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LA CRISIS DE LA INSTITUCIONALIDAD COLOMBIANA

Semana
6 de julio de 2012

Existe una disfuncionalidad de las instituciones en Colombia. El trípode de poderes sobre los cuales está configurado la supe-estructura del estado está en grave crisis: La justicia no funciona, el congreso no es representativo, sobra decir que su credulidad está en cero y el ejecutivo no ejecuta.  Más grave aún, la política está en un grado de desprestigio tal, que atenta contra la misma democracia. El primer efecto una abstención galopante que la deslegitima y le abre la posibilidad a populismos y dictaduras que de darse, serían nefastas para el país. Es cierto lo que indica Oscar Collazos en su última columna, hay gobernantes elegidos tan solo con el 18 % de la votación, desafortunamente por las mismas maquinarias que detentan el poder desde hace tiempo.

A esto se suma el hecho, que el poder a lo largo de la geografía nacional está fraccionado en micro-poderes y es usufructuado por verdaderas sanguijuelas. Las elecciones las vienen ganando los mismos desde hace mucho tiempo,  Los contratos por lo tanto  en los municipios y en la propia nación tienen nombre propio, los puestos públicos no se entregan por meritos sino plegados a intereses particulares,  vicios que igualmente están enquistados en casi  todas las formas de relación con el estado, se dan inclusive en las orbitas más bajas: líderes comunales, presidentes de juntas comunales, presupuesto participativos.

Esto implica que el camino para la imposición de imposturas está dado: de derecha o de izquierda.  Hay municipios que parecen no tener salida, se los tomaron grupos políticos desde hace años y los han convertido en sus feudos particulares. Colombia tiene gente muy valiosa trabajando en pro de la democracia: ONG, grupos independientes, jóvenes,  universidades y movimientos políticos nuevos, estos no tienen mayor incidencia a pesar de la importancia de lo que están sembrando. Cómo salir, hacerse oír, que debemos hacer para generar niveles de participación más altos que depuren las costumbres políticas, son los interrogantes que nos asaltan con preocupación.

Lo sucedido en el congreso de la república con la reforma de la justicia es muy grave. No lo han entendido los propios congresistas, que pretenden tapar el sol con las manos. No lo han entendido el presidente, menos las cortes, que nunca habían quedado tan mal como ahora y no lo ha entendido el colectivo social que parece no interesarle nada, a pesar que todo lo afecta. A este oscuro panorama se le suma una juventud des-interesada totalmente de los procesos políticos. Conectada a las redes pero realmente escéptica de su clase dirigente, sus preocupaciones no pasan más allá de su propio entorno, lo importante soy yo, el resto no existe.

Al presidente hay que recordarle que le llegó la hora de las ejecutorias. Hay situaciones que generan interrogantes muy serios. Qué pasó con el dinero recogido por la ola invernal hace dos años, donde están las obras, peor donde está la plata, cual es el balance. Nadie sabe nada, ni el mismo Doctor Jorge Londoño, director de la oficina creada para direccionar la crisis,  no volvió aparecer. Este solo ejemplo, nos dice de la necesidad de pasar de la retorica a los hechos. Señores estamos muy graves.