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Psicoanálisis

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23 de noviembre de 2010

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Un hombre consultó al psicoanalista por tristeza y ansiedad, un miedo constante e inexplicable acompañado de dificultad para relacionarse: sus colegas decían que no colaboraba en el equipo de trabajo, mientras la señora se quejaba de que era distante y severo. Cuando empezó el proceso psicoanalítico con frecuencia recordaba su adolescencia junto a su padre alcohólico y agresivo, eventos dolorosos que asociaba con la partida prematura de su casa paterna; mientras tanto, trataba al analista como si fuera un adversario impredecible y peligroso, se alejaba de él a la vez que lo tomaba por un benefactor, todo esto sin notarlo ni tener mala intensión. Por su parte el analista no veía estas conductas como obstáculos ni insultos, por el contrario pensaba que a través de ellas este hombre recordaba maneras arcaicas de relacionarse, trayecto que debía recorrer para aliviarse, además al hacer consciente que lo veía como a su enemigo el miedo se desvaneció, transformando su perspectiva sobre sí mismo y los demás: el mundo se hizo menos inhóspito para él, experiencia que generalizó a otras relaciones por fuera del consultorio, entonces se volvieron más cómodas y equilibradas, construyendo una versión más benévola de su historia personal. Pero no solo lo ayudó el aprendizaje intelectual, también fue el emocional, lo más fértil resultó al movilizar los afectos durante las sesiones y, en segundo lugar, el conocimiento consciente que adquirió.

Psicoanálisis es el método desarrollado por Sigmund Freud para trabajar el inconsciente. Una técnica con más de cien años de investigación y desarrollo, aun cuando estos progresos pasaron desapercibido para el público puesto que los analistas se aislaron voluntariamente. Proceder llamativo, si se tiene en cuenta que Freud fue una celebridad en su época, una figura popular leída ampliamente, tal vez como a ningún otro colega en la historia. ¡Y este es un reto interesante! Pero, como decía, en el imaginario colectivo el psicoanálisis se limitó al modelo freudiano, que, como cualquiera, fue producto de sus circunstancias, así que varios aspectos de su pensamiento se revaluaron, mientras otros se preservaron; después de todo trabajó en Viena, mientras Santiago Ramón y Cajal descubría la célula nerviosa y mucho antes de que Watson y Crick hallaran la doble hélice del ADN; de modo que sus conocimientos sobre neurofisiología y genética eran incipientes, si se comparan con la actualidad. Aun así, hoy se considera que su legado fundamental es esta forma particular de sensibilidad y de explicar las vicisitudes humanas con sus complejidades inconscientes, que aun cuando ajenas a la razón, determinan de muchas maneras la forma de funcionar. Se trata de mecanismos psicológicos que tienden a repetirse también en las sesiones, un ambiente controlado donde se estudian y se elaboran para beneficio del analizando, y nótese que los analistas preferimos no llamarlos pacientes por considerar que la persona siempre es más amplia que su enfermedad.

Y en especial durante la última década han aparecido en las grandes bases de datos de conocimiento científico en las áreas de la salud, como Cochrane, unos ciento sesenta artículos randomizados con controles de casos, es decir con diseños metodológicos impecables, sobre los que se construyeron seis metanálisis, técnica estadística que le da aún más poder predictivo a los hallazgos de estos trabajos individuales. Estas publicaciones señalan el beneficio terapéutico por encima de otros enfoques de la salud mental en muestras numerosas de psicoanalizados, ante una gama amplia de trastornos mentales y en cuarenta sesiones o menos; además se estudió su efecto hasta nueve meses después de haber terminado el proceso, encontrando que el beneficio creció todavía más aun luego de la interrupción del análisis, apoyando la idea de que desencadena operaciones mentales que perduran y ensanchan la capacidad de pensamiento.

Existen verdades básicas y personales en la mente de cada uno, y se entienden intuitivamente, sin embargo no forman un cuerpo conocimiento acabado, y lo desconocido también causa sufrimiento. La introspección psicoanalítica, mucho más compleja que la introspección mística o la catarsis, el alivio que produce narrar, no es un atajo, un retoque cosmético, una parada en el spa para calmar los nervios ni una vacuna contra la adversidad, tampoco es un anacronismo dispendioso, eterno, caro, anecdótico, no científico. No está mandado a recoger. Por el contrario, se trata de un proceso delicado y complejo que apenas empieza a difundirse ya que su beneficio terapéutico se ha subestimado de manera crasa. Así que el psicoanálisis nada tiene que ver con las caricaturas que con tanta frecuencia se trazan en el cine de Woody Allen, por ejemplo, o en las tiras cómicas, cuando Papá Noel le dice a su analista mientras yace en el diván: ¡ahora también dudo de mí mismo!

Tal como otras terapéuticas exitosas, alivia síntomas como ansiedad y depresión, pero además favorece el desarrollo de fortalezas psicológicas, como la capacidad de construir relaciones más gratificantes, la de aprovechar con mayor efectividad los talentos personales y la de afrontar los desafíos de la vida con mayor libertad y elasticidad. Así que de un psicoanalista no espere consejos, tareas, ejercicios ni mantras porque la finalidad de las sesiones es aumentar la autonomía y lograr una vida más satisfactoria.

Su mecanismo de acción se basa en explorar emociones, contradicciones, inquietudes, así sean aterradoras, al igual que la tendencia a evitar pensamientos angustiosos, verbigracia, al dejar de asistir a las sesiones o el silencio, pero también hay resistencias sutiles, como concentrarse en eventos periféricos alejando la atención de lo esencial o poner el énfasis en elementos externos en lugar del aporte personal a los acontecimientos, como alguien que explicaba su segundo divorcio a través de una configuración planetaria nefasta, entonces la pareja estaba mal aspectada según su carta astral. Se busca aprender sobre por qué y cómo se evita lo que mortifica, se identifican patrones de conducta modificando la perspectiva, para que la persona viva el presente con plenitud.

Los problemas de salud mental tienden a enraizarse en vínculos conflictivos, como cuando la persona no expresa emociones así que rara vez las satisface, entonces tiende a deprimirse, y el carácter aflora en el consultorio, como en cualquier otro escenario, por eso la relación analista analizando es el eje del trabajo. Se llama transferencia. Y tiene innumerables formas, como cuando alguien está aterrado con la vulnerabilidad que implica la intimidad o alguien asustado con la posibilidad de ser rechazado entonces se comporta muy juicioso en las sesiones. En todo caso, para lograrlo se pide al analizando que hable libre y espontáneamente, en el orden que prefiera, y de la manera que le sea más cómoda, pues toda la información que lleve a la sesión es útil para el proceso: las fantasías, los sueños, las ensoñaciones, los deseos, añoranzas y miedos, las anécdotas, en fin todo aporta información invaluable. Todo evento es una oportunidad para elaborar patrones de relaciones conflictivas.

Por último es importante informar que este blog es reseña de un artículo titulado Beyond Freud, Psychodynamic Therapy, Getting To Know Me, publicado en el último número de la revista Mind Scientific American, en noviembre de 2010. Documento redactado por el doctor Jonathan Shedler: profesor asociado de psiquiatría de la facultad de medicina de la Universidad de Colorado y director de su Servicio Ambulatorio de Salud Mental.