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Elogio del pesimismo

Semana
29 de julio de 2009


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Pesimismo es la tendencia a considerar el lado desfavorable. Se trata de un sistema lógico, y hasta filosófico, que exalta la mayor imperfección posible en el universo. En todo caso, es un hábito de pensamiento que pretende anticipar todo desenlace negativo. Y que según me hizo reflexionar mi hermano, un célebre anestesiólogo quien trabaja en la ciudad costera de Swansea en Gales, se trata de otro rasgo cerebral forjado por la selección natural, puesto que considerar así el mundo aumentó la probabilidad de sobrevivir, pues llevaba a los cultores de este raciocinio a obrar con cautela, a afrontar la adversidad estratégicamente; mientras los optimistas, confiados morían con mayor frecuencia ante los depredadores y los caprichos de la naturaleza.

Así que el pesimismo tiene ventajas, y es útil. En tiempos más recientes se me ocurre el ejemplo de Hernán Cortés (1485-1547). El conquistador del imperio azteca, hijo de un hidalgo extremeño, y primo de Francisco Pizarro (1476-1541), quien a su vez dirigió la dominación de los incas. Cortés zarpó desde Cuba en once barcos que luego llegaron a Cozumel, y posteriormente a la península de Yucatán, donde en medio de conflictos con los aborígenes que habitaban en la región y con sus hombres, quienes se amotinaron, decidió inutilizar sus naves mediante una combinación de técnicas llamadas barrenado, es decir encallarlos y perforar sus cascos, sin embargo para los fines románticos de la historia, este episodio se transformó en que los quemó, originando esa expresión que pasó a la posteridad como una metáfora que significa tomar una decisión dispuesto a asumir sus consecuencias impredecibles ante la incertidumbre que las fuerzas del destino implican. Y a Cortés le funcionó el pesimismo: mediante su despliegue de poder y bizarría controló la disidencia entre sus huestes, quienes se aconductaron bajo su mando y marcharon disciplinados por el territorio mejicano sometiendo pueblos y al imperador Moctezuma II, hasta que finalmente llegaron a la península de Baja California.

Entonces se trata de una medida para controlar el futuro prediciéndolo basándose en percepciones e interpretaciones para valorar el riesgo potencial. Así, el pasado, la experiencia, la historia, son elementos cruciales para optar por una u otra alternativa. Además, es el área más propicia para la ciencia, al ofrecer herramientas de reflexión controlando la subjetividad con la intención de anticipar desenlaces. Incluso existen modelos matemáticos para tomar decisiones con base en algoritmos. Sin embargo, ninguno es perfecto. Los acontecimientos inciertos siguen su propio rumbo, sin intensiones de que los hombres los adivinen. Como en el caso de la meteorología y la vulcanología, disciplinas fuertemente rigurosas y llenas de tecnología e incertidumbre. O en el campo social, quién podría prever que un ataque terrorista dirigido por Osama Bin Laden el 11 de septiembre de 2001 destruyera las Torres Gemelas en Nueva York y parte del Pentágono en Washington DC, con hondas y largas implicaciones. Así que basarse en el pasado, en lo conocido, para pronosticar, funciona en gran medida con la suposición de que las circunstancias se presentan en repeticiones que las haces predecibles, como lo expresa el Eclesiastés (1.9): “¿Qué es lo que fue? Lo mismo será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará, pues nada hay nuevo debajo el sol”.

Pero en el vivir corriente, la mayoría de las veces se elige intuitivamente, con sentido común, y  en ocasiones funcionan bien las cosas. Este argumento me consuela para el caso del libro que estoy próximo a publicar: se titulará "Los hombres también pueden amar", y se trata de una colección de diez y ocho cuentos esperanzados para adultos, sobre distintas maneras de estar juntos en pareja y a largo plazo. Solo sé que Pura Vida, este blog, cuenta con lectores que lo disfrutan, pero ese volumen es mi primera incursión literaria, así que la zozobra es completa. No tengo antecedentes con qué predecir el futuro, así que la ansiedad es grande unas pocas semanas antes de su lanzamiento. Sin embargo, tampoco es motivo para abortar el proyecto, es decir el pesimismo no es un argumento suficiente para dejar de realizarlo, es tan solo una reflexión que me prepara para un final inesperado que me exige la necesidad de planear una alternativa en caso de que triunfe la fatalidad.

Así que descubrir y tolerar que el mundo con sus pobladores en nada se parecen a lo que imaginamos, es un logro del desarrollo psicológico. Y a mi manera de ver las cosas, probablemente sea uno de los hallazgos más interesantes que la experiencia aporta, puesto  que a diario revela cómo la realidad siempre será más rica que la fantasía.