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EL TRABAJO NO TIENE EDAD

Semana
23 de agosto de 2012

Un vehículo de color gris frena en seco cuando el semáforo pasa a rojo, y otros atrás esperan también el momento que de la señal para transitar, con simpatía y con un gesto de amabilidad Fernando el conductor del automóvil exclama “Que más abuelita, si se acuerda de mi (sonríe) regáleme dos chicles y Dios la bendiga” Es  María Mercedes Dolores Guzmán una anciana de 86 años,de estatura baja, contextura delgada, ojos oscuros aguados, dentadura descompuesta pero con  sonrisa encantadora,de apariencia humilde y trabajadora. Para quien los dulces son su bendición, pues todos los días labora desde las 5 de la tarde hasta las 10 de la noche, vendiendo chicles en estos lugares, exponiéndose a la inseguridad de la ciudad, la lluvia y el frio de la noche.

 

Son las 4:30 de la tarde y María Mercedes alista su carrito de ruedas donde lleva todo lo necesario para el nuevo día de trabajo, con su vestido azul y sobre el un delantal blanco y más abajo unas zapatillas de color negro, donde en el mercado son más conocidas como “abuelitas” para así emprender una vez más su travesía. Mientras Sebastián uno de sus hijos viene a recogerla, ella espera pacientemente en su mecedora de color un poco desgastada, la cual es testiga de todas sus vivencias, en ella empieza a recordar como desde muy joven ha trabajado para sacar su familia adelante.

 

 Mucha parte de su vida la dedicó a lavar ropa, pues gracias a este trabajo levantó a sus siete hijos, dos ya muertos uno desaparecido y los otros cuatro al menos conocen de su existencia. Separada desde hace muchos años pues ha sabido sobrevivir sin su ayuda idónea.Vive en San Benito un barrio subnormal de Villavicencio, hace algún tiempo sufre de dolores de columna sin embargo para ella el trabajar no es un castigo sino una de sus más grandes bendiciones. Dejando escapar una pequeña sonrisa de sus labios delgados agrega “Si no trabajo me tullo y me enfermo, hacer esto me hace sentir viva”

 

Cuatro años explorando este mundo nocturno y ejemplo para muchas personas, en especial la juventud que a diario se queja por hacer algún oficio de casa. Son las 5:20 de la tarde y Mercedes ya esta en el lugar de trabajo, sentada en la butaca al lado de su carruaje espera a que el semáforo de la carrera 33 calle 34ª de Villavicencio pase a rojo para ella levantarse y caminar encorvada y muy despacio por cada uno de los carros que se encuentran a la espera. Son los mismos taxistas o particulares quienes la llaman para comprarle algo o simplemente regalarle unas monedas.

 

Con ese dinero Mercedes se sostiene “Me va muy bien, me alcanza para comprar comida y algunas medicinas” Manifiesta. Ella misma se dirige a los supermercados y compra las bolsas de dulces cuando siente que ya el surtido esta por desaparecer.

Justo pasaba por esos lados en busca de una historia, cuando de repente a una mujer se le cae una canasta de escasos chicles, sin pensarlo corrí auxiliarla. Debido a que en ese preciso momento el semáforo da luz verde, y su plante se esparce por la carretera, apurada se agacha a recogerlos sin pensar en el peligro que la rodea, es allí donde llegó y la ayudo acomodándole de nuevo sus cosas ella sonríe y es allí donde empieza a contarme esta bella historia.