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Poncho Rentaría No es gay

Semana
23 de septiembre de 2007

A mi no me corresponde hacer una afirmación como la que titula este blog, de la que no conozco la verdad o falsedad que le acompaña. ¿A quién carajos, distinto de él mismo, le importa si es gay?
 
Parece que much@s lectoræs piensan que R es Rentaría, que el único Poncho Rentaría importante para hablar de él es ese que parece tener gran recordación y que además, a mi debería preocuparme como a ell@s les preocupa lo que él hace en su intimidad.
 
Recordemos que en Colombia la intimidad está protegida constitucionalmente y por tanto es delito hacer el outing, mejor dicho sacar a una persona del closet, o para que quede más claro aún, hacer publica la información sobre la intimidad de alguien; de eso precisamente hicieron alarde los lectores y las lectoras que con nombre propio escribieron sobre los gustos de dicho señor.
 
Grave problema el de l@s lectoræs que entendieron que se hablaba de ese Rentaría, porque con sus comentarios evidencian que les fue imposible leer lo que el texto del blog anterior dice, y que por consiguiente no pudieron ser críticos con el mismo, ya que entendieron precisamente lo que éste no quiso decir, y lo hacen porque desde sus prejuicios y el alto sentido del chismoseo seguramente necesitan otro pobre pendejo de quien hablar.
 
Que conste además, para los que tienen problemas con el idioma y eso les dificulta leer, que no hablo de pendejo como bello púbico o como persona astuta y taimada sino en el sentido de tonto, porque vaya problemas que nos causa ser tan cuadriculados cerebral y emocionalmente cuando de usar la lengua se trata, e insisto además en que hablo de usar la lengua en la escritura.
 
La lengua como la identidad sexual de los seres humanos es móvil. Dice mi amiga la Filóloga española Angie Simonis “La lengua está viva y evoluciona según las necesidades del uso de los hablantes, igual de galimatías nos parece ahora el castellano antiguo y tuvo que cambiar para adaptarse a los tiempos. Afortunadamente nuestra sociedad está cambiando para incluir en la lengua a personas que fueron marginadas como las mujeres y las personas transgénero”.
 
Y digo yo y a la vez reflexiono: si sólo existe lo que la palabra nombra ¿no es una vulneración al derecho a la vida negarle a alguien la posibilidad de existir en el lenguaje? Nuestra lengua castellana tiene algunos artículos en sus formas de singular en masculino, femenino y neutro (el, la, lo). En ex
presar lo que no necesariamente es neutro precisamente está uno de los problemas gramaticales en la comprensión de los géneros y el uso del lenguaje.

Por ejemplo, ¿cómo se nombra a quien no construye para sí una identidad en masculino o femenino si no lo hace en una posibilidad en la que ha transitado desde los vericuetos de la masculinidad, a asumirse en algunas de las posibilidades de la feminidad, pero sin identificarse tampoco como femenino?
 
Es evidente que dicha persona no es un "el" o una "ella". Para ser respetuoso de esa identidad pero también en la búsqueda de alternativas comunicativas y de reconocimiento a su existencia, yo le he denominado en alguna de mis publicaciones “les chiques”, porque no son los chicos ni las chicas sino algo distinto.
 
De esta discusión del lenguaje, el género y los derechos sexuales, me preocupa además que sean precisamente algunas mujeres, siendo éstas las mas vulneradas con el lenguaje y su reconocimiento como uno de los muchos géneros, a quienes les moleste que se hable y escriba en masculino y femenino para recalcar la presencia de la mujeres, pero también de las personas con identidad que han transitado hacia y se asumen en la feminidad.
 
Se requiere cortar muchos árboles para obtener el papel en el que se imprimen las revistas, los periódicos, los libros...; así que, además de alcanzar una actualización del lenguaje a las necesidades sociales y culturales es del más mínimo sentido ecologista ahorrar papel y tinta.
 
Se gasta mucho de ambos cuando en una frase se debe escribir, por ejemplo: reconocer al otro como un verdadero otro (que se refiere solo a los seres masculinos), a la otra como una verdadera otra (es decir de igual manera a las seres femeninas) y a les otres como autentiques otres (porque se es un “otre” si se desea diferenciar que no se es un otro ni una otra); si en cambio, desde una convención gramatical, se puede dar reconocimiento a todos, todas y todes al escribir, reconocer al(a) otr@ como un(a) verdadera otr@.

 
Por supuesto tendríamos la tendencia inicial a leer arroba en donde está el símbolo @, pero la situación es más sencilla de lo que parece, si usted desea leer el texto en femenino pronuncie la @ como una "a" y si prefiere hacerlo en masculino pues léalo como una "o" y si usted esta transitando en el genero y hoy se siente en masculino lealo en este genero y si decide leer en un día en que se siente en masculino pues lea así, ya que usted lee pensando en sus necesidades.
 
Usar el signo arroba como una letra más del lenguaje permite hacer conciencia de que se habla de todos los géneros, darles existencia y por tanto presencia. Esta es precisamente parte de las búsquedas realizadas para avanzar en el reconocimiento de las diferencias y unicidades; la falta de ello conduce a violencias como las expresadas por varios de l@s lectoræs que en la estrechez de sus ideas y emociones no pueden exigir a sus atrofiados cerebros la posibilidad de usar una “letra” adicional en el alfabeto o de ampliar su capacidad lectora y escritural.
 
Cabe anotar que cuando la palabra no existe se requiere crear una nueva para decir justo aquello que queremos decir, o es que palabras como Internet, blog, chat, no son precisamente creaciones en el lenguaje que actualmente son de uso cotidiano y sobre las cuales, por no tener un contenido sexual, no nos preocupamos dilucidar.