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Mensaje para navidad y fin año del 2010

Semana
22 de diciembre de 2010

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        En estos días entendí qué quería decir: “nada es peor que un villancico cuando se está deprimido”. Y por eso precisamente no hay que tomar tan a la tremenda la navidad y el fin de año.

        En la mañana llamé por teléfono a una empresa especializada en transporte terrestre de pasajeros para que mandaran un taxi a recogerme. Mientras esperaba a que confirmaran el servicio, con el auricular en la oreja envuelto en una toalla luego de ducharme, un hombre y una mujer declamaron por turnos la extensa lista de servicios que ofrecía la firma intercalados con trozos pseudofilosóficos, como por ejemplo “la oportunidad es una bella mujer de larga cabellera, no debes dejarla pasar”. Entre tanto al fondo oía: “jingle bells, jingle bells, jingle all the way, oh what fun it is to ride on a one horse open slay, ¡hey!; jingle bells, jingle bells, jingle all the way, oh what fun it is to ride on a one horse open slay, ¡hey!”. Hasta que por fin otra cálida voz grabada se apiadó de mí: “lo sentimos, en este momento no hay móviles disponibles, por favor inténtelo más tarde”. Así que luego de vestirme, y de un desayuno opíparo, bajé a la portería del edificio, y justo allí, bajo mi paraguas y sin mayor esfuerzo, en medio del mismo aguacero de dimensiones diluviales que ha inundado amplias zonas de Colombia, hice un gesto con la mano y el conductor de un taxi paró de inmediato. Entonces iniciamos el viaje en el tráfico furioso amenizado por otro villancico: “con mi burrito sabanero voy camino de Belén, con mi burrito sabanero voy camino de Belén; si me ven, si me ven, voy camino de Belén; si me ven, si me ven, voy camino de Belén; tuqui tuqui tuquituqui, tuqui tuqui tuquituqui”.

        ¡Hasta que por fin llegué a mi consultorio! Cuando tuve tiempo encendí el computador y encontré en Facebook que alguien compartía una entrevista a Umberto Eco publicada en 2008. En síntesis, en ella afirmaba que era razonablemente feliz con su vida entregada a las letras y la docencia, cosa que me dio esperanzas puesto que el ilustre filósofo italiano tenía setenta y seis años en ese momento. Luego, en la medida en que continuó el diálogo plácido con el periodista español, el escritor premiado precisó “el que se sienta totalmente feliz es un cretino”, sentencia tan desconcertante que sirvió para titular el artículo.

        Y me pareció un mensaje apropiado para la navidad y el final del año. Época difícil que rompe con la rutina cómoda del resto del año, y aún así las personas  normales deben ser felices. Además es un tiempo de cierre, de días propicios para hacer arqueo de caja sobre los aciertos y desaciertos. Se trata de una despedida de otra etapa que pasó, y un estímulo para la reflexión, que de una u otra manera hace recordar, anhelar, soñar, ficcionar, presupuestar para el año venidero. Ocasión que da deseos de reunirse con la familia y los amigos, es un momento para pensar tanto en lo que se tiene como en lo que falta. Un periodo contradictorio en que así como marca un cambio, la decoración y la música siempre es la misma; y así como es una celebración, también es una época nostálgica.

    Luego, ese mismo día, alguien que me dijo: “últimamente has estado muy sentimental, Santiago, por qué no publicas en Pura Vida algo serio, algo verdaderamente útil, como una receta para navidad”.  Y me pareció buena idea esta sugerencia, después de todo, la buena mesa es otra característica de la navidad y el final del año. Entonces escogí una receta austera y de baja intensidad de mano de obra, con tanto desastre en el país no estamos para extravagancias. Se trata de los Calamares a la Americana, un plato que llamó mi atención porque mientras los franceses sostienen que los gringos no saben de buena mesa, figura como Calmars à l’Américaine en el libro de cocina provenzal de Richard Oldney.

Para preparar cuatro porciones utilice 1 kilo de calamares limpios cortados en cilindros; 1 cebolla blanca grande y 2 dientes de ajo picados en dados pequeños,  parta 4 tomates maduros grandes sin cáscara ni pepas; aceite vegetal, que podría ser de oliva, pero tenga en cuenta que adicionar una cucharada de mantequilla aporta sabor, una alternativa precisa para los amantes de la cocina de alto riesgo; pimienta de cayena al gusto, ½ taza de cognac y 1/3 de taza vino blanco, un ramillete de tomillo, laurel y perejil anudado con un hilo, 4 cucharadas más de mantequilla, para darle textura aterciopelada a la salsa, sal y pimienta negra al gusto, 8 hojas albahaca picadas en tiras delgadas.

Saltee la cebolla en el aceite, agregue los tomates y el ajo. Adicione los calamares con sal y pimienta de cayena a fuego alto hasta que se pongan firmes, entonces agregue el cognac, préndalo y agítelos mientras se apagan; luego vierta el vino y déjelo reducir durante un 1 minuto, adicione el ramillete de tomillo, laurel y perejil. Cuando empiece a hervir la mezcla, y después de agitar suavemente raspando el fondo, baje el fuego y déjela apaciblemente. Después de 45 a 50 minutos, los calamares están listos, no ofrecen resistencia, entonces retire el ramillete y deje que la salsa se reduzca un poco más a fuego alto, ahora agregue la mantequilla, combínela y cuando la salsa adquiera la textura deseada condimente con sal y pimienta negra molida al gusto, para terminar, esparza la albahaca.

Sírva los Calamares a la Americana sobre una cama de arroz blanco para no desperdiciar la salsa y acompáñelos de una copa de vino rosado, bien frío.

        Para terminar, con este blog quiero mandarle un saludo para la navidad y el fin de año, con la esperanza de que logre sobrellevar esta época tremenda con cierta serenidad y felicidad razonable.

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