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Un muerto más, si importa

Semana
21 de febrero de 2008

Réquiem por un amigo asesinado: Reflexiones en torno al asesinato de Fredys Pineda

Fredis Darío Pineda, quien se desempeñaba como consultor al servicio de la Defensoría del Pueblo y en la implementación de un proyecto de Cooperación con la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR), en favor de la población desplazada por la violencia en la región del Urabá antioqueño, en Colombia, y un reconocido líder de la comunidad LGTB, ha sido asesinado.

Fredys Pineda realizó durante muchos años acciones a favor de derechos humanos de la población LGBT en la ciudad de Montería y participó del proceso del sector LGBT en Planeta Paz. También impulsó campañas en salud sexual y reproductiva, especialmente en asuntos de VIH /SIDA en el departamento de Córdoba. Adicionalmente, fue asistente de investigación del informe de derechos humanos de lesbianas, gays, bisexuales y transgeneristas en Colombia 2005, realizado por Colombia Diversa. 

Ya nada puede extrañarnos, la violencia se ha vuelto un espacio cotidiano de nuestra vida social. Las violencia, todo tipo de violencias, hacen parte de la forma de combatir a quien piensa, actúa o siente diferente a nosotros/as. Pero el combate ha dejado de ser ideológico, lo dejó de ser con relación a los homosexuales y las transvestis trabajadoras sexuales, hace muchos años; ya entre 1986 y 1989 los grupos paramilitares en Colombia conformaron grupos de limpieza social que asesinaron a más de 600 de los/las nuestras/os. 

La homofobia se disfrazó de “limpieza social” y los crímenes de odio dejaron de ser noticia en los medios masivos de comunicación. Los mismos homosexuales se excusaron por su poco interés al asumir que esas “otras” asesinadas no eran como ellos, porque sus transgresiones eran “de otro orden”, igual “era verdad”, ellos permanecían en el estatus quo; su closet estaban bien ordenados, caminaban derechito y se escondían muy bien en los ghettos comerciales. 

Los lideres siempre han sido la carne de cañón, es probable que se siga pensando, como en aquella época, que las transvestis no ejercieron inicialmente ningún liderazgo, pero transgredir el orden de la moral establecida, del deber ser de la masculinidad y de la falocracia es un acto supremamente trasgresor. Poner la cara desde el discurso del cuerpo y del vestido sigue siendo otra forma de asumir el liderazgo de la contracultura. 

Frente a la tortura o el asesinato, por ejemplo, hay que tomar partido, y especialmente se requiere la comprensión del acto criminal y de su autor, torturador o asesino. De no ser así, dice Martín-Baró (1985), fácilmente condenaremos como asesinato la muerte causada por el guerrillero, pero condonaremos y aun exaltaremos como acto de heroísmo la muerte producida por el soldado o el policía, aceptaremos la frecuente excusa de que los asesinatos de homosexuales son crímenes pasionales o que las transvestis trabajadoras sexuales son asesinadas por ser delincuentes.                               

Espero que el asesinato de Fredys Pineda sea un llamado a la lucha política, a la lucha por nuestros derechos, a la denuncia y sobre todo a la comprensión de las diversas formas de violencia, que no sólo son contra los otros, sino contra todos/os nosotras/as.