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La diabetes mellitus y el estilo de vida

Semana
5 de diciembre de 2011

 

Sobre diabetes se ha escrito bastante, al fin y al cabo, es una enfermedad crónica tratable que se conoce desde la medicina egipcia, es decir desde hace unos tres mil años. Y en la actualidad, estudiarla todavía vale la pena, pues da sentido a la disciplina que exige cuidarla, aprender sobre ella, ofrece motivación para construir un nuevo estilo de vida, en este caso saludable, con la finalidad de evitar sus complicaciones en el corazón y los riñones, en los ojos y la piel, así como en las grandes arterias y los nervios, y lo peor, en los cuerpos cavernosos, causando impotencia. Así que su tratamiento depende del caso por caso, siempre hay necesidad de consultar al médico, aun cuando es incurable puede mantenerse estable a largo plazo, sin lesionar órganos, con una dieta adecuada y ejercicio constante, aun cuando en ocasiones, con remedios vía oral e inyectados.


La palabra ‘diabetes’, significaba sifón en la antigüedad, aludiendo a la orinadera que caracteriza a ciertos diabéticos, por supuesto, sin tratamiento. Hasta el siglo XVIII, el inglés Dobson, le agregó el vocablo ‘mellitus’, que quiere decir, miel, refiriéndose a que la orina de estos pacientes es dulce, contiene una concentración elevada de azúcar, sin perder de vista que en aquella época no se disponía de la tecnología para hacer un parcial de orina en un laboratorio, de modo que el clínico probaba directamente la muestra que obtenía de la persona que consultaba a su gabinete, como parte del examen físico. Así transcurrieron las cosas hasta que en el siglo XIX, Bernard, demostró en Francia que se relacionaba también con un aumento del azúcar en la sangre, la glicemia, diría un doctor. Y unos años más tarde, Mering y Minkowski, descubrieron en Austria que el páncreas, un órgano abdominal situado por detrás del estómago, que en condiciones normales nadie tendría que saber de su existencia, estaba relacionado con el origen de la diabetes.

 

Pero solo en el siglo XX, Banting y Best, en el Canadá, sintetizaron la insulina, abriendo la puerta a los tratamientos modernos. Se trata de la hormona pancreática que causa la diabetes. Y en la década de 1950 se empezaron a utilizar los remedios orales para manejar la enfermedad. Desde entonces, además, se han descubierto los detalles de su mecanismo: la diabetes tipo I se presenta cuando el páncreas no produce insulina y la tipo II, la más común, por cierto, aparece cuando esta hormona se secreta menos de lo que se necesita o el cuerpo se resistente a su efecto, y cabe anotar que aun cuando esta clase de diabetes puede presentarse en cualquier persona, es más frecuente con el paso de los años en obesos y sedentarios, así que la gordura y la diabetes se correlacionan fuertemente, pero eso ya lo sabíamos.

 

Los alimentos son, en esencia, grasas, proteínas y azúcares. Al comer, la digestión los transforma en sus componentes básicos. Y de los azúcares, lo que interesa por ahora en este blog, el fundamental, y el más común, es la glucosa, la mayor fuente de energía para las células del cuerpo. Tal vez por eso somos tan ávidos por ella, no en vano los postres, la pastelería, la chocolatería, son especialidades culinarias tan apreciadas. En todo caso, la energía química es primordial para mantener la pujanza, el orden y el vigor de la vida. Como decía, una vez se ha digerido la glucosa, se absorbe hacia la circulación sanguínea, entonces la glicemia sube mientras el páncreas responde liberando, también a la sangre, la insulina que favorece la entrada de las moléculas de glucosa a las células. Entonces baja la glicemia. La insulina actúa en los receptores presentes en las células de los tejido en una reacción semejante a cuando una llave acciona una cerradura, entonces innumerables moléculas transportadoras de glucosa se asoman a la superficie de las células facilitando la entrada de la glucosa, a la vez que su nivel en sangre disminuye, se normaliza. Y una vez está adentro, participa en los ciclos bioquímicos productores de la energía indispensable para mantener la salud, la actividad y el desarrollo normal de la persona saludable.

 

Pero, en la diabetes, estos mecanismos están alterados, ora porque no hay suficiente insulina disponible, ora porque los tejidos se resisten a su acción. En todo caso, en ambos tipos de diabetes, la hormona pancreática no cumple con su función, el azúcar no puede entrar a las células, quedándose en la sangre, causando las complicaciones propias de la enfermedad, pues al permanecer allí reacciona con las proteínas de los tejidos, formando productos glicosilados avanzados causantes de la inflamación que a la larga lesiona y produce complicaciones que afectan gravemente la calidad de vida, y hasta pueden llegar a ser mortales, como en el caso de la enfermedad coronaria y al falla renal, además afecta el sistema inmunológico, causa ceguera y neuritis, que altera la sensibilidad, tal vez la más conocida en los pies, que lleva a lesiones que pueden terminar en gangrena, y hasta amputaciones.

 

Así se toma la diabetes mellitus desde el punto de vista molecular, de modo que no queda espacio para explicaciones esotéricas, espirituales, energéticas, carmáticas, astrológicas ni cosa semejante. El panorama de la diabetes sin tratamiento es sombrío, aun cuando en los primeros años de la enfermedad la persona no sienta nada, tan solo tenga una cifra de glicemia elevada en algún examen de laboratorio. Pero no cabe duda, se trata de una alteración metabólica potencialmente grave, y no hay tiempo que perder una vez se ha diagnosticado, pues tiene mucho que ver con los hábitos.

 

El pronóstico mejora cuando la persona alcanza una glicemia normal, estable, constante. Aun cuando el tratamiento depende del tipo y la severidad, ayuda muchísimo construir un nuevo estilo de vida con dieta saludable y ejercicio. El cuerpo no tolera bien una dieta densa en calorías y sedentaria.

 

Los alimentos que tienen digestión lenta elevan la glicemia moderadamente, como en el caso de una manzana o de una cereza. En cambio, los de digestión rápida, producen picos, este es el caso de un pastel, por ejemplo. Y, como ya se anotó, el objetivo terapéutico es mantener una glicemia estable y normal, de manera que es mejor evitar las comidas que produzcan sobresaltos: se recomiendan vegetales frescos, como brócoli y espinaca, y en general una dieta rica en fibra, incluso con granos, que además incluya alimentos que producen saciedad prolongada, como leche, carnes magras, de res, pollo, cerdo y pescado, una muy buena fuente de aceites omega.

 

Desde la perspectiva nutricional, propiamente, las grasas saturadas deben estar por debajo del siete por ciento de las calorías totales que la persona come cada día, además el colesterol no debería pasar de doscientos miligramos, grosso modo, lo que aporta un huevo. Y aun cuando cada caso es particular, en general, la mitad de las calorías diarias debería provenir de carbohidratos porque, de todos modos, el diabético también necesita azúcares como cualquier otra persona, además el treinta por ciento de sus calorías diarias debería venir de grasas y el veinte por ciento de proteínas. Por otro lado, el ayuno prolongado, saltarse las comidas, incluso por razones de fe, baja demasiado el azúcar en la sangre, produce hipoglicemia, entonces la persona siente que se le baja la energía, hace que coma caprichosamente y, con frecuencia, comidas insalubres, además produce irritabilidad, dolores, agrieras, indigestión, y hasta insomnio.

 

De modo que lo ideal es una dieta variada, en porciones moderadas, que si se acompaña de ejercicio, todavía mejor. La actividad física aumenta la avidez de los tejidos por la glucosa, y además protege el sistema cardiovascular. Entonces lo ideal es un deporte, o al menos un ejercicio aeróbico moderado, como caminar, pero no como en un centro comercial contemplando las vitrinas y el paisaje humano, se trata más bien de una caminata continua durante treinta minutos, tres veces por semana, dos horas después de comer, y aumentando la carga progresivamente en la medida en que se fortalezca el estado físico. Y para evitar las temibles lesiones deportivas, es mejor iniciar la actividad con diez minutos de calentamiento y terminar con otros diez de estiramientos.

 

Así que cambiar el estilo de vida es una solución sostenible, como dicen los economistas, pues la vida urbana y burguesa, tiende a agravar y promover la diabetes. Al fin y al cabo, el ser humano evolucionó hace ciento sesenta mil años en el centro de las planicies africanas, y luego migró hasta colonizar toda la Tierra. En aquella época los primeros hombres ya dominaban la tecnología del nudo, de manera que eran capaces de confeccionar redes, así que las mujeres y los niños de la horda primitiva salían en grupo a recolectar frutas, verduras y animales pequeños, un método confiable, eficiente y de bajo riesgo que aportaba más del sesenta por ciento de las calorías del clan. Mientras tanto, los hombres, armados de flechitas con punta de piedra salían a cazar, también en grupo, pero su técnica era mucho más impredecible, así que aportaban el resto de las calorías, máximo el cuarenta por ciento. Nótese que era un estilo de vida lleno de actividad física con alimentación variada, y que con el descubrimiento del fuego, para cocinar, las posibilidades nutricionales se ampliaron todavía más para los primeros Homo sapiens.

 

El metabolismo de nuestra especie está diseñado para la austeridad y la actividad de un estilo de vida más estoico, menos hedonista. Y para que se dé una idea, tenga en cuenta que, tal como puede leerse en El Quijote, las primeras tabernas y burdeles existen desde hace mucho tiempo, pero el concepto del restaurante apareció en Paris luego de la Revolución Francesa, cuando el pueblo exterminó sistemáticamente a la nobleza y los sofisticadísimos equipos que trabajaban en las cocinas de sus palacios quedaron desempleados, de modo que instalaron los primeros restaurantes. Entre ellos, el señor Boulanger, autor, por ejemplo, de la receta del pernil de cordero a la Boulanger, y un hombre tan importante en la historia de la buena mesa que los franceses llaman bulanyerías a las panaderías y pastelerías, además, como es natural, era el dueño de un restaurante que se dice lo frecuentaba Diderot, aun cuando le parecía carísimo. Y, por último, vino la revolución industrial que puso al alcance de todos el confort de la vida moderna, y téngase en cuenta que no estoy abogando para que la humanidad regrese al paleolítico, solo por un estilo de vida más saludable, en todo caso también creo la vida sería invivible sin el control remoto de la televisión, por ejemplo.