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De maricas, bisexuales y curas

Semana
18 de septiembre de 2012

 

Leí con detenimiento y respeto la columna de Alfonso Llano Escobar, S.T, en El Tiempo del domingo 9 de septiembre del 2012, titulada: “Idoneidad Moral”.

 

Confieso que su lectura me inspiró cierto miedo. Leída entre líneas, su percepción del homosexual va de lo humano a lo anormal, hasta pisar, casi, la línea de la monstruosidad.

 

La palabra homosexual fue pensada y escrita once veces en el texto, mientras que el vocablo heterosexual sólo se menciona tres veces. La connotación de la primera es inconsciente, pero no deja de ser groseramente intencional.

 

El artículo fue escrito con el placer que inspira el triunfo institucional (la declaración de la Corte), contrario a la posición del Secretario de la Conferencia Episcopal, Juan Vicente Concha, cuando una de las Defensorías de Familia del país entregó al periodista norteamericano, de orientación sexual homosexual, Chandler Burr, dos niños inocentes de nuestro mundo. Entre las cosas que dijo el Secretario de la Conferencia, en aquella memorable ocasión, recuerdo una de sus preguntas: ¿Por qué no le dieron dos niñas? Y habló del miedo y de tentaciones sexuales.

 

La columna hacía alusión al concepto de la Corte Constitucional, que decía expresamente, según Llano, que “las parejas de homosexuales carecen de la idoneidad moral requerida para justificar la adopción de menores.”

El texto de Llanos está recargado de prejuicios como aquel que asegura que a los homosexuales “Algo les falta, verdad? En un mundo estrictamente social como el de los hombres ¿Quién no añora una familia, o una pareja, o unos hijos? La percepción que tiene el presbítero de la normalidad es ideológica, aunque sea una “verdad” de Dios y de un hombre de la iglesia. La normalidad es un constructo cultural, que tiende, a pesar de lo científico, a excluir realidades de los seres humanos que viven relacionándose todos los días en las sociedades del mundo. ¿O es que Llanos pretende ahora hacernos creer que la normalidad de la que él habla, también es otro dogma? ¿Qué es ser normal?

 

A muchos se les olvida que la sociedad contemporánea ha aceptado vivir con la diversidad, la diferencia y la pluralidad, y que de alguna manera, y para fortuna de todos nosotros, hay diversidad de familias, que van desde las conocidas heterosexuales, hasta las monoparentales y las homosexuales, incluso las bisexuales. La gente misma ha decidido vivir por fuera de la prisión de los dogmas religiosos y culturales y además, más relajados frente a la existencia humana.

 

El tema central de la columna de Llanos, es la imposibilidad jurídica de los homosexuales (No tienen idoneidad moral) para adoptar niños en Colombia. Claro que a los heterosexuales, como a los alcohólicos moderados, a los depravados, a los incapacitados afectivos y a los violentos, nadie les prohíbe casarse, adoptar o procrear niños; tampoco a los bisexuales ni a los solteros, no importa que a estos últimos no se les exija pareja, que según el presbítero Llanos es fundamental para crear un ambiente sano (¿Otro prejuicio?).

 

Las cualidades que exalta Alfonso Llanos Escobar, acordadas por la Corte (hogar, calor de familia, complementariedad sexual,  delicadeza, cariño, respeto, ejemplo de vida) y de la que se priva a los homosexuales, no están ausentes en ningunos de los seres humanos, aunque éstos tengan una orientación sexual diferente a la que tienen los hombres heterosexuales de la Corte. Quienes leímos la última columna de Felipe Zuleta, titulada Fredeapoyo, aludiendo a la fundación con este nombre, que apoya la vida de los homosexuales rechazados por sus familiares más cercanos, no nos queda duda, que las barreras mentales y de otros tipos, levantadas en contra de los maricas, no son otra cosa que los miedos profundos a la diferencia, pero en especial, levantadas contra el descubrimiento de la posesión de las mismas cualidades aludidas por la Corte en la piel de los gays.

 

Los prejuicios no pueden llegar hasta estos extremos. Los magistrados terminaron obrando como dioses tiranos, rabiosos y castigadores. Con razón Llanos es complaciente con la sentencia de la falta de idoneidad moral de los homosexuales.

 

La verdad es que yo no me atrevo a hablar de anormalidades en un mundo de normales desquiciados, psicóticos, corruptos… Y no me atrevo a despreciar lo que hay detrás de los eufemismos de tolerancia y aceptación: sujetos que tienen una orientación sexual, diferente a la mía. La historia del mundo está recargada de sucesos discriminatorios, expurgaciones, persecuciones, esclavitud, asesinatos, violaciones sexuales, etc., para que alguien como yo, de arquitectura imperfecta, pretenda erigirme en Dios de los hombres. Mi humildad no me permite pisar las losas podridas de la discriminación y la exclusión. Los heterosexuales, probado fehacientemente, no somos mejores individuos, ni mejores ciudadanos, que los homosexuales. Ellos son tan idóneos moralmente como nosotros los heterosexuales. El tiempo algún día nos dará la razón.