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LA REFORMA A LA JUSTICIA HARA DE NOSOTROS UNA SOCIEDAD INDESEABLE

Semana
23 de junio de 2012

A propósito de la reforma a la justicia del gobierno Santos, le preguntamos a un columnista de medios escritos de la región Caribe, su opinión sobre el tema:

 

¿Qué piensa?

Imagínense a los criminales creando y aprobando leyes a su antojo y medida. Por supuesto, ya lo habían intentado otros antes y la historia lo ha codificado en su memoria de olvido. Desaparecería el crimen y las cárceles como una forma de amparar su vida presente y futura. Ahora, no imagine, sino que constate que los actuales congresistas de Colombia, a través de la reforma a la justicia, y con la aquiescencia del gobierno Santos, ha terminado apalancando lo que hace veinte años parecía imposible: crear un fuero especial para evitar que los honorables congresista de esta república maltrecha y malhadada, después de delinquir, fueran condenados por los delitos cometidos.

 

¿Qué se crea con esta reforma a la justicia?

Con la actual reforma a la justicia se crea un sistema institucional para criminales de cuello blanco y criminales comunes. Para los primeros no habrá justicia que los juzgue y condene, para los segundos que se sigan pudriendo. Es un sistema de privilegios torcidos, criminales, que abre y cierra el cerrojo del cinismo, la desvergüenza, la impunidad, el  ábrete tierra y trágame…

 

Hay desconcierto…

Lo desconcertante, por decirlo de alguna forma - porque el poder oligárquico hace lo que le venga en gana, ya está demostrado hasta la saciedad - es la pretensión del presidente Santos de pasar a la historia como el presidente de la paz. Mientras hace que se aprueben las Leyes de tierra y de víctimas, también aprueba la reforma a la justicia, que contradice sus pretensiones de presidente de la paz. Paz con impunidad, es una manera de decir que todo es una mentira gigante como una iglesia.

 

Mentira…

Todo ha sido mediático. La creación de cien mil casas, mientras Gramalote sigue desperdigado en alguna parte del territorio, porque las promesas de Santos de reconstruir la ciudad, fueron otro discurso más del poder mediático, heredado del uribismo. Incluya el problema de la salud en este paquete y otros que se me escapan en este momento y concluirá sin esperanzas.

 

Pero la reforma es antiutópica…

 

 Si, la reforma a la justicia es una distopía, porque crea un régimen para criminales de cuello blanco, una sociedad indeseable. Y lo más increíble es que una reforma contrarrevolucionaria.

 

 Será una nación del mal…

 

En algún lugar de la tierra del misterio, los muertos ilustres del país y los vivos deben estar conversando desconsolados. Pero esta es la nación del mal, aquella que Pablo Escobar despertó de su letargo, en su afán por alcanzar algún tipo de poder, y esto nos sigue ocurriendo estemos en el rol que estemos, no importa que se llame gobierno o empresa privada, congreso de la república o Corte constitucional u otra cosa. No sé qué nos falta para alcanzar el absoluto de la maldad, aunque en otras circunstancias históricas ya lo tocamos con el paramilitarismo y el mismo Pablo Escobar. Aquí, sin embargo, lo increíble es que sea la misma institucionalidad la que sobrepase la raya del dolor, la dignidad y la vergüenza de estado.

 

¿Confirma la gran mentira del estado democrático colombiano?

 

Pero en esta historia reciente y calientica, ha saltado la barda la gran mentira de la democracia colombiana, trocada hoy en el privilegio de una minoría poderosa que ha hecho de Colombia un basurero de hombres corruptos, enfermos mentales, criminales de todas las raleas. Se confirma que somos una sociedad mentalmente enferma, de gentes sin escrúpulos, cínica.

 

¿Estamos aprendiendo a ser desesperanzados?

 

Bueno, nos ha tocado observar como la desesperanza se aprende y forma parte de la experiencia profunda del colombiano; estoy hablando de ese mundo sin destino donde las ganas de vivir se mueren todos los días en las puertas de los hospitales, en el reclamo de las tierras arrancadas violentamente, en el crimen sicarial, en los niños sin escuelas, en los privilegios de los que mandan, en el gran negocio de la salud, en el congreso de la república… porque no hay nada que nos amarre colectivamente al camino de la justicia social, la compasión, la solidaridad, la cooperación…

 

¿Con que palabra designa esta realidad?

 

Existe una palabra que la literatura rescató para vomitar todo el dolor de la tierra, una palabra mágica, que en boca del coronel de Gabriel García Márquez conjuró la vocinglería, la beatería, la moralidad de las palabras, en fin, toda una sustancia literaria para el desahogo: Mierda. Sí, definitivamente este es un país de mierda.