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Ni tan sutil contradicción editorial de El Tiempo sobre la paz

Semana
21 de mayo de 2012

En el editorial del domingo 13 de mayo, “Un alinderamiento necesario”, pedía que:

 

“la definición del marco jurídico para la paz sirva también para trazar una línea limítrofe -ideológicamente hablando- (entre) quienes se identifiquen con la Casa de Nariño (…) y los que estén con el inquilino previo de la morada presidencial”.

 

En otras palabras, proponía una división de la Unidad Nacional por el tema de la paz. Le pregunté ese domingo temprano por chat a un ex viceministro uribista de este gobierno, Rafael Guarín, qué pensaba al respecto.

 

“Excelente”, me respondió. “No me suena ese tema de partidor de aguas”, le contesté.

 

Hoy Santiago Montenegro lo dijo claro en El Espectador:

 

Los partidos y movimientos políticos pueden estar en desacuerdo en todo, pero —sin excepción— tienen que estar de acuerdo en la estrategia hacia la paz.

 

Y eso pasa por un gran acuerdo nacional de todos los demócratas, Gobierno y oposición, alrededor del jefe del Estado”.

 

Así que el 13 de mayo El Tiempo estaba proponiendo, con cierta arrogancia, el tema que no es para “dejar claros los nombres de las bancadas que desean seguir en la Unidad Nacional”.

 

Y este lunes 21 de mayo, en su editorial, “Hora de la grandeza”, dice:

 

“ (…) debe haber un propósito nacional, cuando están de por medio la defensa de la institucionalidad, la vida y la tranquilidad de los ciudadanos”.

 

Ayer no le importaban los uribistas en la Unidad Nacional, bien podían irse, no eran necesarios; hoy le pide grandeza a Uribe para que sus “energías sean, más bien, un aporte en favor de la causa de derrotar a los violentos”.

 

Se dirá que no hay contradicción, porque “sólo los imbéciles no cambian de opinión si han cambiado las circunstancias”. Y tuvimos, entre un editorial y otro, el atentado a Fernando Londoño y el carro-bomba desactivado que iba contra la Policía.

 

No me parece que aplique en este caso la máxima de los no imbéciles. A menos que se crea, contra toda evidencia, que las Farc dejarán el terrorismo, hay que darlo por descontado en cualquier momento.

 

Ahora, pedirle esa grandeza a Uribe es ingenuo o no sincero. Él es un político combativo, impulsivo, para quien la grandeza debe ser otra cosa, probablemente lo que está haciendo.

 

Si es la hora de la grandeza, y con frecuencia lo es, le corresponde a Juan Manuel Santos, que tiene otros referentes históricos. Churchill, Lincoln, Rooselvelt.

 

Si en lugar de darle cuerda para imponer la sexta aprobación del marco para la paz, le hubiera dicho a Santos que llamara a Uribe a Casa de Nariño para un “acuerdo de titanes”, habría prestado un mejor servicio.

 

Le habría costado mucho a Uribe decir que no atendía una invitación así a Casa de Nariño. Suspender el marco hasta mejores condiciones y quitarse el sirirí de Uribe, un buen acuerdo.

 

Santos debe saber que tiene una gran debilidad en el entendimiento popular: “está ahí por Uribe”. Lo he oído en dos departamentos, de modo espontáneo y en tono que le daría escalofrío al Presidente.

 

¿Jugarse la presidencia por una paz incierta y con Uribe en contra? No parece una buena mano (de póquer). Sin importar la distancia respecto del gobierno que use El Tiempo, eso parece claro.