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CHÁVEZ: LA HISTORIA DE UN SUEÑO INCONCLUSO QUE ESPEREMOS NO TERMINE EN PESADILLA.

Semana
12 de junio de 2012

La aparición de Chávez en el panorama político venezolano fue precedida por el hastío que el ciudadano, del hermano país, empezó a experimentar frente al manejo que los políticos de los partidos dominantes hacían de los recursos del Estado, propiciando una campante corrupción. En efecto, los partidos AD (Acción Democrática) y COPEI (Partido Social Cristiano) por décadas dominaron la mediación  política en el país, siendo las figuras máximas, en la segundad mitad del siglo XX, Carlos Andrés Pérez por el primero y Rafael Caldera en el segundo;  figuras que consolidaron su poder tejiendo una red de clientelismo aceitada por los recursos petroleros;  ambos fueron reelectos como presidentes y sus mandatos estuvieron rodeados de escándalos. El régimen entró en agonía precisamente en el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez cuando un escándalo por malversación de fondos llegó tan alto que propició el inició de un proceso judicial, que a la postre lo mandaría a la cárcel, y a su posterior destitución por parte del congreso. Ese ambiente motivó un  rechazo de la población  que llevó a que en el ejercicio de su mandato, en el año de 1992, fuese objeto de dos intentos de golpe de estado, uno de ellos llevado por el entonces desconocido teniente coronel Hugo Chávez Frías. El régimen bipartidista finalmente se derrumba cuando en el año de 1998 el teniente coronel salió elegido como presidente de la república, en una campaña que buscaba la “refundación” del Estado venezolano, así lo manifestaba el nombre del partido, que en ese entonces impulsó su campaña política: Movimiento Quinta República; una vez logrado el poder impulsó una nueva constitución política, inclusive cambiándole el nombre a la república.

 

La agenda interna de Chávez consistió en construir un régimen político de partido único y un modelo económico con fundamentos en el socialismo; pero, al optar llegar al poder por la vía electoral y al no contar inicialmente con un suficiente aire político, la nueva constitución de la República Bolivariana fue el producto de una negociación con los demás sectores políticos, de allí que en su texto se establezcan principios de pluralidad, en lo político, y de reconocimiento de la iniciativa y la propiedad privada en lo económico. Sin embargo, mediante reformas constitucionales, se ha ido modelando el sistema electoral y se ha ampliado el poder presidencial de tal suerte que, poco a poco, Chávez ha venido implementando su agenda, con un ingrediente adicional: un caudillismo mesiánico alrededor de su persona. 

 

Chávez resultó ser un eficaz comunicador político para el venezolano de ingresos medios hacia abajo; sus medidas de corte populista y de autoafirmación de la soberanía venezolana en la explotación de los recursos naturales del país han contribuido a que su imagen favorable haya gozado de altos índices de calificación a lo largo de su carrera política. Según los resultados de una encuesta publicada en el mes de mayo del presente año por la firma Datanálisis muestran que el 65% de los venezolanos consideran que la gestión del presidente ha sido buena; así mismo, el 51,5% de los ciudadanos ven con agrado la figura de Chávez, con un 21,7% que le desagrada (En tanto para Capriles, el opositor,  solo un  29,3% de la población expresa  agrado por él, con un 32,5% que muestra  su desagrado).

 

Entonces, su personalidad carismática se convirtió en el eje que permitiría la construcción de su agenda y el “atractor” del sistema político. La enfermedad, al parecer terminal, lo sorprendió en una transición con un final que probablemente no alcanzará ver; el proceso chavista se encuentra hoy ejerciendo el poder con un régimen de partido hegemónico, situación que se sobrevalora  con la fragmentación de la oposición – hoy con un único candidato opositor de la llamada Mesa de Unidad Democrática (MUD)-. El clima de opinión favorece a este dominio hegemónico,  la percepción de la población frente al partido de Chávez, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), es muy positiva como lo indica la mencionada encuesta expresando que el 54,1% de los ciudadanos muestran una opinión favorable sobre la actividad de este partido para mejorar la situación del país, frente a un  61,2% de la población que manifiesta entre ninguna y poca confianza hacia la Mesa de Unidad Nacional.

 

La situación a muy corto plazo parece seguir un patrón de estabilidad. El clima electoral sigue favoreciendo al presidente.  A mayo la preferencia de voto por Chávez se situaba en  un 42,9%, frente al 25,7% de Capriles, descontando ya el conocimiento de la enfermedad del presidente candidato. Por lo tanto,  considerando además que  el 67,2% de los venezolanos  perciben que la situación actual del país es positiva y el 80% lo mismo sienten a cerca de su situación personal y  sí el Gran Arquitecto no dispone lo contrario, Chávez será de nuevo presidente. Si la fatalidad llega antes de las elecciones el que resulte designado por Chávez ganaría aprovechando el “Momentum” que el PSUV llevaría en la dinámica electoral.

 

La estabilidad se descompondría  a mediano plazo. Sin el coronel el chavismo, independientemente de quien sea su sucesor, se quedará sin un líder carismático que se comunique con la misma efectividad con su pueblo – repetir a Chávez es imposible-, la agenda quedará a medio camino, el sueño del régimen de partido único no sería posible. Entonces, ¿Hacía donde se dirigiría Venezuela? La respuesta estaría centrada en el talante del sucesor del régimen y en la inteligencia política de Capriles. El primero, sí se hace realidad la recesión económica mundial, con la consabida caída en los ingresos del petróleo, verá dificultades para mantener la política de subsidios en la economía del país -  y también a los regímenes amigos en Cuba y Nicaragua- y tendrá que hacer ajustes no muy populares, en donde sectores sociales podrán ver una desilusión en el modelo chavista y, por lo tanto,  podría perder apoyo en la base social; sí en la medida en que el apoyo se pierda no sabe mediar con los sectores radicales, estos podrían propiciar un golpe de estado que buscaría que conservasen el poder – además de querer ponerse  a salvo de cualquier riesgo judicial- acción que dependería de la viabilidad política para ello, es decir, del grado de aceptación que esta acción pudiese tener en el pueblo y es aquí donde debe jugar Capriles. Este es un  político joven, con aceptación en el sector juvenil, que debe mantener unida a la oposición, mejorar sus índices de aceptación en los ciudadanos y poder construir un discurso y un programa de gobierno que garantice una transición hacia una democracia multipartidista; con un discurso de contenido ideológico de izquierda – guste o no, el péndulo de la opinión transita por ese sector- y que pueda capitalizar el descontento en el régimen. Ambos líderes deberían buscar una salida  pacífica a la transición hacia una nueva democracia; no se pueden olvidar de las milicias chavistas armadas que pueden desatar un baño de sangre. Una situación de caos en Venezuela que a los colombinos nos puede afectar.

 

El cauce de las aguas de la transición la puede indicar el mismo presidente. Si quiere a su pueblo, como dice hacerlo, y sí puede entender con  claridad que su sueño no se podrá materializar, entonces con el talante del sucesor que designe puede enviar el mensaje de un futuro pacífico o turbulento para su país.