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Nuestra posición frente a los abusos

Semana
12 de abril de 2010


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Comentarios de mi primo Juan Fernando Barrios, bloguero invitado para ésta semana en Pura Vida, en respuesta a la publicación de la semana pasada sobre abuso de menores por parte de religiosos:

“Ante las recientes noticias de los escándalos de abuso sexual infantil y juvenil por parte de algunos sacerdotes, la comunidad en general y la católica en particular se ve tristemente resentida. Pero, ¿qué respuesta se podría dar ante los terribles escándalos que se han presentado al interior de la Iglesia?

Basándome en la homilía del Sacerdote  Franciscano Padre Roger J. Landry, pronunciada en la Parroquia del Espíritu Santo en Fall River, MA (Estados Unidos), podemos encontrar algunos puntos de reflexión.

Recordemos cómo Jesús en oración con su Padre eligió a los doce discípulos que lo acompañarían en su vida pública y a los cuales les revelaría las intimidades de su corazón. Los instruyó y les dio los dones y carismas necesarios para su noble misión, como curar a los enfermos, llevar la Buena Nueva del Evangelio y expulsar los demonios. Ellos vieron el ejemplo cercano de Jesús al predicar con palabras y con obras múltiples milagros y sobre todo la fidelidad a su Padre Celestial en todo.

Pero sin embargo, a pesar de todo, uno fue un TRAIDOR. Judas habiendo recibido las mismas enseñanzas y el mismo amor que los otros once, entregó a Jesús a los verdugos los cuales después lo crucificaron. Hasta el último minuto Jesús intentó corregir la actitud de Judas cuando le dijo “¿amigo a qué has venido?, pero con un beso hipócrita lo depositó en manos de sus captores.

Jesús eligió a Judas para que fuera virtuoso y ejemplar como todos los demás apóstoles, pero usó su libre albedrio para permitir que Satanás entrara en él y su traición terminó haciendo que Jesús fuera ejecutado en el madero de la cruz.

Como vemos, A VECES LOS ELEGIDOS DE DIOS LO TRICIONAN.

Esto es algo evidente que ha sucedido desde el inicio mismo de la Iglesia. Sin embargo los primeros cristianos no se quedaron eclipsados por el acto cometido por Judas, sino que se sorprendieron por los prodigios realizados por los otros once después de Pentecostés y por Matías, quien sucedería a Judas después de que éste se ahorcara. Si todos se hubieran centrado en la traición de un solo hombre, la Iglesia habría terminado antes de empezar a crecer.

En vez de esto, la Iglesia reconoció que no se juzga algo POR AQUELLOS QUE NO LO VIVEN       , SINO  POR AQUELLOS QUE SI LO VIVEN, por lo cual se centró en los once fieles apóstoles después de Pentecostés. Y digo después de Pentecostés, pues recordemos que todos abandonaron a Jesús, Pedro lo negó y Juan regresó al pié de la cruz gracias a la fortaleza que suscitó en su corazón María, la madre de Jesús.

Poco más que dos mil años después somos confrontados por la misma realidad: sacerdotes elegidos por Dios, abusando de aquellos a quienes estaban llamados a servir. Sacerdotes que traicionan a Jesús en su ministerio sacramental. Pero, ¿qué actitud debemos adoptar? Centrarnos en los escándalos de éstos consagrados o centrarnos en aquellos buenos sacerdotes, virtuosos y santos (conozco muchísimos) que con su amor desinteresado y silencioso han hecho tanto bien a familias enteras en sus comunidades.

Desafortunadamente el escándalo ha acompañado la historia de la Iglesia. Pero donde abunda el pecado, sobreabunda la Gracia de Dios. Es así que cuando la Iglesia amenaza ruina, Dios suscita y eleva a tremendos Santos, que con la Luz de Cristo disipan las tinieblas producidas por el mal comportamiento humano.

Por ejemplo, San Francisco de Sales (año 1600) fue un santo a quien Dios hizo surgir justo después de la reforma protestante, la cual no brotó por aspecto meramente teológico ni de fe, aunque las diferencias teológicas aparecieron después, sino por aspectos morales. El Papa Alejandro VI desdibujó el “legado de Pedro” pues simplemente fue un hombre malvado quien tuvo nueve hijos de seis diferentes concubinas. Llevó acciones contra aquellos que consideraban sus enemigos y sin embargo éste Papa nunca enseñó nada contra la fe.

En aquellos tiempos los sacerdotes vivían abiertamente relaciones con mujeres. Algunos trataban de obtener ganancias vendiendo bienes espirituales y había una inmoralidad terrible entre los laicos católicos. Un sacerdote agustino, Martín Lutero, al viajar a Roma y ver que la Iglesia a quien tanto amaba había caído tan bajo en cabeza de alguien tan malvado, decide separase y fundar su propia iglesia.

Entre los santos que Dios suscitó para combatir esta idea equivocada de abandonar la Iglesia que El mismo fundó está, como lo habíamos dicho,

 

San Francisco de Sales, quien recorrió Suiza, donde los calvinistas tenían muchos adeptos, predicando el Evangelio, exhortando a la verdad y el amor. Muchas veces fue maltratado y golpeado y dejado casi por muerto, pero su fidelidad y entrega no lo hicieron renunciar.

El nos da una enseñanza que es necesaria recordar en estos tiempos de crisis: “aquellos que cometen ese tipo de escándales son culpables del equivalente espiritual a un asesinato, destruyendo la fe de otras personas en Dios con su pésimo ejemplo”. Pero al mismo tiempo advirtió a sus oyentes: “yo estoy aquí entre ustedes para evitarles un mal aún pero. Mientras que aquellos que causan el escándalo son culpables de asesinato espiritual, los que acogen el escándalo, los que permiten que los escándalos destruyan su fe, son culpables de suicidio espiritual”.

Otro santo que vivió en tiempos de una gran inmoralidad en Italia central alrededor del año 1200 fue San Francisco de Asís, a quien Dios directamente le pidió “reconstruir su Iglesia que amenazaba ruina”. La vida de San Francisco de Asís es por todos ampliamente conocida y muy popular, pues su ejemplo y virtud lo llevaron a encarnar “la pobreza evangélica” a imitación de Cristo. Su testimonio de vida elocuentemente opacó la perversidad de muchos a tal grado que una vez uno de los hermanos de la orden de Frailes Menores le hizo una pregunta: “Hermano Francisco”, le dijo, “¿qué harías tú si supieras que el sacerdote que está celebrando la Misa tiene tres concubinas a su lado?”. Francisco, sin dudar un solo instante le dijo pasito y despacito: “cuando llegara el momento de la Sagrada Comunión, iría a recibir el Sagrado Cuerpo de mi Señor de las manos UNGIDAS del sacerdote”.

¿Qué nos quiso decir con esto San Francisco de Asís? Que el sacerdocio es Santo, aunque el sacerdote no lo sea… que el sacerdocio (como Sacramento) es y seguirá siendo Santo por los siglos, aunque el sacerdote (como humano) no lo sea, debido a la falta de virtud por descuido en su oración personal, garantía de su unidad con Dios.

Nos invita San Francisco de Asís también a no cometer la desafortunada torpeza de realizar “suicidio espiritual” al alejarnos de la fuente de los sacramentos, particularmente la Confesión y la Eucaristía (los dos así, inseparables) pues están hechos “a prueba de sacerdotes infieles”.

Recordemos cómo Jesús actuó a través de Judas expulsando demonios, sanando enfermos y predicando la Buena Noticia. Así también sigue actuando a través de los sacerdotes, aunque se encuentren en pecado mortal. Al igual que el Papa celebre Misa o un anciano sacerdote venerable lleno de dones y carismas producto de una vida entregada a la Voluntad  de Dios haga lo propio, Cristo mismo actúa y nos da su Cuerpo y su Sangre a través del sacerdote infiel, siempre que éste tenga la intención de producir el milagro eucarístico a través de sus manos CONSAGRADAS.

Pero como laicos y católicos practicantes, ¿qué posición deberíamos adoptar? Después de reflexionar tenemos claro que hay dos posiciones: la de la naturaleza humana y la de la Divina o de la Gracia. La primera siempre va un paso delante de la segunda y nos mueve a reaccionar de forma primaria e inmisericorde frente a estos actos abominables. La segunda naturaleza, la Divina, iluminada por la oración que aclara nuestra conciencia, nos hace llegar a la intimidad del corazón de Jesús.

El mismo que un día dijo: “no mires la paja en el ojo ajeno sino la viga en el propio”, “con la misma vara que mides serás medido”, “no juzgues y no serán juzgados”, “no condenes y no serás condenado”, “el que está libre de pecado que lance la primera piedra”, “el misericordioso  alcanzará misericordia”… y en una revelación privada dijo: “mis pequeños, no habléis mal de MIS sacerdotes, pues cuando de vuestras bocas no sale algo que construye, estaréis destruyendo. Cuando no consoláis y alentáis a mi pueblo, vosotros mismos labráis afiladas piedras para herir mi corazón”.

La crisis que afronta la Iglesia en la actualidad es una crisis de SANTIDAD. Tanto de los sacerdotes, como de los laicos. Por tal motivo la comunidad entera ya no quiere OIR hablar de Dios sino quiere VER a Dios, en el testimonio de vida de los integrantes de la Iglesia Católica.

Aunque según fuentes emitidas en la Emisora Radio María solo el 0.06% de los sacerdotes son pederastas y que en los Estado Unidos la Iglesia Católica ocupa el puesto número 11 entre las instituciones americanas que han cometido esta clase de abusos por parte de sus integrantes, se hace necesario que la Iglesia actué mejor cuando estos casos sean reportados y permitir que la justicia ordinaria haga su labor de protección a los más vulnerables, como son los niños, por tratarse de las víctimas más desafortunadas.

¿Cuándo fue la última vez que oramos por nuestros sacerdotes? Santa Teresita del niño Jesús decía que oraba con predilección por ellos pues si un sacerdote se santificaba, atraía muchas almas a Dios, pero si un sacerdote se pervertía, se llevaba tras de sí muchas almas.

Por eso la invitación final es a orar más por los sacerdotes y a colaborar con el apoyo a las víctimas de tales abusos. Pero aún todo esto no es una respuesta suficiente. La gravedad de los acontecimientos nos exige la santidad, tanto la suya como la mía, como respuesta contrastante, contundente y definitiva. Dios no pide imposibles y ya nos lo propuso en su momento: “sed perfectos, como mi Padre del Cielo es perfecto”. Y para esto necesariamente debemos frecuentar los sacramentos.

La decisión está en nuestras manos…”