Home

Blogs

Artículo

Tomar en serio la Unidad Nacional para llegar al consenso

Semana
21 de junio de 2010

Llevamos muchos años deseando un consenso de las principales fuerzas del país que oriente a los sucesivos gobiernos y nos lleve al desarrollo.

Tal vez la Unidad Nacional de Santos sea la oportunidad del consenso. Así que deberíamos tomar en serio el llamado y profundizar en la cuestión.

Primero,  se necesitará más sentido de urgencia.  Un acuerdo de ese tipo suele hacerse para sacar al país de una grave situación.  Ante problemas acuciantes, los líderes aceptan una brújula dominante.

En nuestro caso,  la elección de Santos fue más un parte de tranquilidad.  Uribe no dejará que se argumente que  Colombia está en  “grave situación”. El pueblo eligió al que se presentó como continuador de su legado.

Juan Manuel Santos, entonces, tendría el reto de promover el consenso acudiendo al sentido de grandeza, de ambición nacional, y no al sentido de “supervivencia”.

Segundo, el texto de los 10 puntos de la propuesta de Unidad Nacional está lejos de ser  un acuerdo programático.  En este momento, salvo en las proyecciones fiscales, es casi como un “cheque en blanco”.

El contenido del Pacto de la Moncloa, España, 1977, por ejemplo, fue bastante indicativo de lo que se haría en los diferentes campos.  Como es natural, el trabajo apenas comienza.

Tercero, la Unidad Nacional podría adoptar, en principio, una de dos formas esenciales: o político-burocrática de corto plazo o político-programática de largo plazo.

En la primera, a cambio de representación en el Ejecutivo, los partidos apoyan la agenda  que diseña el Gobierno.  Difícilmente un proyecto de ley los haría renunciar a un Ministerio, a seguir en la coalición.

En la segunda, los partidos se comprometen con principios de reformas y políticas específicas, fundamentales para el rumbo del país, y quedan en libertad para ofrecer alternativas en otras materias, si su estrategia e identidad se los exige.

La unidad político-burocrática se presta para tener el “87% del Congreso”, lo que no es conveniente, pues la democracia necesita control político, fiscalización, oposición potentes.

El consenso anhelado requiere una mayoría sólida, tal vez a veces cambiante,  no una mayoría abrumadora que desdibuje a los partidos o les impida fortalecerse como instituciones no clientelistas.

El presidente electo dijo: “Necesitamos un Congreso fuerte y deliberante”.  En ese caso, la “Unidad Nacional” no debería cohibir el control político y la fiscalización.

La otra posibilidad es que el consenso se entienda como la concertación en cada caso.  Sería un paso.  Pero no sería un acuerdo para el desarrollo de largo plazo. No sería algo histórico.

Habrá que ver cómo evoluciona esta realidad política inédita.