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"El Tiempo abusó en el Frente Nacional": historiador César Ayala

Semana
21 de marzo de 2009


Por Daniel Mera Villamizar
 
El historiador extenso de la política colombiana del siglo XX, César Augusto Ayala Diago, lanza un libro que incomodará a muchos en las tumbas y en algunas mesas de clubes, principalmente: Exclusión, discriminación y abuso de poder en EL TIEMPO del Frente Nacional. Un mazazo a la memoria política del país, con el sello editorial de la Universidad Nacional.

 
El público no ha terminado de leer las 550 páginas del primer tomo de su trilogía sobre Gilberto Alzate y la derecha colombiana de los años treinta, y Ayala nos pone frente a 350 para mostrar que "El Tiempo era lo más parecido a Dios, y abusó".

 
El análisis crítico del discurso, los cuadros y las reproducciones de primeras páginas, noticias, editoriales, fotos y caricaturas son una invitación irresistible al pasado.

 
En este diálogo se asoma el debate intelectual sobre la evaluación o interpretación de nuestra historia contemporánea.

 

 

Daniel Mera: El título del libro, ¿qué tanto tiene de retórico?

 
César Ayala:
 Hablamos en un lenguaje retórico lexicalizado, es decir, ya no sabemos cuándo estamos en el mundo de la retórica.

 
El título del libro es deliberadamente retórico. Todo el mundo pilla el juego de las palabras. Los caracteres de El Tiempo son los del periódico.

 
DM: Así que puede ser un título inofensivo.


CA: Puede ser inofensivo y ofensivo a la vez

 
DM: ¿Como los titulares retóricos de El Tiempo de 1962?


CA: Esos sí que eran ofensivos. Estaban diseñados para acabar con la oposición con solo leerlos. No había necesidad de pasar a los contenidos de las noticias. La estrategia era acabar con la oposición a punta de titulares.

 
DM: Los excluidos, discriminados y abusados en su análisis son el grupo de un reciente dictador y el movimiento de Alfonso López Michelsen. ¿Esto no matiza las cosas?

 
CA: La Anapo y el Movimiento Revolucionario Liberal, MRL, eran movimientos conciliatorios integrados por liberales y conservadores de la clase política. Pero una parte muy reducida considera que el poder les pertenece, y proceden a discriminar, aislar, excluir. Y cuentan con un capital simbólico que es El Tiempo para legitimar su hegemonía.

 
En los orígenes de las guerrillas colombianas está la exclusión que caracterizó al Frente Nacional. Las FARC, el ELN, el EPL, primero y el M-19 después. Detrás del MRL vino el ELN, por ejemplo, y detrás de la ANAPO, el M-19.

 
DM: ¿Sin marxismo y sin revolución cubana en todo caso habríamos tenido estos grupos guerrilleros?


CA:

Sí, claro. La revolución cubana estimula y el marxismo ilumina, pero si hubiéramos tenido una clase política con vocación democrática real y amplia no habría sido necesario un movimiento guerrillero.

 
La guerrilla es producto de la exclusión. En los sesenta existieron posibilidades para la creación de un sistema de partidos diversificado, pero apenas unas elites gozaron de los privilegios del poder.


DM: Todos los diarios eran partidistas (El Tiempo, El Espectador, El Siglo, El Colombiano, La República, Voz Proletaria), y excluían y discriminaban a los contrarios. ¿No eran las 'reglas del juego' de la época?


CA:

Sí, justamente, pero esas reglas de juego eran las de la guerra. Entre nosotros, la guerra no era la continuación de la política, sino la política la continuación de la guerra.


DM: Una buena frase retórica.


CA:

Es la aplicación a nuestro medio de la concepción que del poder tiene Foucault. Hacemos la política como nuestros antepasados hicieron las guerras civiles; sólo que de manera más sutil y sofisticada, no a campo abierto, pero tan tenaz y mortal como antes.

 
DM: Es un grado de civilización alcanzado. Porque siempre habrá conflictos para resolver sin matarse.


CA:

Es un grado doloroso de civilización. Un proceso civilizatorio a la colombiana: eliminando físicamente al adversario.


DM: Si los colombianos lectores de prensa, clases medias y altas, constituían una fuerte 'comunidad epistémica' de apoyo ideológico al Frente Nacional, después de la experiencia de la Violencia y el gobierno autoritario de Rojas, ¿no podría ser más espontánea que deliberada la estrategia discursiva de El Tiempo?


CA:

El Tiempo es el periódico del poder en Colombia. Es el decano de la prensa colombiana. En él no hay nada espontáneo. Menos en la época de la que habla el libro. El rojismo no estaba jugando a la reconquista del poder y el emerrelismo a una segunda etapa para la Revolución en Marcha. No bromeaban.

 
DM: ¿El cubrimiento de dos elecciones (1962) de 12 del Frente Nacional no es poco para un juicio del papel de El Tiempo en 16 años?


CA:

No. Más vale el diablo por viejo que por diablo. Soy experto en las elecciones del Frente Nacional. Tengo libros al respecto: El populismo atrapado que trata de las elecciones de 1970.


Otro es Resistencia y oposición al establecimiento del Frente Nacional, donde trabajo las elecciones de 1958, 1960 y 1964. Un tercero: Nacionalismo y populismo, cubre las de 1966.


En cualquiera de esas elecciones se encuentra lo mismo, a veces peor. Se trata de un caso de estudio, que sintetiza todo el comportamiento del Frente Nacional y el papel jugado por su principal medio de expresión.


DM: ¿Triunfó El Tiempo en su rol ideológico o perdió en 1970?


CA:

Hubo más condiciones en los 60s para defenderse de las estrategias de exclusión de El Tiempo. La circulación de la prensa del MRL y de la Anapo en algo compitió con ese periódico.


Hubo múltiples periódicos e incluso programas radiales. El que todavía hubiese la posibilidad de hacer la política desde la plaza pública, desde la calle, neutralizó el poder de El Tiempo para 1970.

 
Además, el Frente Nacional estaba con el sol a sus espaldas, desacreditado, en declive. Hubo la posibilidad de una gran alianza de oposición que fue la que llevó a que las elecciones de 1970 pusieran en peligro la hegemonía del bipartidismo oficial que defendía El Tiempo.


DM: ¿Le parece que el ‘establecimiento’ sigue siendo santista (de Eduardo Santos)?


CA:

 Las cosas han empeorado. Todas las condiciones favorecen a la hegemonía de El Tiempo en los medios de comunicación. Y en el poder. Hay una concentración, una monopolización de los medios.

 

Y algo peor: se uniformiza el pensamiento, todos los colombianos, casi todos, resultan pensando lo mismo y hablando de lo mismo; hasta los medios radiales orientan su información sobre la base de lo que dice este diario.

 
Con todo, era la sociedad colombiana de antes más polifónica, más diversa, pero terminó ganando la pelea por la hegemonía el periódico del poder que siempre ha sido El Tiempo.


DM: Pero el libro dice que el Frente Nacional fue monológico y los diarios no eran tan polifónicos.


CA:

Por su naturaleza la sociedad es polifónica. Son la monopolización y centralización de los medios las que impiden la polifonía, que la obstaculizan y que terminan uniformando el pensamiento, haciendo que todo el mundo esté de acuerdo con la verdad oficial. La presencia de una sola verdad no hace a las sociedades más democráticas. Democracia es disenso y no consenso.

 
DM: Suena a sobrevaloración de El Tiempo, a deificación.


CA:

El Tiempo era lo más parecido a Dios: quitaba y ponía, pontificaba, enaltecía y envilecía. Otros también lo podían hacer, y de hecho lo hacían, pero no tenían el poder simbólico suyo. Hay abuso de poder; el país no tiene cómo defenderse de una aplanadora como la del periódico.


Por el diario pasa el poder; en sus páginas son los grandes señores del poder los que aparecen en positivo. El otro aparece sí, pero en negativo. En los sesentas ya no estaba El Liberal, ni La Razón, ni Batalla, ni Jornada. La representación liberal descansa sobre todo en El Tiempo, más que en El Espectador, que también era partidario del Frente Nacional.


DM: A su juicio, ¿qué ha cambiado en la dominación de 1962 a 2009?


CA:

La dominación es mayor. Existen pocas posibilidades para el equilibrio del poder. ¿Dónde están los medios de la oposición: los canales de televisión, las emisoras, los programas de uno y otro, los periódicos?


¿Habrá esperanzas de un gobierno de otra índole? De ninguna manera si no se democratiza la política mediática en el país. Ese es el mensaje que he querido dar en mi libro.