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¿Representa Santos a Álvaro Uribe?

Semana
13 de octubre de 2010

Responderé la pregunta de dos formas: la primera, pretendiendo explicar cómo es posible políticamente que el presidente Santos, promueva inciativas legislativas en el congreso que marcadamente trazan una distancia ideológica con el ex presidente Uribe; y segundo, explicitando tres aspectos milimétricamente diferenciales entre Santos y Uribe. Prometo que ninguno de estos tres aspectos a los que haré alusión, son el cliché de formadores de opinión, que vislumbran simplemente un cambio en el tono, la moderación y el estilo de liderazgo entre ambos.

Las condiciones de posibilidad políticas que le han permitido a Santos promover iniciativas reformistas de gran escala son: a. un clima de opinión sumamente optimista sobre su gestión parcial de buen gobierno y sobre la selección meritoria de los cuadros ministeriales y consejeros (su indicador de imagen positiva supera al de Uribe); b. los bajos niveles de fragmentación partidista que consiguió con su apuesta por la coalición interpartidista en la denominada “Unidad Nacional”. Me concentraré en las bondades de este último.

Para Pablo Oñate y Giovanni Sartori, los niveles de fragmentación, competitividad y polarización partidista en las elecciones y el congreso (por fragmentación entienden, los grados de concentración y dispersión del poder político medido como la fuerza relativa de los partidos político en función de: a. · de votos obtenidos; b. número de escaños obtenidos; c. distancia ideológica de los dos o tres primeros partidos de votación -partido de la U, partido conservador, partido liberal) y de igual manera, de los dos primeros en relación-U y Conservador- con el último partido relevante -en este caso, el Polo-) son indicadores indispensables para analizar el futuro de la estabilidad y gobernabilidad democrática. En otros términos, los niveles de fragmentación, polarización y competitividad interpartidista son condición de posibilidad del éxito y la efectividad con la cual se tramitan iniciativas reformistas.

Ahora bien, el gobierno de Unidad Nacional (en adelante, UN), se presenta como estrategia política eficiente para darle fluidez a las relaciones Ejecutivo-Legislativo, sin requerir de la mediación clientelista exacerbada. Y lo es por tres motivos: i) UN es la refundación del Partido Liberal; ii) la ley de bancadas es un mecanismo de atadura para evitar la toma de posición personalista de los congresistas; iii) la forma de negociación está filtrada por la mediación directa de los líderes de partido, lo que hace que la ley de bancadas opere de mejor forma.

Para aquellos que analizan UN como la vuelta trasnochada al Frente Nacional o como más de lo mismo: clientelismo y corrupción, es de sugerirles que analicen factores como el que expuse de Oñate y Sartori. Segùn esto, el partido liberal se refunda por: la distancia ideológica entre partidos con mayor votación y con un peso decisivo a la hora de pasar con mayorías simples los proyectos de ley, permiten que antiguas tendencias del partido durante los años 80 y 90 se reacomoden estratégicamente: hablo de Cambio Radical que es producto de la tendencia galanista-. Es de recordar el origen galanista de Juan Manuel Santos. Esta refundación es indispensable para Santos ya que él se anticipa estratégicamente a Uribe en el sentido en que entiende, que el 50% de la bancada del partido mayoritario está atado a sus posiciones políticas, así como, la tendencia de Andrés Felipe Arias en el Partido Conservador, están alineados en cónclave urbista.

Què quiere decir esto? Que UN es una estrategia de Santos para asegurar su gobernabilidad durante los próximos 4 años, pues mientras menos dependa de Uribe, mayor probabilidad de éxito tendrá su proyecto de reformas –por eso, la necesidad de refundar el Partido Liberal y de alinearse con la tendencia pastranista en el Partido Conservador, a juzgar por los nombramientos de Restrepo y Echeverry por ejemplo-. Este rasgo de compatibilidades partidistas desalieneadas de lo que fue el período Uribe, demuestra en primera instancia, cuan equivocados están quienes consideran a Santos el despliegue milagroso de Uribe III. Pasemos entonces, al segundo punto:

Una primera diferencia cualitativa entre Santos-Uribe, son la naturaleza y el tipo de apoyos subnacionales que tienen. Uribe, encuentra sus apoyos en: i) élites locales que se reacomodaron por la influencia paramilitar; ii) facciones políticas del liberalismo y el conservadurismo que aprovecharon la destinación específica del presupuesto de la Nación para incrementar sus redes de apoyo electoral –de ahí la lógica de los Consejos Comunales-. Santos, por el contrario, encuentra sus apoyos subnacionales en gremios, clase media urbana progresista, pobres urbanos, sectores desideologizados de las fuerzas armadas, entre otros.

Una segunda diferencia, también cualitativa, es la composición de élites nacionales que apoyaron a ambos gobiernos. La de Uribe, fue una élite nacional desgastada por el proceso equívoco de negociación de paz en el Caguán, así como unos gremios que pierden capacidad de influencia en la elaboración de políticas públicas –el texto de Angélica Rettberg del 2006, es diciente-, que tienen que ser reclutados por políticos emergentes de las regiones –como Uribe- también gracias a las ventanas de oportunidad que abrió un sistema político personalista y hiperfraccionalizado.

Una tercera diferencia, son los usos distintivos del lenguaje. La columna de hace 15 días de José Obdulio, donde afirma que con tres períodos de seguridad democrática es suficiente –advertencia tácita a Santos-; los llamados “talleres democráticos” donde no vincularán a cambio radical y al partido liberal en las próximas elecciones regionales; la recomendación de escribir un libro sobre las hazañas de las fuerzas militares –no dejarse opacar por el éxito de la operación Sodoma- son formas de enviar señales disuasivas empleando los medios de comunicación y la opinión pública.

Estos tres elementos analíticos permiten lanzar esta afirmación: Santos no es la ratificación de Uribe III, y peor aún, es la esperanza de Uribe III el primer factor de obstáculo con el que contará Juan Manuel Santos para lograr el éxito de su apuesta reformista.

Esta columna de opinión está dedicada al senador Jorge Robledo, a mi amigo Daniel Isaza, y a todos los escépticos que afirman que con Santos se va cambiar todo para que nada cambie pues según ellos, la estirpe uribista es un atributo propio de su liderazgo político.

Publicado por Juan David Velasco
Politólogo - Investigador
Universidad Javeriana