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Las especialidades: el palo y la zanahoria de los médicos generales

Semana
27 de julio de 2012

Son las seis de la mañana. Diego, de 29 años, espera en fila junto a otros cientos de médicos afuera de la facultad de medicina de una de las universidades más prestigiosas del país. Es una imagen que algunos podrían calificar de mordaz, como una venganza del sistema que anualmente los obliga a pasar lo que sufren sus pacientes a diario para conseguir una cita con la esperanza de superar una etapa de rendición de cuentas y represión administrativa.

 

El proceso para pasar a una especialización puede ser para unos un golpe de suerte, para otros la recompensa tras meses e incluso años de preparación e insistencia y, para una gran mayoría, un trofeo prometido que bajo las condiciones actuales pudiera parecer inalcanzable.


La Universidad de Antioquia, por ejemplo, abre convocatorias anualmente y su formulario de inscripción cuesta 570,000 pesos. Teniendo en cuenta que los semestres académicos en esta institución no tienen costo, los miles de médicos que desplazan anualmente de todo el país consideran que no es un precio alto comparado con el valor de algunas universidades privadas, en las cuales el semestre puede superar los diez millones de pesos.

 

“No me importaría ser médico general si el oficio, y a veces la gente, no fueran tan desagradecidos”, dice Diego, quien lleva cuatro de sus 29 años trabajado en urgencias y actualmente labora en una prestigiosa clínica de cuarto nivel de Medellín. “El problema en Colombia es que cada universidad tiene un examen diferente y cobra lo que quiere por el formulario” refiere, agregando que desde que obtuvo su título de médico se ha presentado cuatro veces a residencia a tres universidades diferentes en cada ocasión. Sin embargo hace un año meses decidió partir a España en búsqueda de una nueva alternativa tanto académica como profesional y llevar a cabo el curso para el examen Médico Interno Residente, MIR, al cual aspiran más de doce mil profesionales anualmente.

 

Ser residente no es rentable

 

Actualmente existe un programa llamado beca crédito creado en 1995 por el Icetex y el otrora Ministerio de Salud, con el cual se destinaban dos salarios mínimos mensuales a cada residente. Para entonces existían 2.283 estudiantes de especialidad en el país todos beneficiarios del programa. Con el pasar de los años el número de residentes creció, esto sumado a la falta de adjudicación de recursos necesarios y a la ausencia de planificación de las entidades encargadas de regular el número de residentes y facultades de medicina en el país, ha llevado a que se presenten inconsistencias como el que existan estudiantes dentro del programa que no reciben la beca crédito, y a algunos de los que se les paga, se les ha llegado a entregar con atrasos de hasta 12 meses.


Según las últimas cifras de la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina, Ascofame, para 2006 el país contaba con 55 facultades que ofrecían en total 852 plazas para especialidades y subespecialidades. Asimismo, entre 1980 y 2006 se observó un crecimiento del 131 por ciento en el número de médicos graduados. Sin embargo, muchos profesionales desisten de perseguir el título de especialista ya que Colombia, comparado con los demás países del mundo incluyendo los de Latinoamérica, es el país que menos garantías y respaldo ofrece en contraprestación al importante servicio que brindan los residentes a la red hospitalaria.


Además de cubrir la seguridad social, Uruguay paga a sus residentes al menos mil dólares mensuales, mientras la cifra en Brasil es de al menos dos mil dólares. Colombia no subsidia su seguridad social a pesar de que deben cumplir con turnos como cualquier médico vinculado a una institución hospitalaria. Llevando la comparación a mayor escala, en el caso de países desarrollados como Estados Unidos, los estados más pobres pagan a sus residentes un promedio de dos mil dólares y los más ricos tienen un promedio de cuatro mil dólares al mes además de seguridad social y subsidio para materiales y eventos académicos.

 

A pesar del lento progreso en cuanto a garantías para los estudiantes de postgrado, la Asociación Nacional de Internos y Residentes, ANIR, ha logrado avances en la última década en conjunto con el Senado de la República, ampliando el presupuesto destinado para la cobertura del programa beca crédito, número que sin embargo continúa abarcando menos de la mitad de los residentes de medicina en el país.


El desprestigio de la profesión


“A veces le ponen problema a los especialistas que se supone tienen la autoridad científica para pedir los exámenes”, dice una médica general que labora desde hace tres años en una reconocida EPS, y afirma sentirse cansada de las constantes batallas que debe lidiar a diario para la autorización de ciertos exámenes y medicamentos a razón de ser calificados de “no pertinentes” por los administradores de la salud.


Además de ser los únicos profesionales en Colombia que devengan el mismo salario de hace once años, los médicos generales en consulta externa deben remitir al especialista a todos los pacientes que consideren ameritan un examen o medicamento de alto costo. Ya en el segundo nivel se determinará la “pertinencia” de dicho trámite el cual puede tardar meses debido al alto volumen de pacientes, e irónicamente, al déficit de especialistas que afronta el sistema en la actualidad. Esto sin tener en cuenta que la masa de profesionales especializados se encuentra concentrada en las ciudades, lo que hace el panorama de las zonas rurales aún más preocupante.


Un estudio titulado “Recursos humanos de la salud en Colombia” del Centro de Proyectos para el Desarrollo, Cendex, de la Universidad Javeriana, reveló el déficit de profesionales de la salud en Colombia. El director del estudio, el doctor Fernando Ruíz Gómez, comentó a El Espectador que “a partir de los años noventa el sistema de aseguramiento creció muchísimo, pasamos de una cobertura de 26 millones de personas en 1996 a una de 38.5 millones en 2007”. Este fenómeno fácilmente explica el porqué de los tortuosos trámites a los que se ven sometidos los pacientes para visitar al especialista junto al déficit de médicos a pesar de la creciente oferta.


Con todo y el déficit, el paisaje para un médico general que se presenta a una especialización no es el más claro. Un médico de 41 años que actualmente labora en una entidad de primer nivel, cuenta cómo lleva siete años presentándose a diferentes universidades del país y compara su trayectoria con el famoso eslogan “vive Colombia, viaja por ella”. Además agrega que “sumado a la responsabilidad de tener una familia la preparación es dispendiosa, quita tiempo porque a la vez hay que trabajar y no hay nada garantizado ya que abren muy pocos cupos y los resultados de las entrevistas son muy subjetivos”.


Otra médica de 27 años decidió renunciar hace tres meses a su trabajo para dedicarse tiempo completo a preparar el examen de admisión a una importante universidad pública, y relata el caso de su amigo quien fue rechazado en una importante facultad de medicina por la edad: “tenía 35 años, y a pesar de haber pasado con el mejor examen, le dijeron que no iba a alcanzar a ‘devolverle el favor a la comunidad’. Lo triste es que en otras carreras todo el mundo se especializa a la edad que quiere, en la medicina uno siente cómo los años le respiran en el cuello”.


También es una queja común que el rol resolutorio que debe jugar el médico general se haya desprestigiado en un medio en el cual los pacientes solicitan de entrada ser remitidos por patologías que pueden tratarse en el primer nivel de atención, unas veces porque desconfían de los conocimientos del médico general, otras porque temen que éste, bajo presión de las EPS y su política de reducción de costos, no les formulen el tratamiento necesario para sus enfermedades.

 

Diego volvió hace poco más de un dos meses de la que fue una excelente inversión académica de diez meses de duración y en la cual pudo reevaluar sus conocimientos en las diferentes áreas médicas con especialistas de todas las ramas. Sin embargo, no pasó a anestesiología, residencia a la que aspiraba, y regresó al país con una deuda de veinticuatro millones de pesos, cinco millones menos de lo que le prestó el Icetex para financiar sus estudios de pregrado.