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‘Líbranos del bien’ de Alonso Sánchez Baute

Semana
13 de noviembre de 2008

La última novela de Alonso Sánchez Baute, ‘Líbranos del bien’, desde el principio nos sitúa en el ambiente festivo y cálido de Valledupar, una ciudad de la costa Atlántica de Colombia, sin mar. Se trata de un relato robusto, con infinidad de detalles y aristas que permiten diversas perspectivas para su análisis, logrado principalmente mediante el diálogo de un narrador participante, y autobiográfico, quien realiza una investigación rigurosa sobre Simón Trinidad y Jorge Cuarenta, incluyendo tres encuentros personales con este último en la Cárcel de Itagüí, son protagonistas del sangriento conflicto de nuestro país, desde bandos opuesto, la guerrilla y el paramilitarismo respectivamente. Su interlocutora, Josefina Palmera, es un personaje de ficción que inicialmente es periférico, pero con el transcurso de la obra adquiere más realismo que el mismo investigador. De estas conversaciones surge el relato: cómo éstos antihéroes, paradójicamente nacidos en la misma aristocracia municipal, llegaron a ser lo que fueron; este hermoso recuento, sin juicios de valores, con sensibilidad por la psicología, los hace verosímiles con el suspenso que genera descubrir progresivamente la construcción de estas personalidades psicopáticas a través de sus elecciones de vida, que se dieron libremente a partir de sutilezas, casi al azar, como decisiones infantiles idealistas. Transluce cómo el mundo ofrece alternativas variadas, mientras las motivaciones inconscientes y las necesidades emocionales de los individuos llevan a elegir una u otra alternativa, de manera libre y espontánea, por así decirlo. También la señora Palmera aporta un rico cuadro de costumbres regionales, con sus valores, la manera de comprender el universo, la vida familiar y la sexualidad, incluso ofrece una descripción de los alimentos típicos y la música de la zona; además emplea el habla regional, lograda mediante su minuciosa arqueología gramatical que recuperó palabras y rescató expresiones locales que luego ensambló en descripciones pintorescas que dan la impresión de estar abarrotadas con giros lingüísticos arcaicos y la propensión a la digresión típica de los costeños, para quienes el idioma expresa más sentimientos, que ideas. Así mismo, los títulos de los capítulos son descriptivos y sonoros, generando una sensación clásica, como costumbrista. La magia de la novela está en su relación complementaria entre la estructura narrativa y la formal, mediante diálogos que permiten una lectura continua y fluida, urde detalles sobre el terrorismo y sus contradicciones, con implicaciones humanas, económicas, sociales, históricas, políticas, dándole a la obra aún más elementos universales; en línea con la máxima de León Tolstoi: describe tu aldea, y describirás el mundo. En ella, las dificultades provienen de alcanzar el progreso y el desarrollo, así como en otras partes de América Latina, con la imposibilidad de capitalizar las bonanzas que trajeron dinero fácil y conflicto social a la vez, entre tanto, se construyó ese departamento relativamente nuevo. Además administra la información haciendo pausas y retomando aspectos del relato desde otros ángulos, creando misterio; y se vale de muchos recursos, emplea narración, descripción, ensayo y hasta artilugios teatrales para construir esta historia novelada, que también podría ser novela histórica, sin perder de vista la condición humana, siempre es posible percibir el dolor de la creación y la necesidad de reconciliarse con el pasado para narrarlo con libertad; hasta incluye detalles sobre los avatares para confeccionar el texto, así como un homenaje a ‘Cien años de soledad’, donde reconoce raíces de la literatura caribeña en Gabriel García Márquez, a la vez que deja claro que el realismo mágico no agotó el litoral, hay espacio para su realismo trágico. Esta novela bastante recomendable, además me dejó deseos de visitar la región.