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Magistrado Nilson Pinilla sufre de anomalía

Semana
16 de septiembre de 2010

No me refiero en este post a que el magistrado Nilson Pinilla padezca de una anomalía, entendida como malformación, alteración biológica, congénita o adquirida sino a que sufre de una anormalidad o falta de adecuación a la verdad. Para comprender esta afirmación es necesario comprender qué son la sexualidad, la función sexual, la salud sexual y por último, las relaciones entre los seres humanos.

Como puede verse en el anterior párrafo, basado en las definiciones de la Real Academia de la lengua, las palabras anomalía y anormalidad son sinónimas sino que además pueden usarse en diversas acepciones; tal vez por ello el Magistrado Nilson Pinilla, presidente de la Corte Constitucional en 2009, se atrevió a afirmar en su salvamento de voto -que aparece en el Acta de la Sentencia C 336 de abril de 2008- que estaba de acuerdo con que a las personas homosexuales se les reconociera seguridad social, pues “estas personas sufren de una anomalía y requieren de la atención sicológica de esa afección”.

La afirmación del abogado Pinilla es inexacta porque no tiene fundamento científico. Cabe recordarle al magistrado que según la Organización Mundial de la salud la homosexualidad no es una anomalía y mucho menos aun una enfermedad pues la OMS no lo considera así desde 1992, año en que salió de su catálogo de enfermedades mentales, lo hizo siguiendo para su decisión a la Asociación Psiquiátrica Americana que la sacó de su lista de desórdenes mentales hasta 1973. La afirmación de Pinilla parece estar por encima de las sociedades científicas de más relevancia mundial.

La citada sentencia C 336-08 se produjo como resultado de la sesión, en la que se la Corte aprobó el reconocimiento de seguridad social para las uniones de personas del mismo sexo, en esa ocasión igualmente el magistrado Pinilla no se quedo solo en fundamentaciones acientíficas sino que además se apartó de la decisión mayoritaria dado que, a su juicio, “se inscribe dentro de la tendencia que busca llevar a normalizar lo que es anormal biológicamente, contrario a la naturaleza, que sólo concibe la pareja heterosexual, formada por hombre y mujer”. Para adentrarnos en la falaz idea “nilsoniana” de la sexualidad y entender que esta es una obsolescencia cristiana es necesario comprender qué son la sexualidad, la función sexual, la salud sexual y las relaciones sexuadas entre los seres humanos.

La sexualidad no es un hecho biológico, es una producción socio cultural. Recordemos que la sexualidad no es “algo” que aparece con la adolescencia; está presente en todos los momentos de nuestra existencia, desde que nacemos hasta cuando morimos. Se relaciona con el hecho de que los humanos somos seres sexuados. Los seres humanos además de tener un cuerpo y un sexo, hecho común con los demás animales, nos diferenciamos de estos no solo por nuestras posibilidades intelectuales, sino además por el desarrollo de nuestras funciones emocionales y operativas; estas funciones nos posibilitan la toma de conciencia, la vivencia y asunción de las emociones que generan el cuerpo, el sexo, el género, la orientación sexual y las expresiones comportamentales sexuales.

Las culturas y sociedades han determinado un “deber ser”  que expresa un modelo único de sexualidad; dicho modelo es eminentemente heterosexual, concibe la existencia de diferencias basadas en el sexo y en el género entre las mujeres y los hombres que determinan relaciones inequitativas entre los géneros, y por tanto, maneras de ser, comportarse, relacionarse, e inclusive, atribuyendo capacidades diferenciales  intelectuales, productivas y emocionales, desde las que se pretende perpetuar un modelo lineal positivista de la sexualidad.

La función sexual en hombres y en mujeres implica tanto la mente (pensamientos y emociones) como el cuerpo y las explicaciones culturales que le damos a la sexualidad. No me referiré a las funciones biológicas de eso se encargan los colegios que restringen la sexualidad a la anátomo-fisiología. El sistema nervioso, circulatorio y endocrino (hormonal) interactúan de forma conjunta para producir una respuesta sexual, la cual tiene cuatro etapas: deseo, excitación, orgasmo y resolución. De lo cultural ya hemos hablado y seguiremos haciéndolo.

La salud sexual, para la OMS, es la experiencia de un proceso continuo de bienestar físico, psicológico y sociocultural relacionado con la sexualidad. La salud sexual se evidencia en las expresiones libres y responsables de capacidades sexuales que conducen a la armonía personal y al bienestar social, enriqueciendo la vida individual y social. No es simplemente la ausencia de disfunciones y/o enfermedad. El término salud sexual implica un sentido de control sobre el propio cuerpo, un reconocimiento de los derechos sexuales y está fuertemente influenciado por las características psicológicas de un individuo, como su autoestima y su bienestar emocional y mental, además de la cultura y el ambiente donde vive.

La Asociación Mundial de Sexología WAS (1999) considera que el desarrollo completo de la sexualidad es esencial para el bienestar individual, interpersonal y social, e incluye temas como sexo, género, identidad sexual y de género, orientación sexual, erotismo, apego emocional, amor y reproducción. Se experimenta o se expresa en pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, actividades, prácticas, funciones y relaciones. La salud sexual se apoya en el autocontrol para decidir cuándo se comienza la actividad sexual, control sobre la elección que haga la pareja sexual, y control sobre la frecuencia de la actividad sexual. La salud sexual incluye el derecho a postergar y/o rechazar relaciones sexuales, particularmente si éstas pueden conducir a consecuencias negativas como un embarazo no deseado o una infección.

Como puede comprenderse la salud sexual de la que hablan los expertos en salud y sexualidad nada tienen que ver con las apreciaciones del abogado Pinilla.  

Las relaciones entre los seres humanos, cualesquiera que sea su orientación sexual, están mediadas por el deseo, el erotismo y el placer que determinan la toma de decisiones para el ejercicio de intercambio genital.

Toda relación sexual es un encuentro de unicidades, de diferencias vitales, por tanto debe contener para cada uno de quienes participan la posibilidad de decidir en igualdad de condiciones sobre el deseo, el placer, el erotismo y el intercambio genital.

Toda relación es a su vez un espacio de negociación sexual mediado por la cultura y las relaciones sociales en el que quienes participan no solo se reconocen o desconocen a sí mismos/as, sino que también  reconocen o no la diferencia con su(s) pareja(s), asumiendo la existencia de un punto de encuentro o desencuentro en el que el placer de cada uno(a) es posible o imposible de acuerdo con sus necesidades particulares pero también del reconocimiento de que todo intercambio afectivo, emocional, deseante u erótico altera a quienes participan y al medio (sociocultural y espaciotemporal) en el que se encuentran.

Todo acto de encuentro con el otro o la otra es un espacio posible de convivencia solidaria y democrática, sin embargo para algunos y algunas dicha posibilidad se transgrede convirtiéndose en un espacio de desencuentro, generalmente de mayor vulnerabilidad y vulneración física, emocional y social.

Toda relación es un espacio de poder, este puede ser ejercido verticalmente (dominación-dependencia), u horizontalmente (equidad en la toma de decisiones). Las relaciones horizontales parten del ejercicio de la particularidad del sujeto y requieren reconocer-se único, irrepetible, dinámico e histórico. Dicho dinamismo implica una permanente movilidad en la identidad y por tanto en su deseo y sus necesidades para el intercambio. De ahí que los seres humanos y sus relaciones no sean “estables” sino que varíen (son móviles) en función de los territorios sociales, corporales y relacionales de los/as sujetos, ya que están influenciadas por las relaciones sociales, la cultura, y las condiciones ecosistémicas (tiempo, espacio y sociedad), y esto aplica a cualquier relación en cualquier orientación sexual.