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Los mercados de la ilegalidad bogotana

Semana
21 de febrero de 2011

En Bogotá cinco mercados ilegales son los que ahora dominan la clandestinidad en la ciudad, aparte de los tradicionales circuitos de robo de celulares y autopartes, se suman la venta de servicios de “seguridad privada” por parte de bandas y la extorsión que éstas ejercen a comerciantes y transportadores, el narcomenudeo urbano, y los servicios especializados como el alquiler de armas y motocicletas para actividades de robo y sicariato.

Entender cómo se mueve esta criminalidad en la ciudad desde los mercados y no desde las estructuras que los controlan, en zonas como Bosa, Ciudad Bolívar, Suba y San Cristóbal, fue el centro de una investigación realizada por el Observatorio del Conflicto de Nuevo Arco Iris, durante el segundo semestre de 2010 y los primeros meses del 2011.

En todos estos mercados, según la investigación, existen unos elementos comunes: reguladores, demandantes, competencia y ofertantes, mediados por la violencia que impone las reglas de juego.

Violencia consolidada en territorios

Durante los últimos 20 años el mapeo de los homicidios en Bogotá muestra una tendencia estable en las localidades de Ciudad Bolívar, Puente Aranda y Bosa, donde ocurre su mayor número. Esto demuestra que allí hay una hegemonía de mercados ilegales que es histórica y estable. El control territorial por parte de la criminalidad se ha consolidado, y la llegada de nuevos competidores y ofertantes de esos mercados, explica las altas tasas de homicidios al enfrentarse a sus viejos dueños.  En estas localidades existe un fuerte control a los negocios de prostitución y a las llamadas “ollas”, que son los expendios de drogas urbanos.

En otras zonas como San Cristóbal hay un relevo de la criminalidad, que consiste en enfrentamientos constantes a partir de la llegada de nuevas bandas, más numerosas y mejor armadas, que desplazan a las que ya tienen algún asiento en el territorio.

Por las márgenes del rio Bogotá entran y salen los bienes que hacen parte de estos mercados ilegales como armas y drogas.  En la central de Corabastos, el acopio de éstas va dando forma una especie de red comercial clandestina que más adelante se moverá en la ciudad. Sectores aledaños a algunas urbanizaciones en Bosa cercanas al rio Bogotá, son corredores de movilidad en constante disputa por las bandas. La salida a Villavicencio, al suroriente de Bogotá, por la que antes entraba y salía buena parte de las armas y drogas a la ciudad, ahora es poco transitada.

Del pago de “seguridad” al pago de extorsión

El mercado del pago de seguridad privada a las bandas en sectores álgidos de la ciudad tiene varias caras. En un primer momento gremios como el de los comerciantes y transportadores de buses deciden adquirir la oferta de seguridad hecha por las bandas, pasado un tiempo éstas cooptan los territorios, aumentando su presencia de hombres armados, y decidiendo la cuantía de la cuota mensual que se debe pagar por el servicio. Los que contratan pasan a ser objeto de extorsión. Otro escenario es la contratación de estos grupos para la llamada “limpieza social”, que dejaría las zonas libres de delincuentes menores como raponeros, expendedores y consumidores de drogas.

En la localidad de Suba el modelo que pasa del pago de seguridad a víctima de la extorsión se ha hecho efectivo. Si las víctimas de la extorsión se atreven a denunciar, son obligadas a subir la cuota del pago por los jefes de las bandas, o de lo contrario a desplazarse entre los barrios. En San Cristóbal un comerciante que denunció el hecho a las autoridades, pasó de pagar dos millones a cuatro como represalia.

La criminalidad en la ciudad hoy es muy fragmentada. Los delincuentes tratan de minimizar sus pérdidas en los operativos de la Policía. Sus negocios funcionan en diversos espacios, en una cuadra pueden tener los expendios de droga, en otro barrio el mercado de robo y venta de autopartes, y en otro la venta de armas.  Asociada a la venta y alquiler de armas esta el reclutamiento de nuevos sicarios. En este oficio se especializan algunos miembros de las bandas que visitan pandillas en los barrios, para seleccionar los candidatos más promisorios.

La fragmentación del mercado de la droga

La desestructuración  de la olla del “Cartucho” trajo consigo la fragmentación del mercado de las drogas en la ciudad. En Bogotá cinco franquicias a manera de marcas, surten y controlan el negocio de venta de narcóticos. Conocidas con el apelativo genérico de “Ganchos”, estas organizaciones, que se distinguen por un color a manera de apellido: gancho rojo, gancho azul, gancha amarillo, etc., transfieren su membrecía a cinco grandes “ollas madre” en Bogotá.

Hay “ollas” en la ciudad que llevan vendiendo drogas por más de 40 años. Para los investigadores es imposible que durante tanto tiempo estos negocios funcionen sin la complicidad de las autoridades. En estos territorios la corrupción de la Fuerza Pública no permite un desmonte efectivo del tráfico de drogas.

Cada olla barrial que se abre u opera en la ciudad necesita el permiso de una olla madre. A su vez, el estar “afiliado” a una de estas ollas madre genera respaldo en la marca de la droga que se distribuye, y eventualmente apoyo en seguridad y protección en el riesgoso negocio.

Según un estudio de la  Secretaría de Educción Distrital, en los últimos tres años el consumo de drogas en la población escolar aumentó en un más de un 300 por ciento. Pese a esta aterradora cifra, las ollas barriales no tienen como nicho este mercado. Generalmente en los colegíos la distribución de droga la realizan ollas trashumantes, es decir, personas que en bicicletas, automóviles, o a pie,  venden los narcóticos. Cerca a los colegios se han detectado vendedores que hasta en coches de bebé, camuflan la droga.

El debate de la seguridad en la ciudad

Según el ex concejal y miembro del Partido Verde, Juan Carlos Florez, lo que se presenta en ciudades como Medellín y Bogotá son entornos mafiosos que están irrigando toda la urbe. No hay carteles o grandes capos como en los ochenta y noventa al estilo de pablo Escobar, sino la presencia de la mafia en muchos escenarios de la ciudad, actuando como una red. Florez añade, que en Colombia se está viviendo algo parecido al debate de los EE.UU en los años cincuenta, cuando Robert Kennedy era el secretario de la comisión del Congreso, y se puso sobre la mesa el tema de la presencia de diversos grupos étnicos como los italianos y judíos ligados a la mafia en las grandes ciudades. Estos grupos llegaron a infiltrar varias organizaciones como el sindicato de transportes, para mover las drogas por pleno territorio estadounidense.

León Valencia, director de la Corporación Nuevo Arco Iris, opina que Bogotá se ha convertido en el gran mercado nacional del narcotráfico, ligado a actividades propias de la venta de drogas como el lavado de activos y otras de las bandas criminales. En el caso del lavado de dinero, la investigación pudo concluir que éste es ahora realizado por organizaciones especializadas en ello, ya no es un tema particular de cada jefe o miembro de la mafia, se deja en manos de estructuras muy organizadas, que cobran un porcentaje por ello.

Tres grandes conclusiones plantea el estudio. La corrupción institucional es la que promueve el ascenso y estabilización de la criminalidad urbana. La informalidad en la economía, permite que las economías ilegales entren con fuerza a los circuitos de la ciudad. Por último, los márgenes en la descentralización de los negocios y mercados ilegales, en sus niveles más bajos, hacen difícil el control de los fenómenos delincuenciales.