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ES HORA DE AMPLIAR EL DISCURSO POLÍTICO.

Semana
9 de noviembre de 2011

El discurso político que ha dominado la discusión pública en Colombia, en los últimos dos lustros,  se ha centrado en el tema de la seguridad y de los enfoques que el Estado debe adoptar para lograr la derrota del terrorismo en nuestro territorio y, muy en particular, en la desarticulación de las Farc. Con la muerte de Cano, en un operativo militar, se podría avizorar que el conflicto con esta agrupación  subversiva parecería entrar en un camino de solución a mediano plazo - teniendo en cuenta que en materia de seguridad queda mucho por hacer -. Por lo tanto, es conveniente que el discurso se diversifique, enfocando los demás retos que enfrenta el Estado colombiano y la sociedad en general.

 

En el debate público se han tratado superficialmente aspectos como el modelo de desarrollo económico, el desarrollo territorial, la problemática del sistema de seguridad social - en aspectos tanto de salud como de pensiones - , el régimen de regalías y la lista no termina. La política pública para que cumpla con el fin último de optimizar los recursos y las acciones del Estado, en función del beneficio mayor a la sociedad, debe tener un proceso de formulación que involucre no solo a los agentes del Estado, responsables de su ejecución, sino que debe ser objeto de un examen abierto por parte de la sociedad civil y de las asociaciones de ciudadanos. En este sentido, debe existir un libre examen de lo público y debe plantearse en el debate político las visiones alternas de paradigmas con los que se construyen los regímenes económicos y políticos que nos gobiernan. El clima de agitación social que se vive puede ser un síntoma de la ausencia de ese diálogo y de una falsa idea de consenso sobre los temas sociales.

 

Las manifestaciones estudiantiles en protesta contra el proyecto de ley que busca reformar la educación superior es una muestra del reclamo que la comunidad afectada hace para que se discuta abiertamente una política  pública en materia de educación. Es la muestra, además, que sectores importantes de la sociedad buscan nuevos modelos que no comulguen con las reglas que, de la cantera del neoliberalismo, se han impuesto en el país.

 

El triunfo de Petro, y de los llamados Progresistas, en Bogotá puede ser una válvula que permita encarar un debate sobre las políticas de Estado que nos permita salir de la hegemonía de la expresión “amenaza terrorista”, como motor político y electoral, y nos lleve a plantear temáticas sociales y económicas alternativas y  promover modelos de sociedad que no se formulen en los salones privados y en el Congreso, a “pupitrazos” y  a espalda del país,    que beneficien a pocos. El reto es encontrar un partido sin caudillismos, ya que su inspirador se encontrará bien ocupado como burgomaestre bogotano, estructurado y que plantee en la democracia colombiana verdaderos caminos incluyentes de desarrollo.

 

Nota final. Uribe en los últimos tiempos solo recibe malas noticias. Hasta el abatimiento de Cano es una de esas ya que llegó cuando anunció la oposición al gobierno. Ahora, ¿Cuál oposición?

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