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HENRY PAVA CAMELO. Por: Carlos Alberto Lenis Garcia.

Semana
8 de junio de 2012

HENRY PAVA CAMELO.

Por: Carlos Alberto Lenis García.

Conocí a Henry Pava Camelo gracias a lo que mi amigo y hermano Alfredo Castro nos contó de él, en esas largas noches que tuvimos en Europa en donde hablar de todo y siempre muy bueno nos servía para acompañarnos en esas tertulias por los diferentes lugares de la geografía del viejo continente.

Antes, en 1984 cuando junto al maestro Wbeimar Muñoz Ceballos departimos en una cafetería de Itagüí luego de haber trasmitido un Nacional de Ciclismo había tenido la oportunidad de conversar con él, de escucharle decir con tono jocoso las nuevas del famoso tema del Medellín sin Tugurios y del personaje que había acabado de entregarnos un periódico a nosotros lo de Prensa. Ese día le vi su simpatía, su ánimo alegre de hablar y ante todo de ver las cosas de una manera diferente, lo que contrastaba con su incapacidad para moverse, situación que para nada le impidió ser Grande en todo lo que hizo y fue.

Cada vez que iba a Medellín prendía el radio a las seis de la mañana para oírle ese hablar alegre con el que iniciaba su noticiero en Súper. Hoy no está, partió el pasado jueves a dónde iremos todos algún día.

He querido entregarles a los lectores un aparte que tiene en su Libro Alfredo Castro: EL COMANDANTE DE LA RADIO, Alfredo es la persona que conoció a Henry Pava Camelo más que muchos de nosotros y con quién compartió grandes momentos que han quedado plasmados aquí.

OTRA VEZ EN BOGOTÁ

Así llegué a Radio Súper de Bogotá cadena nueva y gente nueva. Humberto Pava Camelo cumplió con lo prometido, en la radio todo era para estrenar, los equipos tenían el olor a nuevo. Como era de norma, me colocaron el turno de la noche, yo sabía que de esto no me salvaría, tenía que pagar “el derecho a piso.”

El peor desastre lo tuve iniciando trabajos en Radio Súper, estuve a punto de perder el empleo. Se presentó un incendio en el edificio de Avianca, Álvaro Casanova era el encargado técnico de los remotos de la cadena, me envió a instalar para cubrir periodísticamente el incendio, solicité en un almacén al frente del edificio en llamas que me prestaran una línea telefónica y un toma corriente para la instalación de la consola, conecté la “Shure” directamente a la energía, pero olvidé un pequeño detalle: en Bogotá para esos tiempos los equipos se tenían que conectar con un transformador porque la energía era de doscientos veinte voltios (220V), por supuesto la consola se quemó y la transmisión no salió a tiempo.

Del despido me salvó Henry Pava Camelo directivo de la cadena, y hermano de Humberto Pava Camelo; con Henry habíamos establecido una buena amistad, él me tenía mucha confianza para que musicalizara todos los sábados su programa bailable, que tenía una gran sintonía.

Henry Pava aprovechó mi error y que Casanova ya no me tenía confianza para proponerme viajar a la ciudad de Medellín, tenía que ayudarle en el montaje de Radio Súper en la capital antioqueña. El día anterior a mi viaje a Medellín se estrelló un avión de la empresa Aerocóndor en el cerro El Cable en Bogotá, mi pasaje estaba por la misma aerolínea, no niego me dio susto y decidí viajar por tierra. En Medellín entre sustos, espantos y ladrones logramos la instalación de los transmisores de Radio Súper Medellín en el cerro el cucaracho que fue nuestro lugar de residencia por varios meses hasta que los espantos nos corrieron.

MEDELLÍN CABINA OCHO

La radio estaba en el aire... ¡que inicie el espectáculo!

Se logró montar un buen grupo de deportes para el fútbol, como operador me sentía en mi mejor momento pero se me atravesó una enfermedad renal, según el médico muy complicado, todo el año 74 estuve hospitalizado, después de un largo tratamiento y varias juntas médicas para declarar mi caso perdido, sólo un milagro me sacaría adelante, me aferré con fe al santo José Gregorio Hernández al cual todavía no lo han canonizado…¡algún día será! Para mí, él y el estudiante de medicina José Restrepo y la enfermera Alba Luz hicieron el milagro.

En la clínica pude comprobar el buen grupo de amigos que tenía, nadie me falló, entre ellos tres muy especiales: la periodista, Alba Lía Medina Estrada y su esposo el escritor José Luis Idárraga quienes durante mi enfermedad acogieron en su apartamento a mi madre, el cantante Gabriel Romero y la cantante de éxito en esos tiempos en Colombia mi paisana Yolanda. Gabriel me visitaba todos los sábados y no faltaba su colaboración económica para ayuda de mi familia, cuando tenía seis meses de estar en la clínica un sábado le dije Piraguero, (a Gabriel lo bautizaron con ese apelativo desde que cantó su famosa Piragua,) mi hermano, estoy que sueño con comerme un pollo asado y no me quiero morir sin probarlo, en la clínica tenía prohibido comer cosas diferentes a una dieta que el médico me mandó. Gabriel con su alegría de siempre fue al primer piso de la clínica, al frente vendían el tan anhelado pollo, lo compró lo hizo despresar lo empacaron en varias bolsas de plástico y lo guardó en las medias. Cuando llegó a la habitación casi lo dejan también hospitalizado porque se le ampollaron las piernas, por lo caliente del pollo. Mi amigo me dio ese gusto, pero por la madrugada la pagué, estuve sentado en la taza del baño toda la noche.

Salí del hospital el día de la inauguración de los Juegos Nacionales de Pereira, 1.974 viajé de inmediato de Medellín a Pereira, retomé mi trabajo como técnico en los juegos siendo el operador de un gran profesional, el narrador de boxeo y béisbol Marcos Pérez Quintero, ¡qué temporada tan inolvidable con Marquito! fue mucho lo que aprendí de todo un profesional del micrófono.Terminados los juegos en Pereira regresé a Medellín, al estadio Atanasio Girardot a la técnica que era lo mío.

El narrador de fútbol en Radio Súper, Rafael Medina Corrales había renunciado, le salió un contrato muy bueno en Cali para trabajar en radio y prensa, Rafa, escribía muy bien. Le propuse a Henry Pava gerente de Súper Medellín que contratara a Sergio Ramírez tenía referencia que Sergio estaba narrando fútbol en Caracol Santa Marta, otra vez estaba ejerciendo de “manager” queriendo vincular al Mundialista a Radio Súper. Henry Pava aceptó, pero puso de condición que Sergio viajara sin ningún compromiso a un partido al Atanasio Girardot, Sergio narró quince minutos de un clásico Nacional - Medellín, su narración no gustó; tampoco el estilo, “Mundi” tuvo que retornar a la costa, yo como “manager” había fracasado.

Al no gustar el narrador que recomendé tenía un compromiso, conseguir ese narrador que la radio necesitaba. Al lado izquierdo de nuestra cabina quedaba La voz de la Independencia, siempre miraba un rubiecito flaco que narraba en esa emisora, yo la sintonizaba y lo escuchaba pero la verdad no me gustaba la forma tan gritona como transmitía, qué lejos estaba yo de saber que más adelante este flaco, sería el fenómeno de la narración en Antioquia y Colombia, el “paisita” Luís Fernando Múnera Eastman. Escuchando las narraciones de otras emisoras una tarde en la cabina del estadio, llegué en la sintonía de mi radio a la frecuencia de Todelar, me encontré en la narración con una voz diferente a la acostumbrada, no estaba Jorge Eliécer Campuzano que era el narrador de la plaza, lo remplazaba un locutor que trajeron de Bucaramanga, porque Jorge tenía que narrar La Vuelta a Colombia. Cuando terminó el primer tiempo del partido que se jugaba en ese momento, me salí de mi cabina y esperé afuera en la cabina de Todelar, quería conocer al nuevo narrador; cuando salió me le presenté, él me dijo: me llamo Marco Antonio Bustos, aproveché la conversación y lo invité a nombre del gerente a comer, quería que lo contrataran para Súper; tenía una gran alegría al narrar y la descripción era perfecta, de nuevo trataba de ser “manager”.

 

Esa noche con Henry Pava recogimos a Marco Antonio en el hotel Europa Normadí, allí se hospedaban todos los periodistas que viajaban a los partidos a Medellín, el hotel era muy bonito y las tarifas muy buenas. El gerente Henry se quiso lucir y nos invitó al Club Campestre de Envigado, durante la comida se definió el contrato y ya teníamos un narrador y de los buenos.

 

A los pocos días llegó Marco Antonio. Lo recuerdo con una maleta de cuero color amarillo en forma de acordeón y un sombrero de vaquero. Marco arribó y se vinculó de lleno a su trabajo, el lugar de vivienda no podía ser otro, el cucaracho, zona de los trasmisores de la radio. Allí no dura mucho la estadía de Marco pues los espantos lo corrieron, cuando a los espantos del Cucaracho alguien no les cae bien se la montan, nuestros últimos días en El Cucaracho fueron como de cine.

Les cuento un pequeño episodio de lo que allí paso: nos encontrábamos en una habitación que compartíamos con Henry, para quienes no lo conocen Henry sufrió de polio cuando estaba niño, dejándolo en muletas permanentes, muletas que no parecían existir, Henry nadaba, manejaba, bailaba, corría y enamoraba como el que más. Era un avión en muletas, quienes lo conocen estarán de acuerdo conmigo. Pero bueno, les contaba de las últimas noches en el cucaracho, una de ellas, cuando ya estábamos durmiendo los ruidos eran insoportables; llegó un momento como a las dos de la mañana que nos vestimos y salimos corriendo hasta el jeep Land Rover que manejaba Henry.

Para salir de la finca hasta la carretera central teníamos que descender como cuatro kilómetros por una vía muy angosta, el carro inició la bajada y en su nerviosismo el gerente me decía Mago, -pues él me bautizo El Mago de las perillas-: “creo que los espantos se montaron al jeep pues a pesar de que acelero el carro está frenado no avanza”, claro, al llegar a la carretera central él cayó en la cuenta que no había quitado el freno de mano, bueno el resto fue para risa. Otro día fue tanto el ruido que los espantos arrastraban el comedor, el juego de sala y la mesa de centro; no fuimos capaces de salir a la sala, al día siguiente nos enteramos que los ladrones se habían llevado todo.

Más sobre El Emperador, Marco tenía un gran corazón me llamaba la atención que cada vez que le pagaban su quincena de trabajo me decía: “Castro acompáñeme a un paseo por el centro, una hamburguesa en el restaurante Juan María” y salíamos a la calle Carabobo, al primer niño que encontraba pidiendo dinero lo llamaba lo montábamos en un taxi lo llevaba a la emisora, hacia que se bañara, íbamos hasta almacenes Éxito que estaba a pocas cuadras de la radio, allí le compraba ropa de pies a cabeza; luego salíamos al restaurante los Recuerdos que también estaba cerca y lo invitaba a comer, punto seguido le daba unos cuantos pesos y le decía llévale a tu madre es una ayuda. Con el tiempo entendí, pues Marco me lo contó, cuando él estaba muchacho sufrió mucho en las calles y siempre lo ayudaron, y ahora él de alguna manera quería retribuir lo poco que recibió cuando era niño.

Marco Antonio no duró poco tiempo en Radio Súper Medellín, pues era un hombre de muy malas pulgas, una pelea con el comentarista Jorge Luis Cano lo dejó mal parado, Marco golpeó tanto a Cano que el padre de Cañandonga (apodo de Jorge) lo denunció y a la cárcel fue a parar, los Pava le consiguieron un abogado y Marco salió pronto. Cuando el Emperador quedó libre le llegaron varias ofertas; las grandes cadenas lo contrataron y se lo llevaron a triunfar, claro, era toda una figura de la narración. En caracol había un buen grupo de deportes, integrado por Jaime Ortiz, Javier Hernández Bonet, Camilo Sixto Vaquero y llevaron a Marco Antonio como narrador, allí nacieron con su estilo las frases después de cantar un gol, Autor, Tiempo, Marcador que tanto impactaron en ese tiempo.

LA CÁRCEL.

Siempre queriendo llegar más alto en la radio acepté una propuestas de mi amigo Henry Pava, nos convertimos en socios. Me fui a la población de Yarumal en Antioquia, donde no había emisora; me llevé de Medellín unos equipos de segunda y montamos la primera emisora en ese rincón antioqueño. Contribuimos con nuestra radio un poco a la cultura de la ciudad, Yarumal estaba llena de mucha historia, un técnico de radio llamado Chucho, nos construyó con un radio de pilas una consola control remoto para que transmitiéramos los eventos desde el seminario mayor, la cancha de fútbol y los salones de actos de los colegios, Esto me permitió meterme en la sociedad de la tierra de Epifanio Mejía el compositor del himno de los antioqueños: “Oh libertad que perfumas las montañas de mi tierra, has que respiren tus hijos tus olorosas esencias…” En Yarumal conocí también al joven escritor Jaime Arturo Acebedo, con quien proyectamos hacer una radio novela con estudiantes del pueblo, por el cierre de la radio este proyecto quedó sólo en el deseo. La radio estuvo siempre con señales de prueba pues los trámites se estaban haciendo ante el Ministerio de Comunicaciones, la licencia nunca salió pero lo que si me salió fueron mis únicas vacaciones en una cárcel, fueron ocho días que me parecieron una eternidad.

 

La guerrilla se tomó por unas horas los estudios de la radio para lanzar consignas, una vez se marcharon a mí como director me dejaron en la cuerda floja, mientras la policía investigaba yo estaba “a la sombra”, tengo que reconocer que los Pava nunca me dejaron solo, por el contrario no estuvieron tranquilos hasta que quede en libertad. La emisora quedó desmantelada y retenidos los equipos por el ejército y la alcaldía de Yarumal, de nuevo me quedé sin trabajo.

VUELVE Y JUEGA

Regresé a Medellín donde una vez más Henry me propone que montemos otra emisora, a mí la idea siempre me gustaba, se trataba de estar sembrando la semilla de la radio por el territorio nacional. El sitio escogido esta vez Tocaima en el departamento de Cundinamarca. En Tocaima montamos la radio, no sé si me equivoco en la siguiente apreciación, en Colombia no existían emisoras en frecuencia modulada, ya que estos equipos sólo se utilizaban para enlace de estudios a trasmisores. Todas las emisoras del país emitían en onda larga, y nosotros, el único equipo con que contábamos en Tocaima era precisamente de FM. Así, iniciamos labores, nuestra sintonía era mínima; pocos radios tenían en sus receptores el tal llamado FM, la gran mayoría de los radios tenían frecuencias en onda larga y muchos en ondas cortas; pero no FM. En Tocaima nuevos amigos, a dos de ellos, Hernando y Fulvio Cantor les gustaba la radio, cuando las cosas marchaban bien apareció un domingo el ingeniero Armando Rodríguez, uno de los especialistas en frecuencia modulada del país, Armando estaba vinculado hacia muchos años a Caracol y tenía toda la experiencia en repetidores de la Vuelta a Colombia. El ingeniero Rodríguez me propuso trabajar para él, Armando tenía en sociedad una emisora en Puerto Boyacá de nombre: Ondas del Magdalena, el ingeniero me convenció.