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La biografía poco ejemplar del marqués de Sade

Semana
23 de abril de 2009

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Donatien Alphonse Francois (1740 - 1814), más conocido como marqués de Sade, nació en París en el seno de una familia aristocrática desde el siglo XII, según el historiador Nicolás Brihuega, creció con lacayos, orgulloso de su nobleza y con formación académica esmeradísima, a los diez años ingresó al Louis de Grand, un colegio jesuita excelente de donde también se graduó Voltaire, por ejemplo, que además ponía gran énfasis en el teatro, una fascinación duradera para él. Por otro lado, la mayor parte de la vida de su madre transcurrió enclaustrada en una celda monástica familiar, lo desatendió casi desde su nacimiento, entonces su padre, el conde de Sade, mariscal de campo del Ejército Real, se encargó de su educación en colaboración con su hermano, el abad Jacques de Sade, ambos adúlteros reconocidos, en todo caso el fornicio ya era común y corriente en esa época. A los catorce se enroló en el ejército durante la guerra de los Siete Años contra Austria y alcanzó rápidamente el rango de capitán; en sus cartas familiares ya podía barruntarse la regularidad de sus hábitos irregulares y se supo de su primer amor, Laura de Lauris, quien le contagió una gonorrea antes de dejarlo definitivamente. Entonces por iniciativa de su padre se casó con Renée Pélgie Cordiere de Launay, hija de una familia noble reciente, pero su esposa le resultaba puritana y fría así que al final del primer trimestre del matrimonio, esperando a su primogénito, lo arrestaron por cometer sacrilegios contra una prostituta que lo denunció, estuvo preso durante siete meses y desde entonces su suegra se dedicó perseguir al yerno indeseable utilizando todas sus influencias. Regresó al ejército en Holanda donde progresó hasta el grado de coronel, después volvió al lado de su esposa e hijos, allí empezó el romance con su cuñada, Anne Prospère de Launay, con quien escapó a Italia para escribir varias obras de teatro, su sueño desde la adolescencia. Hasta que sucedió el famoso “caso de los bombones”: su criado y confidente, Latour, organizó una orgía en Marsella en que distribuyeron entre la concurrencia ‘Pastillas del Cardenal Richelieu’, estimulantes sexuales, podrían ser antecesores remotísimos del Viagra, que causaron vómito a una meretriz quien también lo acusó ante la justicia, en esta oportunidad por intento de homicidio, entonces lo juzgaron en ausencia y lo condenaron a pena de muerte por deferencia a su suegra rencorosa; finalmente lo indultaron luego de pagar una multa cuantiosa, pero la envidiosa suegra logró que lo encarcelaran durante trece años, primero en Vincennes, luego en La Bastilla y, por último, en Charenton. Cuando sobrevino la Revolución Francesa la Asamblea Constituyente lo liberó al revocar las condenas firmadas por Luis XVI, entonces su esposa se separó de él, recluyéndose en un convento. Sade adoptó la profesión de hombre de letras y compuso varias obras teatrales patrióticas, algunas muy exitosas, como 'Justine’, contenían escenas sexuales violentas inspiradas en entrevistas a célebres sadomasoquistas de la época, no eran exclusivamente escritos autobiográficos como suele pensarse, de todas maneras esas prácticas extremas estaban de moda, varios manuales sobre el tema, y de diversos autores reconocidos, podían conseguirse en París con facilidad. Pero el marqués de Sade personificó estas técnicas crueles para la posteridad porque su obra las divulgó ampliamente y perduró en la literatura, probablemente fue el pionero de la prosa erótica, además su contenido incluía tramas interesantes, reflexiones hondas sobre la condición humana y, a pesar de sus amores desairados por las mujeres principales de su vida, la madre, su primera novia, la esposa y su suegra, que le dejaron odio y agresividad hacia ellas, había en él algo reparatorio, podría estar entre los primeros feministas: postulaba que eran libres, dueñas de sus mentes y cuerpos, autónomas en el ejercicio de su sexualidad. En esa época se vinculó a los Republicanos, donde llegó a ser secretario de la Sección Vandôme, así como inspector de hospitales, y concibió la novedosa idea de asignar una cama para cada enfermo, además se opuso a la pena de muerte, incluso utilizó su poder para salvar la vida de su suegra virulenta. Hasta que regresó a la cárcel, en esta oportunidad en Picpus, el régimen de Robespierre lo consideró moderado, y de nuevo lo condenaron a muerte, pero lo que más lo atormentó de este cautiverio fue que desde su ventana enrejada contemplaba el espectáculo macabro de las ejecuciones en la guillotina, que se estiman en unas 1,800. Sin embargo, lo salvó el oportuno golpe es estado de Thermidor que acabó con el Régimen del Terror. En esa etapa escribió ‘La filosofía del tocador’, ‘La nueva Justine’, ‘Historia de Juliete’, obras irreverentes y obscenas que se vendieron muy bien, bestsellers se diría hoy. Para terminar, Napoleón Bonaparte también lo persiguió incansablemente por su participación en el gobierno, pero sobre todo por el contenido político sus obras de teatro, hasta que lo calumniaron de subversivo y lo recluyeron sin juicio previo en el convento de Sainte Pélagie, después lo trasladaron con el beneplácito de su familia al hospicio para locos de Charenton, donde falleció.