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Una historia de senos

Semana
3 de octubre de 2011

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Hace un año la vida de mi familia cambió de manera radical. Una frase, una simple frase, modificó la manera cómo cada uno de nosotros veíamos el mundo. “Mi mamá tiene cáncer”. Al principio parecían cuatro palabras sin sentido, inconexas, lejanas. Pero cada hora que pasaba desde el momento en que estalló la noticia como una bomba, contenida en un sobre con el resultado de una biopsia, las palabras empezaban a tener  más fuerza y a retumbar en mi cabeza, en mis oídos y en mi corazón, como cuando pasa una banda de guerra enfrente de uno. ¿Qué quería decir esa frase? ¿Era una condena? ¿Era un aviso? ¿Era un castigo? ¿Por qué ella? ¿Por qué mi mamá?

 

Pero la historia de mi familia con el cáncer de mama no comenzaba allí. Mi mamá no era la primera. Siete años atrás mi tía, la menor de las hermanas de mi mamá, había sido diagnosticada con cáncer de mama en etapa tres. Y eso no era lo único, al tiempo que ella luchaba por su vida y se sometía con valor a una mastectomía radical, mi abuela moría invadida por un cáncer que sospechamos empezó también en su seno, pero que se descubrió cuando ya no había nada que hacer más que despedirse y mantenerla lo más cómoda posible y acompañada hasta el final.

 

¿Qué tenían en común las tres para que sus vidas se vieran marcadas por esta enfermedad? Muchos de ustedes que leen esto, y saben algo sobre el tema, probablemente intuyeron que una mutación hereditaria en el gen BRCA 1/2. Pues amigos, les cuento que en este caso no es así. Ni mi mamá, ni mi tía resultaron positivas para esta mutación. Esto significa que más allá de ser hermanas e hijas, estas tres mujeres sólo tuvieron en común la mala suerte. La misma mala suerte que tienen cada año 7000 mujeres en Colombia que son diagnosticadas con este tipo de cáncer, y aún más las 2500 que mueren al año por este mal, según estadísticas la Organización Mundial de la Salud.

 

Bueno, también tenían en común, tanto mi tía como mi mamá, que desde muy jóvenes les diagnosticaron enfermedad fibroquística en las mamas. Una condición muy común, en la que, básicamente, en los senos crecen pequeñas protuberancias benignas, que deben ser revisadas periódicamente y en algunos casos se deben operar. Ambas habían tenido operaciones previas para extraer estas masas. Pero el problema de las mujeres que sufren de esta condición es que esas masas pueden calcificarse o mutar y convertirse en cáncer. Eso fue lo que ocurrió en mi familia. Por eso es que el autoexamen, por más repetitivo que suene, salva vidas.

 

El cáncer de seno, la verdad cualquier tipo de cáncer, no solo cambia la vida del paciente. Cambia la vida de todas las personas que lo rodean. Creo que una de las experiencias más duras por las que puede pasar una persona es la quimioterapia. Y eso que yo solo puedo suponer todo lo que se siente y se vive en el proceso, pues lo experimenté en cuerpo ajeno. No se trata solo del dolor y el malestar, que incapacitan a un ser humano hasta la máxima expresión, sino de todo lo que conlleva a nivel emocional una enfermedad que no solo hace a una persona, seamos honestos, rozar la muerte, sino que también afecta su autoestima, su confianza y su aspecto.

 

¿Qué me ha enseñado el cáncer? Que hay que agradecer cada día que podemos vivir rodeados de nuestros seres queridos. Que hasta la persona más fuerte no está exenta de sufrir una enfermedad como esta. Que ir al médico es muy importante, porque el cáncer, en todas sus presentaciones, puede ser vencido si se encuentra a tiempo. El tiempo es clave y cada día cuenta.  Pero, sobre todo, me ha enseñado a tener un respeto especial por las personas que pasan por el proceso de recuperación, por quienes luchan contra esta enfermedad, por quienes viven con ella. Esto no es sólo una pelea, es una guerra, y requiere valentía, esfuerzo y ganas. Y puedo decir con orgullo que mi tía y mamá son heroínas de esa guerra. Mi tía ya se alejó un poco del campo de batalla, mi mamá sigue en la trinchera y sigue peleando como la gran guerrera que es.

 

Y en este mes que empieza, que es el mes de la lucha contra el cáncer de mama, quiero saludar a las tropas que continuan, igual que mi mamá, en el campo de batalla y luchan día a día por seguir en esta tierra. Por vivir. Y también quiero saludar a todos los esposos, hijos, sobrinos, hermanos, nueras, yernos, novios y amigos que acompañan a estos luchadores día tras día, que solo pueden imaginar esta guerra, pero que sienten como propios cada punto en una operación, cada chuzón y cada pelo que se cae.