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LA COMUNICACIÓN ¿UNA LOCA DE ATAR?

Semana
11 de abril de 2012

LA COMUNICACIÓN ¿UNA LOCA DE ATAR?

 

Una bala puede herir o quitar la vida a una sola persona, mientras una sola palabra puede hacer lo mismo con un pueblo entero. Su capacidad es indescriptible porque posee la capacidad de servir al amor y al entendimiento, como también la característica artera de conducir al desamor, de radicar el odio en los corazones y conducirlos al enfrentamiento. Un sencillo SÍ, puede determinar en un momento dado la gravedad de la muerte de la misma manera que un simple NO, y esas dos pequeñas palabritas por sí solas asumen la misma y semejante responsabilidad, así sean el ejemplo de lo diametralmente opuesto.”

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Tan poderoso el capitalista que impone las condiciones así sean absurdas a sus empleados, como el político que decide  lo habido y por haber en nombre de la mayoría de esas minorías que en últimas son las que se expresan en votos en una democracia, y ni qué decir del dictador que no permite más acciones ni opiniones que las suyas.

Pero igual de poderoso aquel comunicador que con el auto convencimiento de sentirse investido de adalid de la moralidad, defensor a ultranza de esas minorías, e instigador de la revolución contra ese dictador;  se propone la misión de desquiciar todos los poderes anteriores con sus críticas envenenadas paridas desde el odio, con sus afirmaciones inconsistentes y las sugerencias veladas contra quienes considera se deben enfilar sus dardos envenenados;  a sabiendas de que su enjuiciado públicamente no tendrá  la fuerza ni el poder comunicativo para defenderse bajo las mismas circunstancias de sus aleves ataques.    

Quien bien escribe tiene la capacidad de encandilar con la palabra, de obnubilar las mentes débiles, de justificar lo injustificable, de destruir con una sola palabra lo que se construye en décadas, de inducir las ideas hasta uniformarlas a las suyas, hasta lograr hacer suyo el pensamiento ajeno.

 

La utilización de los medios presupone siempre una manipulación orientada al dominio ideológico, una intervención inconsciente en el material comunicativo con unos intereses muy concretos. Lo que importa no es que los medios y los mensajes de la industria de la consciencia sean manipulados o no, sino quién los manipula y en provecho de quién, al servicio de qué intereses y a qué corral conducen.

 

Escudados  en una  libertad de opinión, los pocos que disponen de los medios para expresarla intentan moldear  las conciencias de millones de personas, los condenan a la incapacidad intelectual, los educan para ser dóciles y a aceptar sin tamiz alguno las elucubraciones de su propio talante. Sólo basta hurgar el corazón de quienes podrían ser sus émulos y se podrá ejercer de dictadorzuelo de los miles de borregos que el comunicador ha logrado acorralar haciendo afines sus propios intereses, resentimientos y dolores; suponiendo vanidosamente que para la generalidad de sus lectores son importantísimos informadores, inteligentes analistas y dueños de la verdad revelada.

 

Los corrales de Antonio Caballero constituidos por la sociedad de comunistas estrato seis <venido a menos socialmente cuando comenzó a llamar Patrushko a su aristocrático abuelo, a dejarse crecer la barba y a fumar habanos en su casa> rebelándose  contra su propia clase al sentirse precursor del anti establecimiento criollo. Los apriscos de Maria Jimena Duzán <que destilan el natural resentimiento por su tragedia familiar inculpando a todo aquel que le parece tiene cara de para, excluyendo eso sí, a los del proceso 8.000>.  Los rediles de Cepeda y de León Valencia <corifeos el uno de la sedición y el otro de las Ongs opuestas a los gobiernos democráticos>.

La camada de la más fina ralea de derecha del Dr Fernando Hoyos <que muge alebrestada con el primer estornudo de la izquierda>, en perfecta empatía con los ex revolucionarios arrepentidos de José Odulio Gaviria como escuderos incuestionables de las políticas Neopopulares de Uribe. Y para terminar, Coronel, < gamincito llanero estrato dos, elevado al seis por su sociedad en Noticias Uno con el narcotraficante Perafán> y sus chiqueros  caracterizados por las envidias contra aquellos que nunca pudo emular por la ausencia de alerones que le permitieran alcanzar su altura; son el ejemplo claro de unos intereses que pese a estar velados, a fuerza de tanto heder, se traslucen fácilmente.

 

Como un lector común, ajeno a los intríngulis de la comunicación, quiero manifestar mi extrañeza con esta supuestamente noble profesión.  

 

Es comprensible que los medios de comunicación orienten su  información en pro de sus intereses porque para eso fueron creados y porque ellos aseguran su permanencia en medio de la sociedad, como también, que quienes acuden a ellos viéndolos por la tv, escuchándolos por radio o leyéndolos en la prensa tengan sus propias motivaciones para hacerlo.

 

Pero me pregunto, será ético y profesional que un columnista haga lo mismo? ¿Podría un periodista llamarse comunicador cuando en lugar de tratar de comprender la sociedad desde un punto de vista equilibrado, no ve más que por un solo ojo, se obsesiona en propagar sus concepciones particulares y sus odios acendrados, se compromete con determinados círculos sociales, económicos o políticos, o trabaja en pro de difundir los intereses del medio que le paga?.

 

Es explicable sí, que en un país tan conflictivo como el nuestro los términos medios se acabaran, que las extremas nos hincaran a sus pies, que no haya más alternativas distintas al bien o al mal, que el blanco odie al negro, que el rico oprima al pobre; que quien no sea paramilitar sea por fuerza guerrillero y hasta que quien no admire a Petro en consecuencia sea godo;  pero que sean los columnistas de este país quienes nos polarizaran buscando obnubilarnos con sus rencillas, cuando su verdadera función es ayudarnos a entender nuestra propia naturaleza informándonos con objetividad, mesura y equilibrio? Ahí si estamos ya jodidos con nuestro pensamiento enajenado en poder de los reyecitos de la comunicación.

 

Tan noticiosa como la puede ser aquella información  que destaca que fue el perro quien verdaderamente  mordió al niño, fuera poder leer algún día que Caballero reconoció que el capitalismo que odia podría reducir la pobreza tal como lo ha hecho en los EEUU, que Maria Jimena encontró siquiera alguna cosa buena en nuestras fuerzas armadas que detesta, que Cepeda aceptó algún esfuerzo del establecimiento por reducir los conflictos o le reconoció alguna virtud a Uribe a quien no puede ver ni en pintura, que Valencia entendió que la política de seguridad es una necesidad general y  no una proclama política en búsqueda de la tranquilidad de la oligarquía, que el Dr Fernando Hoyos admitió que reducir las diferencias sociales no es un embeleco de la izquierda que aborrece, que José Obdulio encontró entre sus textos alguna defección de Uribe a quien idolatra y que Coronel dio espacio en sus columnas a la defensa de sus virulentamente atacados.

 

No soy autoridad en la materia ni en ninguna otra que se le parezca como para invitar a los columnistas del país a demostrar su profesionalismo, pero como lector, sí exijo respeto con el pensamiento libre, mesurado y equilibrado.

Ejerciendo mi derecho a estar bien informado, demando y  reto públicamente al Sr Daniel Coronel a que  dé cabida en sus mismas columnas, como creo yo debe ser lo justo y lo ético, a las explicaciones muy claras que la Señora de Arias ofrece en el asunto de la compra de su apartamento. No puede ser que este Sr con sus ataques atrabiliarios y desmedidos  se introduzca tan impunemente en la privacidad ajena y arremeta tan alevemente contra quien no tiene el mismo poder de defensa.

 

Si este país no reglamenta el hecho de que quien es atacado en su honra, tenga el mismo espacio y la misma difusión para exponer el otro ojo allí mismo en donde se le deshonra sin tener que recurrir a una justicia coja como la nuestra, nunca podrá encontrar la paz y vivirá por siempre sumergido en la locura de su violencia. Puede usted Sr Coronel investigarme y sólo encontrará en mi a un ciudadano de clase media que jamás ha hecho parte de la política< que entre otras cosas detesto>, que no conozco ni tengo familiaridad alguna con el Sr Andrés Felipe Arias y que no tengo compromisos ideológicos ni económicos con fuente alguna. No pierda el tiempo ni su capacidad investigativa conmigo. En mí sólo encontrará un ciudadano preocupado por lo que pasa en su país, tanto que he llegado a  pensar que. “Por muy liberal y popular que sea la loquita de la comunicación, si no queremos que nos enloquezca a todos por desquiciada y falta de auto control, llegará el momento en que alguien encontrará  la forma de atarla”.