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Juana Francisca, una mujer que ha padecido tres violencias distintas

Semana
20 de enero de 2012

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Un comunicado del 10 de mayo de 2005,  dio cuenta de una visita del Sistema de Naciones Unidas en Colombia, conformado por la Oficina del Coordinador Residente y Humanitario de las Naciones Unidas, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA),  al municipio de Bojayá en el departamento del Chocó, en donde la población civil se ha visto perjudicada desde tiempo atrás por miembros del Frente 58 de  las Farc – Ep y paramilitares del Bloque Élmer Cárdenas, quienes se enfrentaron  por el control del territorio para hacerse al ingreso de armas y las  rutas del narcotráfico  por el Océano Pacífico hacia Centroamérica.

 

A pesar de los llamados que se han generado de parte de los organismos internacionales sobre las  acciones de los grupos violentos,  muy poca ha sido la atención que desde el gobierno nacional se le ha prestado,  y estos siguen haciendo de las suyas en la región  según cuentan algunos sobrevivientes de la masacre del 2 de mayo de 2002. Colombia recuerda este hecho como uno de los  más crueles que hayan ejecutado los actores ilegales sobre toda una comunidad que se refugiaba en la iglesia a donde cayó una de las pipetas de gas lanzadas por las Farc con la intención de obligar a los paramilitares a huir de la zona. El  artefacto hizo blanco sobre el techo de la parroquia y como consecuencia de la explosión, más de 60 civiles fallecieron en el hecho y 98 resultaron heridos.

 

El desplazamiento de los sobrevivientes no se hizo esperar, quienes huyendo del sitio se refugiaron  en Vigía del Fuerte algunos, mientras los demás  escaparon del fuego cruzado llegando a Quibdó. En el grupo de los segundos se encuentra Juan Francisca Mosquera, una mujer afrodescendiente que comienza su calvario a partir de este hecho, “Tuve mis hijos allá. Cuando las masacres se dio, nos tocó desplazarnos  hacía Quibdó. Me desplacé el 2 de Mayo. Nos tocaba viajar en bote y uno no podía sacar nada, porque lo  cobraban”, recuerda esta madre cabeza de familia.  

 

Juana Francisca, es una mujer que a pesar de padecer los horrores de la guerra, primero de las Farc, más adelante  por la acción de los paramilitares y como si fuera poco también de agentes del Estado, en  todo momento busca el lado amable y por cualquier motivo se está riendo a carcajada suelta. Por lo regular quienes se enteran de su historia antes de conocerla, se imaginan  una persona acabada físicamente por el sufrimiento que causa el abandonar su lugar de origen,  no por voluntad propia, sino obligada para proteger la vida de sus seis hijos; con la incertidumbre de no saber por la suerte de uno de ellos, reclutado durante su adolescencia por guerrilleros de las farc; la angustia de no saber del paradero de su hijo mayor,  quien fue desaparecido cuando tenía 18 años  por hombres que por las características de su modus operandi, se deduce que pertenecen a las autodefensas; el tener que devolverle la esperanza  de vida a su hija que fue violada a los 14 años  por paramilitares de la zona; la persecución de agentes de la Sijin y las amenazas y persecuciones constantes,  tanto a ella misma como a los seres que la rodean.  Sin embargo las personas  que  la ven  por primer vez,  se sorprenden al darse cuenta que es una  afrodescendiente con mucho vigor y fortaleza para enfrentar el día a día y la difícil suerte no solo de tener que padecer las consecuencias de su desplazamiento a Quibdó, sino también de verse obligada a rebuscarse la vida en un municipio que no ofrece mayores oportunidades para salir adelante, producto del abandono del gobierno central, la corrupción administrativa municipal y departamental,  y la captura  de los grupos armados al margen de la ley a la política local.

 

En Quibdó 70% de las familias viven en situación de pobreza:

 

Según el diagnóstico territorial del pacífico colombiano , plasmado en el documento “Entre la diversidad y la desigualdad”, del Secretariado Nacional de Pastoral Social de 2010, “desde la década de los 80 el conflicto armado colombiano se manifiesta en  el territorio chocoano como  un fenómeno en el que se conjugan las disputas por los territorios entre organizaciones guerrilleras y organizaciones paramilitares, proyectos de expansión de extracción maderera  y  de extracción ilegal de metales preciosos, disputas territoriales por el control de corredores viales, fluviales y rutas de acceso al pacífico por ecosistemas estratégicos,  prácticamente desconocidas y procesos de adquisición de tierras por parte de organizaciones del narcotráfico, compañías madereras y empresas mineras.”

 

Como si fuera poco,  estudios de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento – Codhes, señalan que en el año 2010 el departamento del Chocó presentó un total de 4.648 personas en situación de desplazamiento, 1.529 más que en 2009, situación que ha hecho que organizaciones internacionales prendan las señales de alerta ante la crisis humanitaria que vive este territorio, en donde a pesar de que de los siete días de la semana, cinco permanece bajo la lluvia, no cuenta con un servicio de acueducto  durante las 24 horas, ni siquiera en la capital del departamento.

 

Es justamente en estas condiciones donde debe vivir Juana  Francisca junto a cientos de personas en su mayoría afrodescendientes en el municipio de Quibdó, donde según la alcaldesa Zulia Mena,  más del 70% de las familias viven en situación de pobreza. Esta mujer de 39 años de edad utiliza su destreza en la modistería y la fabricación de artesanías para hacerle frente a su situación y sobrevivir junto a sus cinco hijos.  La vida no ha sido fácil para ninguno de ellos, las secuelas  que les ha dejado el ser víctimas del conflicto armado han hecho de su existir un verdadero calvario, “las instituciones que tienen que ver con uno no le dan importancia al tema”, responde esta madre cabeza de familia que ha tenido que salir adelante con sus hijos de los cuales dos se encuentran realizando sus estudios de bachillerado, (Robert y Karen), otra es madre de familia (Kelly), Eliana trabaja en una casa de familia en Quibdó y  Arcadio de 19 años se encuentra incapacitado, luego de que en una habilidosa maniobra en medio de  su reclutamiento forzado se les escapó a las farc.

 

La respuesta que ha encontrado de parte de las instituciones públicas que atienden a la población víctima del conflicto armado en Quibdó, no ha sido la mejor “cuando  llegué con mis hijos no  recibí de Acción Social una libra de arroz,  jamás me ayudaron;  me sacaron  de la base de datos, de modo que tampoco podía demostrar  que era desplazada”.  La colaboración que hasta el momento ha recibido se ha dado gracias a la  gestión de la Diócesis de Quibdó,  y de organizaciones de Derechos Humanos nacionales e internacionales

 

 

Juana  Francisca desea una vida  tranquila:

 

Juana Francisca no busca reconocimiento de parte de nadie, solo anhela tener una vida tranquila y que la persecución de la que constantemente ha sido víctima por distintos actores, incluyendo los agentes del Estado, termine un día no muy lejano, “a pesar de tantos problemas, todos los días le pido a dios que me de fuerzas,  conseguir un trabajo para salir adelante con mis hijos,  que ellos puedan estudiar y yo tenga como darles a ellos lo necesario. Que en donde esté no tenga esa persecución. Si me acuesto a dormir,  que pueda dormir bien porque todas las noches estoy con angustia pensando que alguien está pendiente de mi”, comenta con tono alterado.

 

Al igual que muchas personas del género femenino en Quibdó, Juana Francisca  colabora con las víctimas del conflicto armado a través de la Ruta Pacífica de las mujeres en el municipio   en la medida en que le es posible, porque ha sido tanto el hostigamiento que ha tenido que padecer, que ha preferido alejarse un poco y desde la distancia apoyar la causa de quienes quieren vivir tranquilos. La mayor parte del día se dedica a la fabricación de artesanías, labor que combina con la modistería y no pierde ocasión para reunirse con sus amigos que siempre están pendiente de ella y de sus hijos, a quienes aconsejan cuidar de su madre, porque son el único motivo que le da la fuerza necesaria, al no contar con el respaldo de un esposo que le abandonó luego de su desplazamiento forzado.