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Secuestrados por nuestra historia?

Semana
18 de octubre de 2009


Cuando Michael Porter entregó en 1997 su estudio de competitividad para Bogotá, hizo una afirmación que la llevo conmigo desde entonces:  “hay que hacer visible lo invisible para hacer conversable lo inconversable”. También me acuerdo de Ronald Heifetz ,otro profesor americano,  cuando afirmaba que “la esencia del ejercicio de liderazgo está en confrontar las contradicciones de una comunidad con relación a los valores que dice profesar y sus comportamientos en la realidad”.

Quiero apoyarme en los comentarios anteriores para ir desnudando nuestra realidad con el ánimo de abrir un espacio de conversación diferente en este Blog. Quiero contribuir a hacer visible lo que muchos no quieren ver. Y lo hago con el ánimo de correr el velo que permita apreciar el inmenso costo que estamos pagando como sociedad si no cambiamos nuestra manera de pensar.

En artículos anteriores he venido construyendo una linea de pensamiento en relación a la manera en que debemos abordar nuestra realidad. He tratado el tema fundamental de las nuevas competencias que se requieren para tener éxito como sociedad en el mundo actual y su proyección hacia el futuro. También hice mención al inmenso costo que estamos pagando por nuestra indiferencia ante la corrupción.

En el último artículo abrí la caja de Pandora al evidenciar el pésimo ejemplo que estamos teniendo, de las personas que hoy están a cargo de la dirección política de nuestro país. Esta situación no es fácil de tratar hoy en nuestra sociedad. Por esta razón los antivalores hoy marcan nuestra realidad y nos mantienen amarrados a ella.

El punto que quiero resaltar es el siguiente. Una sociedad que aspire a un proceso de desarrollo sostenible en el largo plazo, debe permitir que sus ciudadanos adquieran las competencias relevantes para ser exitosos en un mundo cada vez mas cambiante. Pero  lo debe ofrecer enmarcado en una infraestructura de valores que le den fundamento a ese proceso.

Una educación, sin un sistema de valores que sean visibles y conversables, no garantiza el éxito en el tiempo. Por esta razón es fundamental el desarrollo de la capacidad crítica, como competencia social, enmarcada en unos valores como la transparencia, la tolerancia, el trabajo duro, entre otros. El control social, en esas condiciones es posible y es deseable.

Desafortunadamente, muchos colombianos se deslumbraron, en el corto plazo, por los logros en la seguridad obtenidos en el primer periodo de Uribe. Pero se les olvidó que hay otros valores necesarios para tener una sociedad viable y sostenible en su desarrollo.  Igualmente en Bogotá, dimos como un hecho que, la cultura de transparencia construida por Mockus y Peñalosa, se iba a seguir consolidando en nuestra ciudad. Y hoy estamos confrontando otra realidad.

No quiero desconocer la importancia de un valor fundamental como lo es la seguridad y el orden social. Es un mínimo vital, pero no es es el único para progresar. Es cierto, por su ausencia, la desconfianza en nuestro país era tan evidente que Colombia se veía como un país no viable. Pero como el pasado nos amarra y define las conversaciones relevantes que tenemos como sociedad, el tema no se enfrenta abiertamente.

Y en Bogotá, una mayoría de votantes decidió hace seis años, que era mas relevante experimentar que consolidar el proceso de cambio cultural y físico de nuestra ciudad. Y desafortunadamente, los temas como la cultura ciudadana, la transparencia de la gestión pública y el valor del espacio público como motor de nuevos comportamientos, dejaron de ser relevantes. La consecuencia: dos administraciones del Polo que han ido demoliendo los logros anteriores.

Insisto, nuestras conversaciones en Colombia están secuestradas por nuestra historia y por ende, también nuestras acciones colectivas. Los últimos 60 años han dejado una profunda huella en nuestra psicología colectiva. Y particularmente desde mediados de los 70,s, la irrupción del negocio del narcotráfico ha labrado en nuestra cultura unos rasgos muy desafortunados. La evidencia de esta afirmación la podemos observar hoy lamentablemente en todos lados.

La cultura y los valores de una nación se refleja cada vez mas en los temas que los medios de comunicación resaltan todos los días. Y una buena ventana a esta realidad la podemos ver en en nuestras series de TV con mas sintonía como “ Sin tetas no hay paraíso”, “El Cartel de los Sapos”,  “El Capo” y “Las Muñecas de la Mafia”.  También el cine nacional muestra esta situación en películas como “María llena eres de gracia”, “Soñar no cuesta nada” y otras cuyos nombres se me escapan.

Y si seguimos con el material probatorio que muestra como nuestra realidad nos mantiene atados como una ancla al pasado, simplemente hay que recorrer las portadas de las revistas como Semana, Cambio y los titulares de los principales periódicos del país. Para no mencionar los programas de la Radio y noticieros de la TV, donde estos titulares se amplifican.

El dinero fácil, la gratificación instantánea, la cultura del atajo como la denomina Mockus, la perdida del valor de la vida humana, la indiferencia ante el dolor ajeno y la agresividad, sintetizan los antivalores que los medios nos muestran todos los días. Eso es lo visible. Lo no visible es que no reconocemos que estamos anestesiados. El resultado, nos cuesta mucho trabajo conversar sobre estos temas de manera que podamos re escribir nuestra realidad.

Si se hiciera una encuesta en Colombia sobre la relevancia de valores como la honestidad, la lealtad, la tolerancia, la democracia, la justicia, para mencionar solo unos pocos, me sorprendería si no se encontrara una respuesta unánime sobre su importancia para poder convivir en sociedad. Y sin embargo, cuando vemos los comportamientos ejemplificados en la TV, los medios y en el actuar de los políticos, nos encontramos con una realidad muy distinta. Parecería que los colombianos nos caracterizáramos por llevar una doble personalidad....

Este doble discurso es el que hay que condenar. Por esta razón es que soy tan crítico de lo que hoy observo en el panorama nacional y local en Bogotá. Una sociedad que progresa es la que es capaz de tener coherencia en su comportamiento colectivo, que ejemplifica unos valores que definen su realidad y sustentan su desarrollo. ¿Cual es su opinión?