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EN UN MUNDO EMBELESADO POR LA SINVERGONZONERÍA, LA PROSTITUTA ES LA REINA

Semana
11 de mayo de 2012

Desde el 14 de noviembre de 1817, fecha en que vilmente fue fusilada por los tiranos españoles Policarpa Salavarrieta, alías “La Pola”, Colombia no había tenido el privilegio de ver surgir en su sagrado suelo de inconmensurable gloria, una nueva heroína que atrapara nuestros corazones con su enorme valor y arrojo, una fémina que se atrevió a levantarse en contra del dominio oprobioso de una potencia imperialista, que jamás se ha cansado de humillar a esta inmaculada tierra de gente “berraca” y “echada pa’ lante”, que siempre vive arrobada por la felicidad, sin saber por qué. Dania, nombre que de acuerdo a su origen hebreo y como una increíble paradoja del destino, significa “justicia divina”, es el nuevo símbolo de adoración de una sociedad que anhelaba casi con desesperación un salvavidas de esperanza en medio de su lodazal atávico de mediocridad.

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Dania Londoño Suárez, a la que de forma despectiva e inmisericorde muchos llaman “prostituta”, es en realidad una dama de compañía, o “escort de caché”, una trabajadora profesional que dignamente cobra con altivez, la prestación de sus servicios sexuales a ricos extranjeros que desean saciar sus depravados gustos con apetecibles latinas.

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Durante la aburrida y casi imperceptible para el selecto interés de la opinión pública nacional, Sexta Cumbre De Las Américas, celebrada en Cartagena el mes de abril pasado, una noticia rompió con desparpajo dicha monotonía mediática y llevó a la cúspide del orbe el nombre de nuestro país, gracias al “Levantamiento del Hotel Caribe”, como debería ser denominado de ahora en adelante por los anales de la historia colombiana ese momento culmen de emancipación excepcional.

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Cierto día, nuestra heroína en una noche de copas, una noche loca, conoció en un bar de alcurnia a un gringo chabacán que le pareció encantador y derrochador, el candidato perfecto de seducción para obtener un holgado botín de dólares. Después de llegar en taxi al hotel, Dania tuvo la entereza de no pedir por adelantado su “regalito” al calenturiento “gentleman”, en una muestra de confianza absoluta por el cliente, cualidad que demuestra la nobleza de su trabajo. Al amanecer del día siguiente, como el famoso y extraño caso del Dr. Jekill y el Señor Hyde, el cariñoso y amoroso gringo se transformó en una bestia salvaje, que de forma inclemente insultó a la princesa y se negó a darle la merecida paga de 800 dólares por los servicios prestados que habían acordado.

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Es en esos momentos decisivos de efervescencia y calor, cuando una persona enfrenta un desafío, y tiene dos opciones: o sale huyendo de la situación, conformándose con dejar así el asunto para evitarse problemas o por el contrario se enfrenta con firmeza al dragón de tres cabezas que quiere devorarla de tajo y sin importar las consecuencias, defiende sus derechos a pesar del poderoso enemigo que confronta.

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Es así como nuestra heroína, sin tener armas con qué defenderse más que su carácter bien reputado por la experiencia adquirida en tantos años de oficio y acompañada de un policía que logró contactar, hizo que el gringo energúmeno junto con sus compinches de juerga, que en realidad eran agentes del servicio secreto encargados de la seguridad del presidente de los Estados Unidos, exprimieran hasta el último rincón de sus bolsillos para recolectar al menos 250 dólares que satisficiera su indignación.

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Gracias a esta vivencia tan engorrosa y traumatizante, la dulce damisela que puso en jaque, y temblando de rodillas a unos gringos zopencos que protegían al líder más importante del planeta, se convirtió literalmente de la noche a la mañana en la lideresa que el país desesperadamente buscaba, el adalid de cómo una mujer ordinaria pasó de dama de compañía a estrella mediática. Dania se sacrificó por nosotros y defendiéndonos del abuso de unos agentes del imperio, acostumbrados a hacer lo que se les da la gana donde quiera que vayan, ahora sufre las consecuencias de su irreverencia: viajó de descanso a Dubai, hospedándose en el  Burj al Arab, el único hotel siete estrellas del mundo, obtuvo fácilmente una visa para ingresar a Europa, refugiándose en España y como si fuera poco, Estados Unidos, la víctima de su herejía, seguramente a modo de desagravio, le brindará su protección y cobijo para que testifique en el juicio que se le adelanta a los agentes implicados en el escándalo. ¡Pobrecita!

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El caso de Dania Londoño Suárez, es el mejor ejemplo de cómo en un mundo inmoral, pecaminoso y falto de valores, y en un país en donde pulula la sinvergonzonería, una prostituta ordinaria es la reina, en donde la madre cabeza de familia más humilde del país, que trabaja incansablemente y de forma digna por sacar a sus hijos adelante, sacrificándose con verdadero amor por el bienestar de su familia, tiene más derecho a llamarse colombiana, ejemplo de vida, que cualquier ídolo de barro, que tarde o temprano se derrumbará, víctima de la propia sepultura que tiene por cuerpo.

 

zepolox@gmail.com