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La corrupción y la competitividad: paralelo entre Bogotá y la Nación

Semana
10 de octubre de 2009

Definitivamente Colombia es un país muy entretenido. No hay un día que pase sin que nos sorprenda un nuevo escandalo que tapa el del día anterior. Y en ese ir y venir de situaciones aberrantes, nos hemos venido anestesiando y volviéndonos cada vez mas insensibles a las implicaciones de esta situación. La corrupción parece que ha secuestrado la realidad nacional.

Para darle contexto a mis reflexiones sobre este tema me quiero remitir a el informe de  la posición de Colombia en el Indice de Competitividad Global ( ICG ) . En ese informe  quiero resaltar especialmente dos factores que están íntimamente relacionadas con la situación descrita en el párrafo anterior. El entender sus implicaciones es fundamental para cambiar nuestra realidad.

Entre 134 países evaluados, en relación al factor de calidad de sus instituciones, nuestro país paso del puesto 88 al 101. Y en las encuestas realizadas a empresarios sobre los obstáculos para hacer negocios, la corrupción se ubica en el primer lugar. Estos dos factores están íntimamente relacionados y es necesario darles la importancia necesaria para evaluar la gestión del Gobierno  a la luz de una posible reelección.

Cuando se profundiza en el primero se encuentra que el costo de terrorismo  para hacer negocios ( 133 ), el crimen organizado ( 131 ) y la violencia ( 126 ) nos desnuda una realidad. Y cuando se analiza el segundo factor, se evidencia que el favoritismo en las decisiones de funcionarios públicos ( 99 ), la desconfianza en los políticos ( 88 ) y la desviación de los dineros públicos ( 85 ) son el resultado de la debilidad institucional.

Para sustentar los puntos anteriores, en días pasados se publicó la noticia de que el costo de la corrupción en Colombia se calcula en 4.5 billones de pesos !!!!. Y desde hace tres semanas la revista Cambio destapó el escandalo de Agro Ingreso Seguro donde de distribuyeron miles de millones de pesos del presupuesto de la Nación a “empresarios” privilegiados de una manera tramposa y poco transparente.

Y se preguntará el lector:  ¿a que viene todo lo anterior?. Quiero mostrar en primera instancia, que el costo que estamos pagando es inmenso por la indiferencia hacia estos temas. No es posible pensar en un proceso de desarrollo sostenible, si no abandonamos la posición cómoda que hoy tenemos ante estos fenómenos. Y el tema se vuelve totalmente relevante a la luz del momento político que viviremos en los próximos meses.

No deja de ser una paradoja, que el Presidente Uribe, quien se comprometió a desterrar la corrupción en el sector público cuando fue elegido en el 2002, asuma una actitud tan indiferente, e inclusive tan complaciente, ante eventos como las chuzadas del DAS y el reparto de dineros públicos de los contribuyentes, entre otros escándalos que hemos visto en los últimos años .

Digo lo anterior en base a la demora en su actuación ante estos hechos, que contrasta con la rapidez con la que ha actuado en otras circunstancias. En mi concepto, el ejemplo que está dando es funesto en términos de valores sobre los cuales se supone quiere construir “la confianza” para la inversión en nuestro país.  Sobre estas bases no podemos aspirar a un proceso de desarrollo sostenible en el tiempo. Esa es la triste realidad.

El problema es que muchos empresarios colombianos, por el afán de mirarse el bolsillo en el corto plazo, están asumiendo el papel del avestruz. En lugar de aplaudir las medidas , que en apariencia dan garantía a la inversión, sobre la base de unos acuerdos particulares, y un proceso político que está destrozando la institucionalidad, deberían exigir correcciones de fondo en los temas que deberían garantizar un entorno sostenible para sus empresas. Lamentablemente su ejemplo, como el de Uribe, no es el mejor.

En el caso de Bogotá el tema de este blog es tremendamente relevante. Desde 1994 la ciudad ha venido construyendo institucionalidad sobre la base de la transparencia de las actuaciones de las administraciones de Mockus y Peñalosa. Lamentablemente, este camino recorrido se comenzó a destrozar con Garzón y la actual administración. Procesos obscuros de contratación y solicitud de mordidas del 10% son hoy la regla y no la excepción.

Lo lamentable en el caso actual, es que el Alcalde Moreno, que conoce el tema porque ha sido abiertamente tratado por los medios de comunicación, al igual que el Presidente Uribe, y en eso se parecen mucho los dos, ha sido indiferente ante el tema de la corrupción en su administración. El costo que está pagando la ciudad por esta situación lo tendremos que pagar quienes vivimos en ella por muchos años.

Solo quiero invitar al lector a repasar la historia de Cali. Esta ciudad, que fuera modelo de civismo y buen gobierno en la década de los 70 y 80, ante la indiferencia ciudadana, a partir del principios de los 90 cayó en manos de hampones que la destruyeron. El resultado: una ciudad quebrada e inviable con varios de sus alcaldes en la cárcel por corrupción.

¿Qué estamos esperando para actuar y exigir a Moreno para que se pronuncie sobre este tema?. ¿Podemos darnos el lujo de sacrificar la competitividad de Bogotá por la indiferencia que hoy nos invade ente el fenómeno de la corrupción a nivel nacional?. ¿Qué opinión tiene usted señor (a ) lector (a)?