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En memoria de Julio Morales

Semana
8 de febrero de 2011

 

    Hoy, 9 de febrero de 2011, se llevará a cabo el entierro de Julio Enrique Morales Quiñones, profesor de química entre 1971 y 2009 en el Colegio San Carlos de Bogotá, Colombia. Sin duda, una noticia triste para su familia, sus colegas, sus amigos y para nosotros, los que fuimos sus alumnos. Hecho tozudo y lamentable que sucedió justo ahora, cuando el fin de semana pasado el Colegio celebró cincuenta años de operación, y una de las actividades programadas para esa ocasión fue un reconocimiento a Julito por ser el docente láico más antíguo en la historia del San Carlos.

    Cuando supe de su muerte lo primero que pensé fue que era el hombre más poderoso que conocí. No era comandante de un ejército, tampoco presidente de una nación ni de una multinacional, jamás liberó a un pueblo; pero sí tenía el poder especial que le daba el amor por su trabajo, la pedagogía, que era su vocación aun cuando desagradecida hasta el punto que la llaman “el oficio imposible”. Y se le veía la devoción en todo su proceder: todavía lo recuerdo deambulando por ahí, por los corredores o por el laboratorio de química, a donde tenía el valor de encerrarse con grupos de adolescentes pirómanos, en ocasiones imprudentes y hasta aburridos con la vida, siempre vestido de corbata y bata blanca con su bigote pobladísimo riéndose con nosotros, y en ocasiones, de nosotros, diciendo frases enigmáticas con su voz acostumbrada a mandar y organizar muchachos díscolos que, como dice la psicología actual, no tenían la noción de los límites, y sobre todo, carecían de  todo interés por conocer las propiedades del número de Avogadro, por ejemplo, para quienes no lo recuerden, se trata del valor constante de la cantidad de átomos en una mol de cualquier elemento. Aun así, Morales logró transmitirnos conocimiento durante sus treinta y ocho años de ejercicio profesional, afectando hondamente las vidas de incontables muchachos, por eso digo que es el hombre más poderoso que conocí, sus enseñanzas dejaron huellas en muchos colombianos que hoy nos desempeñamos en innumerables áreas, en especial sobre su legado en lo relacionado con la dedicación al trabajo y en cuanto a su lealtad con la vocación personal, así en la vida corriente de la mayoría de nosotros jamás hayamos encontrado utilidad para la estequiometria, ¿la recuerda?, la expresión química del principio de que la materia no se crea ni se destruye, solo de transforma. Aquí me parece importante hacer una aclaración para que después no se diga que este es un blog hagiográfico: fue precisamente la estequiometria el tema central de mi habilitación de química en ese año, curso remedial típico del sentido del humor corrosivo de Morales, un episodio inolvidable que hasta mi papá todavía recuerda con cierta molestia. Y en todo caso, en el último año de colegio tomé bioquímica con Julio, esa era una materia electiva, al fin y al cabo, había decidido estudiar medicina así que me pareció razonable hacerlo en ese momento: además de aprender que la acción del licor se debía a un alcohol con dos carbones en su estructura molecular llamado etanol y que el bórax carecía de efecto afrodisíaco, a lo sumo era laxante, recibí abundante información que todavía hoy me es útil. Así que aun cuando el hermoso Principio de Incertidumbre de Heisenberg, aquel que describe la imposibilidad de saber la posición y la velocidad de una partícula subatómica, solamente me haya servido como un caso contrario para disuadir a los afectos de tratar de controlarlo todo y como un argumento indispensable a la hora de los combates conyugales, escribo estas palabras con afecto y desconcierto ante la muerte de este hombre ejemplar y admirable.

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