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Santos versus Mockus como agentes de cambio

Semana
26 de abril de 2010

La semana pasada Antanas Mockus dio una muestra de lo que llaman “determinación de ganar”: dijo que no tocará los parafiscales del Sena, un cambio que luce necesario en un marco amplio de formalización del empleo, pero que lo exponía a un rumor negativo como los que ayudaron a  derrotar a Peñalosa (contra Samuel Moreno) en 2007.

Casi al tiempo,  el ex candidato del Polo Carlos Gaviria señaló en semana.com que Santos y Mockus “ tienen propuestas que tienden a dejar el statu quo sin cambios significativos”.

El tema está servido.  Suponiendo que existe consenso sobre las reformas necesarias, ¿quién sería mejor Presidente para liderarlas? Si bien Santos se declara continuista, es de esperar que elegido sería fiel a sí mismo (y adelantaría la agenda del club internacional al que pertenece).

La gran función del Presidente es triple: movilizar al gobierno y al Estado, al sector privado (empresarial) y a la sociedad civil. Movilizar hacia objetivos de largo plazo, que no se consiguen sin la convergencia de esos tres ‘órdenes’.

En términos simplificados, “movilizar” hoy al gobierno y al Estado es ponerlos completamente al servicio del interés general (difícil de definir a veces), eliminando la corrupción e introduciendo mucha más racionalidad técnica.  Esto implica un choque con la clase política, en primer lugar.

¿Quién podría lograrlo mejor, Mockus o Santos? La credibilidad está del lado de Mockus, lo que basta electoralmente, pero no después.  Santos podría alegar que solamente alguien de adentro de la clase política, como él, tiene chance de reformarla.

Tan complejo sería para Mockus manejar el choque con la clase política sin paralizarse (por el Congreso), como para Santos mantener su coalición sin darles lo que quieren.

Sin embargo, la respuesta intuitiva es “lo haría mejor Mockus”, pero hay  que estar alertas a los planteamientos menos generales que hagan al respecto.

“Movilizar” al sector privado empresarial es proporcionarle las condiciones (de seguridad, de infraestructura y macroeconómicas),  los incentivos balanceados (no sólo tributarios) y la regulación no entorpecedora (tampoco ingenua) para que crezca y cree riqueza que se comparta.  Esto implica un choque con sectores privilegiados.

En general,  hay que estimular los impulsos de las empresas a innovar, competir, crear empleos, ser responsables ambiental y socialmente, hacer negocios inclusivos, no corromper funcionarios públicos, no evadir impuestos y cumplir la ley. Se necesita más que “confianza inversionista” para sumar al sector privado a la causa del país.

La riqueza se comparte a  través de los salarios y remuneraciones, la inversión social de las compañías en sus entornos, las utilidades de los medianos y pequeños proveedores, los dividendos para cientos de miles de accionistas minoritarios (que faltan), y los impuestos razonables.

¿Quién podría lograr mejor todo eso, Mockus o Santos? Aquí la credibilidad profesional está del lado de Santos, por su paso por los ministerios de Comercio Exterior, Hacienda y Defensa.

Mockus podría alegar que tiene más independencia frente a los intereses económicos, una distancia necesaria para hacer reformas, y que su pensamiento en esta materia es básicamente “ortodoxo”.

La respuesta intuitiva es “lo haría mejor Santos”, pero hay que estar atentos a su discurso en relación con “los grandes empresarios urbanos y rurales que han recibido tantos favores del gobierno” (H. Gómez Buendía).

Movilizar a la sociedad civil colombiana, de modo sostenido, es recrear y vigorizar los vínculos cívicos y sociales que canalicen las energías altruistas de todos para hacer que el Estado y los mercados funcionen bien y exista una “nación revitalizada”. Es decir, un cambio cultural.

El uso del “poder integrador” de la sociedad, como escribió en razonpublica.com Freddy Cante, del equipo de Mockus, citando al economista K. Boulding.

Dado que Mockus es el símbolo de este cambio, Santos solamente tiene el recurso  de apelar al cambio de mentalidad que cristalizó Álvaro Uribe entre los colombianos frente a la “violencia revolucionaria”: no se negocia con ellos el país que queremos ser.  Los derrotamos. Punto.

La cuestión es que Mockus tiene una credibilidad sin fisuras en no ceder al chantaje violento.

Hagan ustedes sus propias cuentas globales de quién sería mejor agente de cambio. Lo que no exime de mirar reforma por reforma de la agenda nacional quién pinta mejor para llevarla a cabo-

Igual, como sabemos, el voto es un poco menos racional. Como la elección de pareja.