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En Colombia no hay delincuentes

Semana
25 de mayo de 2007

¿A quién puede extrañarle que desde la presidencia de la republica se esté buscando que los 13 congresistas detenidos por paramilitarismo -todos aliados del gobierno- sean excarcelados?

¿A quién le sorprendería que una vez encarcelen a los firmantes del Pacto de Ralito, que aún no han sido detenidos, igualmente se busque con mucha prontitud su excarcelación?

¿Sería una sorpresa que los cabecillas del paramilitarismo sean excarcelados una vez confiesen “toda la verdad”?

Por supuesto a nadie sorprende ya el cinismo del señor presidente Álvaro Uribe quien pretende perdonar a todo “paraco” que diga “la verdad” sobre los vínculos que tuvieron con las milicias ilegales, porque en Colombia ya no es una sorpresa que los delitos se califiquen según el poderío económico y político de los delincuentes.

No es que considere que a una mujer que deambula por la vía publica, cualquier hombre que pasa pueda cogerle el culo y no tener sanción por ello, pero si esto es un delito entonces cómo puede llamarse al asesinato, el secuestro, el abigeato, la extorsión, la amenaza de muerte, el desplazamiento forzado o al narcotráfico.

No son comparables estos dos tipos de delito, así el daño emocional causado por una violencia física como la palpada de nalgas tenga como efecto un daño emocional, éste nunca será comparable al que sufren los hijos cuyos padres son asesinados, las familias que pierden todas sus propiedades y se ven obligadas a abandonar sus tierras, historia y construir desde la pobreza absoluta una nueva vida en la que sus posibilidades no son en nada comparables a la calidad de vida que pudieran haber tenido antes.

Tampoco es comparable ese daño, al emocional, físico, económico y social que sufrimos quienes debimos abandonar el país, ya que como dice ACNUR, el éxodo en el que entramos a partir de ese momento supone la necesidad de recorrer un largo y penoso camino que va desde la salida de Colombia hasta alcanzar el derecho de asilo y todas las penurias emocionales y económicas que ello conlleva; aunque el proceso, posiblemente para muchos, no culminará realmente hasta que el sueño del retorno, la reagrupación y la reubicación no puedan convertirse en un hecho viable. Inmensamente más larga y penosa que la del tiempo que el político corrupto, asesino o cómplice tiene que esperar para quedar libre de toda “pena”.

Los desplazados por la violencia nunca lograremos resarcir plenamente nuestras vidas como tampoco que nuestros vulneradores sean castigados plenamente por sus delitos ya que pareciera ser que los muchos afectados en Colombia a causa del conflicto interno, no lo merecemos.

Nunca esperaremos que se les penalice a los paramilitares con cuatro años de cárcel como le sucedió al mensajero tocador de nalgas porque él es simplemente un “pobre mensajero” o más correctamente un “mensajero pobre”.

De todos es sabido que un presidente, al que muchos colombianos y extranjeros reconocemos como paramilitar, nunca pediría una pena equiparable al delito cometido por los “paracos” porque cuando se tiene el “cuello blanco” no se puede correr el riesgo de estar poniéndose la soga al cuello y mucho menos de ponérsela a quienes lo llevaron a la presidencia.

Tampoco deben sorprendernos esas confesiones en las que “toda la verdad” no es siquiera una verdad a medias, ya que como sabemos los directa e indirectamente afectados, tan solo se declara lo que se conoce porque lo que no se conoce nunca llegará a conocerse y menos aun porque para no tener que ampliar las confesiones la situación se resuelve asesinando a todo aquel que declare o intente hacerlo.

Es necesaria la verdad pero no a medias, es correcto el perdón pero no por ello no pagar ninguna pena, es conveniente que devuelvan las propiedades con las que se quedaron a si nunca devuelvan el tesoro mas preciado que es la vida.

Es conveniente otro tipo de política, otro presidente, pero ya el pueblo “eligió” y pareciera que tenemos que aguantarlo, lo que no se puede negar es que si queremos un país distinto, debemos nosotros mismos reconstruirlo y eso implica ser mas críticos no sólo con el gobierno sino en especial con nosotros mismos.
 
Póngale la firma
 
No lo dude, ponga su firma y solidarícese con las víctimas de la crisis humanitaria más grave en Colombia y una de las más olvidadas del mundo. Con su firma pida al Gobierno darle a los y las desplazados(as) victimas del conflicto interno, la prioridad que merecen, acompañando así la campaña de solidaridad en el marco del año de los desplazados, declarado por el Secretariado Nacional de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal de Colombia, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes).
 
El formato para las firmas puede encontrarlo en las parroquias y entregarse en oficinas de la ONU y la Defensoría del Pueblo.