donde emanan las fuerzas en toda dirección en forma de esfera que luego se difunden sobre la superficie a partir del epicentro,  o sea de la ubicación geográfica desde donde se propaga el temblor con movimientos de contracción y expansión.

 

En el caso del terremoto del Japón, el epicentro se situó cerca a la costa, a unos ciento treinta kilómetros de Sendai. Lo cual hizo más compleja la situación, porque la liberación de energía sucedió debajo del océano movilizando un volumen enorme de agua, un tsunami -vocablo japonés que significa la ola del puerto; y se dice que Tucídides fue el primero en vincular los terremotos submarinos con los tsunamis-, en todo caso, también son sucesos comunes en el Japón, ciento noventa y cinco se han registrado. De todas maneras, cuando el tsunami está en mar abierto forma series de olas que viajan a gran velocidad, que en este caso alcanzaron quinientos kilómetros por hora, y al llegar a las costas, cuando el mar se hace menos profundo, desaceleran y crecen, hasta el punto que en Sendai se alcanzaron a ver olas de diez metros de altura, y por otro lado, recorrió el Océano Pacífico, afectando toda la región hasta las costas de América, incluyendo a Colombia, aun cuando con menor intensidad ya que su energía se disipó durante la travesía.

 

Lo que sucede es que el Japón está situado cerca a la zona a donde entran en contacto la placa tectónica del Pacífico con la de Eurasia. Por eso ese país está tan familiarizado con terremotos y tsunamis. Así que los ciudadanos han aprendido a manejar la situación con solvencia, ni siquiera hay vandalismo, y la gente es disciplinada, hasta el punto que en general no entra en pánico, aún así, por ahora se han encontrado por lo menos unos tres mil trescientos muertos. Además ese país próspero está dotado de construcciones diseñadas para tolerar grandes presiones geológicas, así que alrededor del diez por ciento de sus edificaciones se derrumbaron. Sin embargo la destrucción ha sido grande, además se presentaron múltiples incendios, algunos enormes en refinerías petroleras, así como interrupciones en las líneas telefónicas de tierra y de celular, al igual que de la electricidad y del agua potable. Por otro lado, plantas nucleares cercanas a Sendai están en riesgo de contaminar la región con material radioactivo, de hecho, en la zona aumentó la concentración de cesio en la atmósfera y ya se han encontrado casos de exposiciones a radioactividad.

 

Esta situación conmovió al mundo entero, y movilizó la solidaridad de todos, en especial de los Estados Unidos, así que en la actualidad se trabaja por rescatar sobrevivientes, alimentar a la población y darle servicios médicos. Pero también la posibilidad de un desastre nuclear ha generado zozobra entre los inversionistas, además ha despertado en la opinión pública un sentimiento antinuclear y protestas airadas de grupos ambientalistas, de tal manera este evento también afectó la economía mundial: el índice Nikkei de la bolsa de valores japonesa disminuyó casi en un once por ciento, miedo financiero que se extendió a los mercados de valores europeos, en especial en Alemania. Por otro lado, también se presentó una caída en el precio del oro, al igual que en el del petróleo, pues el Japón es el tercer consumidor mundial. Este es el desastre natural más caro de la historia.

 

En todo caso, este terremoto hace reflexionar sobre el poder de la naturaleza, y cómo el hombre está a merced de sus fuerzas, sin motivo ni propósito, sin plan maestro, mucho menos sin un designio divino. Sin embargo, el ser humano aprende a partir de la experiencia con los fenómenos naturales, invierte cantidades enormes en construcciones antisísmicas, una lección trágica y dolorosa, en especial si se compara, por ejemplo, con el terremoto de 2010 en Haití, que con una intensidad de siete dejó más de trescientos mil muertos, mientras destruyó prácticamente todo.

 

Por último, una anotación final: me pregunto qué pensarán quienes conjeturan que el hombre cuida la naturaleza, que la protege y que el porvenir está en las manos de nuestra especie. Estos eventos, por el contrario, hacen pensar que es la naturaleza la que permite que el hombre exista y que el destino está en sus manos. Así que los acontecimientos del Japón también enseñan humildad.