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LOS CAPRICHOS DEL PROFESOR MOCKUS

Semana
28 de septiembre de 2011

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El capricho, palabra liviana y más bien coqueta, es ciertamente un apetito del ser, que cuando se desborda, puede ser tan peligroso como la más oscura de las perversiones. Capricho se le llama a un deseo sin razón, a un anhelo que satisface una necesidad no cierta del sujeto, es la pulsión que determina la diferencia entre el TENER y el OBTENER.  El caprichoso extrae su placer no de la tenencia del objeto sino de la obtención del mismo.  Es caprichosa aquella mujer que disfruta viendo el tránsito del vestido, de la vitrina a su ropero, y al verlo en la percha, al lado de sus demás posesiones, ya no le encuentra la gracia.  Es caprichoso aquel hombre que goza de la conquista y se aburre en la colonia. La motivación del caprichoso, repito, está en la acción de obtener, no en el tener. 

Antanas Mockus, nuestro profesor caprichoso, desertó de la Alcaldía de Bogotá para correr a un nuevo proceso de elecciones hace ya algunos años. Más recientemente, se asocia con quien pueda para estar de nuevo en las elecciones en las que él mismo, sin la menor ayuda, inmoló las esperanzas del primer movimiento cívico de opinión que ha tenido Colombia en los últimos 25 años.  Ahora, está caprichoso el profesor y quiere de nuevo estar en la contienda, en esta ocasión avalado por los indígenas y antagonizando con los brazos que lo arrullaron en el capricho electoral del pasado. 

El caprichoso no es malo per se, ni lo es el capricho. El peligro del caprichoso es que por cuenta de su pulsión no repara en los costos de la satisfacción de su deseo. Ya pagamos ocho años de prisión en el capricho de venganza de quien avala hoy la candidatura de Peñalosa.  No queremos volver a la mano del caprichoso Álvaro Uribe pero tampoco a la del simpático pero volátil e impreciso profesor Mockus.