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EL PLANTEAMIENTO DE PETRO: NARCOTRÁFICO = VÍCTIMAS.

Semana
13 de agosto de 2012

El alcalde Petro, en Bogotá, con su propuesta de crear centros para consumo controlado de drogas en la ciudad, ha resaltado el segundo término de una igualdad en la que el primero es el narcotráfico: las víctimas. Clasificamos en este último a los adictos, a su entorno familiar y habitacional y, en general, a la sociedad que en su integridad sufre sus efectos colaterales. Vale la pena contrastar los dos términos.

 

Narcotráfico.

 

El término del narcotráfico en el mundo se encuentra afectado por un régimen legal de carácter prohibicionista, desplegando instrumentos de política criminal, militares y policivos para su combate. Este enfoque, evidentemente, no ha podido resolver el problema, ya sea eliminando o encareciendo de tal manera la oferta que conlleve a destruir el mercado de los narcóticos. Lo que ha hecho es que la “prima de ilegalidad” en los precios, en las últimas etapas del flujo del tráfico y en las de las dosis del usuario final, sean lo suficientemente elevadas para mantener una rentabilidad considerable a un negocio que conlleva muchos riesgos. Veamos el caso de la cocaína. 

 

La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) estima que el tráfico de cocaína es un negocio que vale al año, en EE.UU. y Europa, setenta billones de dólares (treinta y tres en EE.UU y el resto en Europa). En centro y sur América y el Caribe se queda aproximadamente el veinte y uno por ciento de este valor, es decir, aproximadamente quince billones de dólares – estos se distribuyen así: por el mercado local dos billones y medio, por el mercado norteamericano cinco billones y por el mercado europeo siete billones y medio-. La diferencia entre el valor del negocio que se queda en esta parte del continente y el total se puede explicar por la siguiente tabla que muestra el valor en dólares por kilo de cocaína según la región, en la medida que el flujo del tráfico partiendo de Colombia pasa por diferentes países hacia los EE.UU.:

 

 

Colombia

Panamá

México

EE.UU. Frontera

EE.UU. Ciudad

EE.UU Menudeo

USD 1,200.00 a 1,500.00

USD 2,000.00 a 2,500.00

USD 12,000.00 a 15,000.00

USD 20,000.00

USD 30,000.00

USD 120,000.00 a 165,000.00*

 

(*) La coca se rebaja para venderla al menudeo y se puede obtener ese valor por kilo, es decir cien veces el valor por el que se comercia en Colombia.

 

En las calles de los EE.UU. el gramo de cocaína se vende a un promedio de USD 165 –considerando los precios de acuerdo al grado de pureza y tomado datos desde el año 2008-; entonces por un kilo se estaría obteniendo un valor de ciento sesenta y cinco mil dólares. Los precios al menudeo han sostenido una tendencia estable lo que demuestra que el “negocio” en los últimos años ha sido “tranquilo”.

 

La agencia de la ONU estima que este mercado lo mueven en el mundo entre trece y diez  nueve millones de personas que son adictos a este tipo de narcótico. Colombia, Bolivia y Perú producen alrededor de mil cien toneladas anuales de coca, donde el aporte de Colombia es de aproximadamente el sesenta por ciento; de estas las autoridades locales incautan aproximadamente ciento setenta, el quince por ciento de la producción; descontado las incautaciones que se hacen en Centroamérica y en los EE.UU., a este último mercado pueden estar llegando alrededor de doscientos sesenta toneladas y al europeo unas ciento veinte y con estas toneladas se valoriza el negocio, con apenas el 34% de la producción de los países andinos – realmente la cantidad es menor ya que se deben descontar las incautaciones que se hacen en las calles, dato que no tengo disponible-.La prohibición aporta una relación beneficio-costo muy ventajosa para el negocio, sobre todo fortaleciendo el numerador.

  

En cierta forma los amigos de la prohibición reconocen tácitamente el fracaso de su política al tratar de penalizar la demanda. El argumento inherente es que si no hemos podido eliminar la oferta entonces volvamos criminales a los adictos, como herramienta persuasiva para evitar el consumo, y, por lo tanto, debilitar o eliminar el mercado. Aquí surge el tema de las víctimas.

 

Víctimas.

 

Los adictos pasan a ser víctimas del narcotráfico. Muchos de ellos desde la niñez son “reclutados” en el mercado, víctimas de abandono familiar, de entornos difíciles, de falta de presencia de los padres, fallas en el sistema educativo y otras situaciones que hacen vulnerables a niños y jóvenes y proclives a consumir alucinógenos. Una vez la adicción ha hecho presencia en sus vidas las consecuencias fisiológicas y sicológicas de ella los convierte en enfermos; trasladando las consecuencias de su enfermedad a sus familias que deben enfrentar el drama de ver a un ser querido que se empieza a descomponer, cuyas actividades se empiezan a degradar hasta que pueden alcanzar los niveles de indigencia; esto último implica que ahora sí un enfermo fármaco-dependiente engrosa las filas de la delincuencia porque entra a robar en la sociedad para conseguir la droga que su ansiedad le pide; además ya en los bajos fondos la promiscuidad propicia el contagio de diversos tipos de enfermedades endémicas y graves que fácilmente se pueden extender a otros grupos humanos. En Colombia pueden estar viviendo este drama, claro con sus respectivos matices, unos  doscientos sesenta mil compatriotas. Entonces surge la sociedad como víctima y con  doble efecto; uno en el que la seguridad y la salud ciudadana se ven amenazadas y en el otro por la vía de la corrupción de las Instituciones, con la aparición de los narco-partidos, de los narco-políticos, de las bandas criminales y en nuestro caso como el combustible al conflicto interno con el cual las FARC se alimentan para sostener su estructura terrorista, que distorsiona al estado democrático.

 

Es hora de dejar el falso moralismo, llamar a una mayor criminalización es incentivar la “prima de riesgo” a un negocio que lo hace excesivamente rentable para relativamente unos pocos: los narcotraficantes y los políticos que los soportan, casos como los de Colombia y México son elocuentes. A muchos políticos “comprometidos”, y con mucho poder, en la lucha contra el narcotráfico se les puede aplicar el refrán: “Dime lo que alardeas para decirte de lo que careces”. El alcalde Petro ha tenido el valor, en una sociedad donde la doble moral impera, de proponer un enfoque más humano hacia la víctima del narcotráfico: el adicto y que demás tiende a favorecer a la comunidad al crear condiciones para que la violencia y los riesgos a la salud asociados al consumo de narcóticos  puedan disminuir en ella. Ojalá lo pueda implementar, con los ajustes institucionales y legales que ella requiere, para tratar de sacar del mercado maldito a la mayoría de seres humanos que hoy se consumen en él.

 

Es hora que los enfoques alternativos a la prohibición empiecen a tener efecto positivo  para frenar esta máquina de ganancias que precisamente no traen bendiciones a los pueblos y ciudadanos víctimas de ella.