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Una película sobre la enfermedad de Alzheimer

Semana
12 de diciembre de 2011

 

Se estima que una de cada diez personas mayores de sesenta y cinco años tiene enfermedad de Alzheimer, y luego la frecuencia aumenta, a los ochenta y cinco, una de cada dos podría tener síntomas de ella. De manera que se trata de cambios degenerativos del cerebro que hacen parte del envejecimiento, alteraciones cognoscitivas, es decir de las funciones mentales, en especial de la memoria reciente. Claro que debe aclararse que hay otros tipos de demencias, y que no todos los olvidos ni peculiaridades en el comportamiento se relacionan con este mal.

 

En la película La Versión de mi Vida, Barney’s Version, http://www.youtube.com/watch?v=J9sZp0s15y4, Barney, interpretado por Paul Giamatti, tenía más de sesenta y cinco años, era obeso y sedentario, afecto del whisky y el tabaco, era un hombre con una vida vertiginosa, pues estuvo casado en tres oportunidades, además era llevado de su parecer, de ideas fijas. Y es frecuente encontrar comportamientos insólitos que aparecen en la juventud de las personas con Alzheimer, que solo viéndolos retrospectivamente pueden relacionarse. Además seguramente tenía cierto terreno genético, pues su padre, un policía jubilado, personificado por Dustin Hoffman, tenía una personalidad bastante pintoresca, que tal vez podría rayar en la demencia. Por otra parte, de su madre no se supo nada, ella murió antes de que el protagonista cumpliera treinta, cuando empezó la película, y seguramente esta fue una experiencia traumática de su juventud. En suma, Barney poseía todos los factores de riesgo para el Alzheimer.

 

Su primer matrimonio, bastante fugaz por cierto, sucedió en Roma. Su novia, el papel de Rachelle Lefevre, estaba embarazada de su íntimo amigo afrodescendiente. Se supo, porque el bebé nació muerto y fue evidente su origen racial. Resulta que, como él vino a confirmarlo más tarde, ella era  autodestructiva, suicida, drogadicta y muy promiscua. Barney lo intuía, pero aún así se casó con ella, se sentía responsable, al fin y al cabo, era su amorcito.

 

Luego regresó a Canadá. Allí creó su empresa de televisión, la llamó, Producciones Increíblemente Innecesarias, un negocio exitoso que financió toda su vida y la de su familia. Porque él no solo se caracterizaba por la regularidad de sus hábitos irregulares, también por la disciplina para el trabajo, que no lo apasionaba, pero sí le permitía pagar las cuentas.

 

Para el segundo matrimonio, escogió a una mujer atractiva, interpretada por Minnie Driver, que según el padre de Barney, su mayor atributo eran sus senos espléndidos, se trataba de una dama bastante insoportable, caprichosa y apegadísima a sus padres judíos, ricos y muy conservadores. En la fiesta del matrimonio Barney se convencio de que no era la persona para él, pero qué podía hacer, ya era tarde, ya estaba casado. Y para la ocasión, su padre le regaló un revólver. Además conoció a Miriam Gant, el papel de Rosamund Pike, fue un amor a primera vista, y esa misma noche intentó fugarse con ella. De modo que como era de esperarse, este matrimonio fue casto, opaco y frustrante, hasta que por último, ella le fue infiel en su casa de campo frente a un hermoso lago, ubicada en una zona a donde con frecuencia había incendios forestales, con su amigo Boogie, Scott Speedman, un escritor talentoso y fracasado, un drogadicto incorregible, con quien Barney había trabado una amistad entrañable que databa de los tiempos de su juventud en Roma. Luego los eventos se desenlazaron de manera sorprendente: para Barney fue una buena noticia, tenía el argumento jurídico para divorciarse, mientras la señora ofendida se fue veloz de la casa de campo hacia la de sus padres, por supuesto, al cabo que Boogie se quedó, pero luego murió en circunstancias misteriosas y un policía se obsesionó desde entonces por demostrar la culpabilidad del cornudo en este presunto homicidio.       

 

Y, por fin, Barney se casó con Miriam, la mujer inolvidable que conoció en la fiesta de su matrimonio anterior. Siempre la amó por encima de todas las cosas. Pero ella, no tanto, su padre había sido infiel a su madre, de modo que desde joven era escéptica del amor, y solo se arriesgó con Barney porque le pareció que podía procrear apaciblemente con él al ver su devoción irreductible. Tenía razón. Tuvieron dos hijos, mientras la vida familiar fue satisfactoria y la sexualidad entretenida. Pero un día, el padre de Barney murió súbitamente en un burdel, el hijo debió ir al lupanar al levantamiento del cadáver, y ya en el quilombo, comprendió que su padre habría muerto feliz, realizando sus deseos, luego de muchos años de viudez y soledad. Para cuando los hijos de Barney y Miriam crecieron, ella quiso trabajar de nuevo, dejar de ser ama de casa, mientras él no soportaba los celos que lo hacía sentir Blair, un hombre maduro, atlético, elocuente, vegetariano y ambientalista, que desde el principio pareció cautivar a su esposa. Entonces Barney y Miriam se separaron a causa de una infidelidad de él, con sufrimiento y desconcierto para toda la familia. Luego ella se casó con Blair, a quien eventualmente le dio un infarto.

 

De modo que esta película abarca los últimos treinta y seis años en la vida de Barney, seguramente el periodo más interesante de su existencia, después de todo, la adultez es la época para recuperarse de los traumas psicológicos de la infancia. Y al final se hicieron más evidentes los síntomas de su Alzheimer, que empezaron por sutilezas y trivialidades, que cualquiera podría pensar que se trataba de mañas y peculiaridades de su conducta de por sí curiosa. Entonces Miriam y sus hijos lo rodearon y lo acompañaron hasta el último día, con el sufrimiento que estas circunstancias implican para la familia, porque como es sabido, el problema de la agonía y la muerte, es de los sobrevivientes.

 

Así que en esta película sobre recuerdos, y bastante recomendable, está llena de ironía, sentido del humor y planteamientos que hacen reflexionar, cabría la posibilidad de que la pérdida progresiva de las funciones mentales sea una medida protectora para sobrellevar que el cuerpo se vuelva senil. Es posible que el ser humano no esté diseñado para vivir tantos años: hasta 1941, cuando empezó a utilizarse la penicilina, y luego otros antibióticos, además se generalizó la vacunación, así como las medidas de salud pública, la expectativa de vida promedio en el mundo estaba un poco por encima de los treinta años. Pero, en la actualidad, con el tratamiento y la prevención de las enfermedades, al igual que con el progreso en el manejo de muchas otras, el promedio de vida llegó más allá de los ochenta. Sin embargo, el precio que se paga por esa longevidad son los cambios degenerativos propios del envejecimiento, cambios que aparecen en todos los órganos, la piel, los ojos, el sistema cardiovascular, el digestivo, en los músculos y articulación, en el cerebro, en fin, todo el cuerpo se transforma con el paso del tiempo. De modo que el asunto parece estar en la prevención y los cuidados personales, con la finalidad de morir a tiempo, ni muy tarde ni muy temprano, en las mejores condiciones posibles.