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DE UNIVERSITARIO A PRACTICANTE

Semana
1 de julio de 2012

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Cuando uno llega a la universidad, lo hace con el ánimo de estudiar lo que a uno le apasiona o, en dado caso, lo que la sociedad y la familia quiere que uno estudie; con el fin de desempeñarse en algún oficio que lo ayude a desarrollarse tanto personal como profesional y económicamente, este es el objetivo de todo universitario, supongo.

 

Pero  cuando llega el momento de hacer las prácticas profesionales, que por lo general se realizan los dos últimos semestres de carrera universitaria, uno se da cuenta de repente que los planes con los que se llegó en primer semestre a la universidad no son los mismos con los que tropezamos en el momento de llevar a cabo las practicas o pasantías.

 

Uno como estudiante siempre sueña en terminar la carrera, hacer las respectivas pasantías y posteriormente ingresar a trabajar a una gran empresa con un sueldo astronómico de gerente, pero no, el tigre no es como lo pintan.

 

Las universidades generalmente dan un valor a las prácticas profesionales de 6 a 8 créditos académicos, lo que quiere decir que en la mayoría de universidades, por no decir todas, tienen como requisito cursar prácticas profesionales para poder obtener el título universitario.

 

En el momento en el que uno está totalmente preparado para comenzar a ejercer las tan anheladas  prácticas, comienza el primer karma para uno como futuro profesional: conseguir empresa o lugar equivalente. En el momento en el que uno está buscando empresa para desarrollar las prácticas, por lo general, se dirige a la bolsa de empleos de la universidad, pero como casi siempre las empresas que están anunciadas en las bolsas de trabajo de los establecimientos de educación superior se encuentran con las vacantes ocupadas, entonces uno se dirige a los portales de empleo más reconocidos en Colombia: Linkempleo.com, elempleo.com, computrabajo.com, etc. Y después de una ardua búsqueda de empleos relacionados a lo que uno está buscando, encuentra lo que necesita. Normalmente cuando uno registra una hoja de vida que se asemeja con el perfil que está buscando la empresa, lo llaman a uno en un lapso de tiempo de una semana a 15 días. Cuando la empresa se contacta con uno, lo primero que a uno le dicen es: preséntese a X dirección, a X oficina y a X horas, casi siempre a las 8:00AM y, en traje formal; sí, ese traje que se compró para el día de la confirmación o para las exposiciones de la universidad, y que uno se lo ha puesto máximo 4 veces en el año. El día de la entrevista, normalmente uno llega nervioso con una carpeta blanca de presentación en la mano, o en su defecto un sobre de manila semiarrugado, efecto de los empujones y de que le tocó parado en Transmilenio. Cuando a uno lo llaman, lo invitan a sentarse y todo el protocolo que ya todo el mundo sabe, comienza una serie de preguntas por parte del entrevistador: ¿Por qué quiere trabajar con nosotros?  ¿Con quién vive? ¿Qué espera de nosotros? Y otras cuantas preguntas que terminan en respuestas mediocres, efecto de los nervios.

 

Cuando la empresa opta por seleccionarlo a uno para realizar las practicas, lo llaman a uno y le fijan un horario de medio tiempo, independientemente si es por la mañana o por la tarde; por lo general siempre es en la mañana, lo que quiere decir que uno tiene que ver materias en la universidad por la tarde hasta entrada la noche, y las materias que no se alcancen a ver, toca aplazarlas para el sábado en la mañana, lo que quiere decir, que uno apenas tiene tiempo para dormir y ya. Pero resulta que el día en el que uno empieza a trabajar, le dicen que le van a remunerar menos de un salario mínimo, algo levemente frustrante.

 

Cuando ya llega la hora de trabajar, los empleados de mayor trascendencia en el lugar comienzan a sentirse los jefes de uno y empiezan a verlo como el “todero” de la oficina, comenzando por ser el mensajero directo del jefe y, y el repartidor de tintos de las secretarias, sin dejar desapercibido que la mayor parte del tiempo, uno se la pasa en la oficina de fotocopiadoras y contestándole llamadas a todo el mundo. Pero eso no es todo, a uno como practicante le asignan el escritorio más pequeño que hay en la oficina y el computador más lento, cuyos programas más actualizados son del año 2003. Pero eso sí, cuando el jefe se aprende el nombre de uno, es el acabose total, empezando por los favores personales que toca hacerle al jefe, como comprarle el whisky, llevarle regalos a la esposa, etc., que terminan en horas extras no remuneradas para uno.

 

Aunque la empresa para la que uno trabaja nunca tiene en cuenta que uno todavía es estudiante y que tiene clases en la tarde, sin contar con parciales, exposiciones y además la terminación de la tesis de grado.

Generalmente uno hace el trabajo de todo el mundo, menos el de uno, oficios que tienen que ver con todo menos con lo que uno está estudiando.

 

Un practicante universitario es muy fácil de reconocer: uno de hombre lleva constantemente el pantalón del vestido con el que se presentó el día de la entrevista, porque como “toca ir formal a trabajar”, un saco con cuello en V de un color distinto cada día como para no desentonar, y la corbata por dentro del saco. Uno también se hace notar porque siempre lleva una maleta estilo morral, casi siempre es marca Totto.

 

Todo lo anteriormente mencionado puede ocurrir si se cuenta con algo de suerte, porque muchos estudiantes de últimos semestres o recién egresados no encuentran la posibilidad de tener un buen empleo, si para un universitario es difícil conseguir empleo ¿Cómo será con una persona que a duras penas terminó el bachillerato? Bueno, sobre esto lo hablaré en un próximo artículo.

 

Cabe mencionar, para terminar, que quien escribe a penas está cursando IV semestre de Comunicación social y Periodismo y lo relatado anteriormente es una recopilación de comentarios de estudiantes, colegas y conocidos que recientemente han o están terminando sus estudios universitarios.

 

Diego Hernán Rubiano Devia