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Las elecciones: un despelote total

Semana
21 de marzo de 2010

En medio de una época electoral suigéneris,  no es fácil desprenderse del tema de las elecciones en Colombia. Y después de lo sucedido con la Registraduría en el proceso de conteo,  son muchas las reflexiones que surgen sobre la gestión institucional de un tema tan crítico para el país.  Retrocedimos en el túnel del tiempo al siglo XIX.

Han habido todo tipo de calificativos sobre lo que sucedió el pasado domingo pero no he podido leer una lectura mas fina de lo que aconteció. Evidentemente la percepción general es que fue un despelote total. Fallaron las comunicaciones, el conteo y reporte de los resultados de la elección. Pero, ante todo, colapsó un sistema que le dio la espalda a la tecnología  y demostró errores protuberantes de gestión.

Me pregunto como es posible que nos sorprendamos con las dificultades para llenar el crucigrama en que se convirtió el formulario propuesto por la Registraduría. No me extrañaría que no se hubieran hecho pruebas piloto para validar su facilidad de uso para votar. De haberse realizado un simulacro bien hecho, se habría detectado a tiempo el galimatías que se iba a producir con las tremendas dificultades para la contabilización de la información.

Y esto me lleva a la pregunta de fondo. Porque un proceso tan crítico como es este para una democracia tan amenazada como es la colombiana, no contó durante el gobierno de Uribe con el apoyo para su automatización y tecnificación?. En lugar de sacar los trapos al sol, como lo ha hecho el Gobierno en estos días cuando ya es tarde y el daño está hecho, se ha debido de preocupar por impulsar su modernización con muchos meses de anticipación.

El discurso de la competitividad que hoy forma parte de la agenda nacional, parece que no aplica a nivel de la gestión pública. Esta desincronización entre los sectores público y privado es un freno monumental para el desarrollo. La falta de agilidad, transparencia y confiabilidad de procesos críticos, como es el electoral, exponen al país a conflictos innecesarios y deterioran aun más nuestra imagen en el exterior.

Además, un despelote como el del domingo, deja al sistema democrático colombiano muy vulnerable a la corrupción. La falsificación de formularios, el trasteo y compra de votos, se facilitan enormemente cuando hay un colapso como el que se evidenció el domingo pasado. También, cuando se le da la espalda a la tecnología. O cuando se hace un uso incorrecto de ella.

Situaciones como las vividas en estos días, facilitan la intervención de las mafias que hoy han secuestrado regiones enteras y que son capaces de movilizar mas de un millón de votos como es el caso del mal llamado partido PIN, organizado desde la Picota. En muchas regiones, es descarada la forma como la compra del voto generó resultados como los denunciados por Rafael Pardo en el Valle del Cauca.

No me sorprendería, como sucedió en las elecciones del 2006, que en forma desesperantemente lenta, surjan grandes escándalos con relación a los resultados de estas elecciones, pero mientras tanto, el Congreso Colombiano, será el hogar de muchos pícaros que han enlodado la imagen del órgano legislativo en estos últimos años de la administración Uribe.

Y mientras tanto, el colombiano del común, es indiferente ante lo que pasa y que nos expone, de manera muy peligrosa, a situaciones como la venezolana. El desprestigio de los partidos y del proceso democrático, permitió que surgiera una persona tan siniestra como es Chaves, que hoy se ha quitado el disfraz de oveja y está conduciendo a esta sociedad al abismo de una dictadura utilizando los mecanismos del voto para darse un tinte de legitimidad.