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Lo bueno y lo malo de los cohetes de las Farc

Semana
29 de julio de 2009

La imagen de un tanque del Ejército destruido por las Farc con un cohete sueco traído de Venezuela, fácil de pasar en nuestras mentes, podría servir para agudizar el sentido o la sensación de que estamos en un momento delicado, crítico, crucial (de elección entre caminos) para la posición de Colombia en la región y, por ende, en el hemisferio.

Esa conciencia agudizada podría llevarnos a decisiones y comportamientos extraordinarios, algo que nos hace falta. “Estamos afrontando serios peligros como país, y es preciso dar lo mejor de nosotros mismos”.

Rodrigo Pardo decía que el acuerdo sobre las bases militares con los estadounidenses “llega en el peor momento y no ha sido manejado con tacto ni con sofisticación estratégica”.

Es de temer que esta situación crítica de vecindario hostil, desafío armado interno en el “principio del fin”, remodelación de la alianza con la potencia mundial y desbarajuste del “equilibrio continental”, nos llegó también en el “peor momento”: en un año electoral, con un presidente que no se decide a entregar el poder, y por lo tanto no puede ejercer el liderazgo extraordinario que se necesita.

Santiago Montenegro recordaba que los logros de la política exterior en la segunda mitad del siglo XX estuvieron atados a las personalidades de Alberto Lleras y Carlos Lleras Restrepo, más que a una “institucionalidad estable”.

Así que estamos más o menos igual: dependiendo exageradamente de las personas. ¿Por qué tiene un senador que agitar la convocatoria de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, en vez de simplemente citarla el Gobierno? ¿Por qué no se construyó un mínimo de consenso sobre el acuerdo de las bases con los gringos para evitar, por ejemplo, la reacción que tuvo Rafael Pardo?

Para decirlo de forma cliché: porque estamos actuando de forma ordinaria en un momento extraordinario.

Y eso incluye a la oposición, algunos de cuyos voceros se dejan llevar por la ideología o el odio político hasta el punto de olvidar los mínimos estratégicos del país.

Entonces, lo bueno de los cohetes de las Farc es que nos pueden mover a una mayor seriedad y grandeza. Lo malo es que pueden ser un episodio que pruebe, otra vez, que la dirigencia necesita algo más grave para pellizcarse.