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Muamar el Gadafi

Semana
12 de abril de 2011

Unos cuatrocientos años antes de Cristo, Tucídides redactó Historia de la Guerra del Peloponeso. Obra que relató el suceso, y además originó la escuela de historiografía que propone que la historia es un género literario dependiente en gran medida de la versión del autor. Aún así, se justifica estudiarla. No porque permita anticipar el porvenir, después de todo, los eventos no se presentan en un círculo vicioso. Es solo que conocer el pasado permite saber sobre patrones con la finalidad de comprender acontecimientos.

 

Y así como durante el siglo XIX cuando hubo múltiples liberaciones de colonias, incluyendo la de Colombia en 1810, sucesos que se presentaron en cadena luego de la independencia de Estados Unidos y de la Revolución Francesa, parecería que en la actualidad en el mundo musulmán estuviera sucediendo algo semejante. El mal ejemplo cundió, como dicen los curas. Luego de que en Egipto una junta militar ad hoc sustituyera el gobierno de Hosni Mubarak, quien gobernaba desde 1981, después del magnicidio de Anwar el Sadat, en medio de una crisis financiera con la caída vertiginosa de la bolsa de valores de El Cairo. Así mismo en Túnez también hubo disturbios, al igual que en Siria y en Yemen, a donde el presidente está acorralado políticamente, mientras los palestinos atacaron a los israelíes una vez más. Parecería que el elemento común en estas protestas generalizadas es que presionan a sus gerontocracias después de décadas de regímenes represivos y corruptos, dejando a su paso fanatismo y pobreza, aun cuando muchos de estos países son petroleros.

 

Y de estos eventos violentos en oriente medio el más prominente es la guerra civil en Libia. Empezó como disturbios en Trípoli que luego se extendieron al resto del país, y del mundo, ya que en la actualidad los veintiocho miembros de la Otan, incluyendo a Turquía y Catar, intentan reducir las matanzas que Muamar el Gadafi ha iniciado. Sin embargo, la situación es compleja porque las fuerzas rebeldes están llenas de entusiasmo, ideales y buena voluntad, pero carecen de entrenamiento militar, armamento adecuado y liderazgo claro, a la vez que en el seno de la Otan nadie quiere hacerse cargo, asumir el mando y la responsabilidad política del asunto. De todas maneras, por ahora es una campaña que goza de cierta popularidad por su finalidad humanitaria.

 

Desde el punto de vista psicoanalítico, Gadafi es un personaje interesantísimo.

Se trata de un líder idealista y hábil, impredecible y déspota, que ejerce el poder de facto desde 1969. Y oficialmente no ocupa un cargo público, se refieren a él como Líder de la Revolución, Hermano Líder o Guía de la Revolución. Deambula por ahí protegido por un grupo de doscientas vírgenes encargadas de su seguridad, expertas en artes marciales, entrenadas para pilotear aviones, helicópteros y lanchas, al igual que poseen destrezas notables en el uso de armas de fuego, así como de armas cortopunzantes, y además son francotiradoras.

 

Por otro lado, la interpol lo busca. Tiene alerta naranja. La policía internacional congeló sus cuentas bancarias en otros paises, claro está que podría tener recursos enormes en Libia representados en lingotes de oro, que difícilmente pueden rastrearse o incautarse.

 

De su vida familiar se sabe que ha estado casado por lo menos dos veces, y que su segunda esposa era una enfermera que conoció en la clínica, cuando le operaron el apéndice hace años. Tuvo ocho hijos: Jana, quien murió en 1986 durante un bombardeo norteamericano a Trípoli, durante el gobierno de Ronald Reagan; Saifal Islam, el primogénito, su sucesor legítimo y el empresario que controla la mayoría de la propiedad accionaria de la televisión y los periódicos en Libia; Al Saadi, en cambio, es el jefe supremo de las fuerzas armadas; mientras Aisha se viste como una occidental y estudia para obtener un doctorado; al cabo que Hannibal, el menor, ha vivido en Suiza desde hace tiempo, donde adquirió cierta notoriedad por sus problemas jurídicos al golpear a dos empleadas domésticas; finalmente, a Muhammad solo le interesa el fútbol.

 

Gadafi nació en 1942 en el seno de una familia beduina, es decir pobladores nómadas del desierto. Luego estudió derecho y se formó en la escuela militar, hasta que en 1965 se adiestró en Inglaterra. Luego en 1969 participó en la revolución que derrocó al rey Idris, y llegó a la cúpula de poder de la junta militar que lo reemplazó.

 

Cuando empezó a ejercer su cargo, en la Cumbre de Rabat, se reunió con personajes como Nasser, Numeira y Arafat a quienes les propuso un mando militar unificado que apoyara a los palestinos en contra de Israel; iniciativa, que, como es sabido, no hizo carrera. Luego implementó su programa socialista en la década de 1970: retiró las bases militares extranjeras y nacionalizó la empresa privada, incluyendo la tierra, los bancos y, por supuesto, la industria petrolera, solo permitió pequeños negocios familiares; además inició un plan agrícola, prohibió el consumo de licor y promovió la igualdad femenina. Y el nivel de vida general aumentó con los ingresos petroleros.

 

En el principio se consideró el Che Guevara árabe. Incluso publicó su ideología, abarcando tres tomos titulados El Libro Verde. Quería ser el líder del socialismo de la región: trató de aliarse con Egipto, Sudán Siria e Irak para formar la Federación de Repúblicas Árabes, proyecto fallido que luego intentó de nuevo con sus vecinos norafricanos, Túnez, Argelia, Marruecos y Chad. También quería convertirse en el jefe de los estados tercermundistas no alineados con el capitalismo, a través del Movimiento de Paises No Alineados. Y en Libia promovió el Estado Socialista Ideal para el Tercer Mundo, la Tercera Teoría Universal, hasta que proclamó la Jamahiriya, el Estado de las Masa, concentrando aún más su poder. Además fue cercano al gobierno francés y al de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, también nombró como asesor al hermano del expresidente Jimmy Carter.

 

Durante la década de 1980, los Estados Unidos intentó derrocarlo. Entre tanto respaldó a Idi Amín en la guerra Uganda Tanzania. Intervino en Chad, al invadir la Franja de Aouzou, una región rica en uranio, al igual que en varios conflictos en otros paises africanos. Y se le ha acusado de patrocinar el terrorismo en otros paises, distintos al suyo, claro está. Ha financiado organizaciones como las Farc en Colombia, el Ira en Irlanda, la Eta en España y los grupos terroristas palestinos en Israel. Se dice, por ejemplo, que aportó a la Masacre de Múnich de 1972, a la bomba en la discoteca La Belle en Berlín en 1986, a la explosión del vuelo 103 de Pan Am en 1988, a la del 772 de UTA en 1989 y al atentando de Lockerbie. Y, como si fuera poco, ha tratado de desarrollar armas de destrucción masiva.

 

Pero también ha sido agresivo con sus compatriotas. Ha realizado una purga exhaustiva durante sus cuarenta años de dictadura. Aun cuando en 1993 y 1996 se presentaron los atentados más notorios en su contra. En todo caso, se calcula que en la actualidad hay unas trescientos cuarenta y tres víctimas de asesinato político y por lo menos tres organizaciones que se oponen al caudillo desde Ginebra, mientras muchos disidentes están en la cárcel, en especial Fathi Eljahmi.

 

Pero con el advenimiento del siglo XXI abandonó el terrorismo y la confección de armas de destrucción masiva. Por así decirlo, se reintegró al oficialismo de la comunidad internacional al mejorar sus relaciones con Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania. Y las petroleras extranjeras regresaron a Libia. Parecería que como a veces le sucede a los jóvenes liberalísimos, con el reposo de la madurez se hacen pragmáticos, escépticos, migran políticamente hacia la derecha. Y en 2002 recorrió África acompañado de cuatrocientos escoltas, cuatro aviones, sesenta carros blindados, un arsenal y un buque con sus provisiones, con la misión de difundir un mensaje de unión panafricanista, como siempre tratando de gratificar sus fantasías mesiánicas.

 

Por último, y de regreso a Tucídides, es posible que exista un patrón entre los dictadores. Y que a juzgar por sus excentricidades, extravagancias, abusos y crueldades, sin mencionar su pasión por mandar, es muy probable que Gadafi, como muchos tiranos, considere la jubilación el reposo antes del reposo eterno. Así que es difícil pensar que tenga el carácter como para retirarse a vivir la vida de un abuelo cariñoso que durante sus ratos libres redacta sus memorias junto al Mediterráneo, mientras en sus horas hábiles se dedica a la docencia en una prestigiosa universidad, en una cátedra sobre asuntos geopolíticos. Es más probable suponer que solo saldrá muerto de su cargo, luego de haber sacrificado al mayor número de civiles que pueda. Así como sucedió con Adolfo Hitler: para llegar a su búnker hubo necesidad de tomar Berlín, una operación militar de los aliados que costó unos doscientos cincuenta mil muertos y la destrucción casi completa de la ciudad, hasta que por fin, los patólogos rusos confirmaron que habían encontrado el cadáver de Führer.