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Las lecturas de Simón Gaviria

Semana
28 de junio de 2012

 

 

Del reciente escándalo de la cacareada y mal concebida reforma a la justicia, salta un tema que no debe pasar de agache para los lectores de prensa nacional: las declaraciones escandalosas del presidente de la Cámara de Representantes, Simón Gaviria: su confesión descarada de no haber leído el articulado total de la reforma a la justicia. “La leí por encima”, fue lo que dijo.

 

Además de esta negligencia política, grave para él y para el país, está su desgarbado placer por la lectura, a pesar de ser un hijo privilegiado del sistema, pues ha estudiado en los mejores colegios y universidades del país y quizá del mundo. Sin embargo, esto no es óbice para que entre a formar parte de la masa de los trece millones de colombianos que escasamente leen un libro al año. No puedo dejar de pensar en los casi dos millones de analfabetas de la nación.

 

La lectura está relacionada profundamente con el placer, con la vida, con lo que hacemos, lo que refleja la falta de vitalidad del hijo del expresidente Gaviria. Se parece bastante al ciudadano moderno, ligero, efímero, light del mundo kunderiano  -“La leí por encima” -  de ese ciudadano medio comprometido con lo que hace. Es una manera de salir del paso, no importa quien quede afectado por su actuación. De esta clase de individuos hay miles en las empresas y en las universidades. Es el estilo de la modernidad, la estructura-base de la personalidad social del colombiano.   

 

Sí un hombre como él no es disciplinado y apasionado por la lectura y lo que hace, entonces qué podemos esperar del ciudadano medio, que no tiene los estándares de exigencias ni las calidades que exigen las empresas en el mundo. Esto simplemente significa que estamos en serios problemas como nación. Las renuncias de varios profesores universitarios por las dificultades de lectura y redacción de los estudiantes, terminan cogiéndose de las manos con lo que ha destapado el honorable representante a la Cámara, Simón Gaviria.

 

Recuerdo aquella ocasión en la que Belisario Betancourt, el expresidente del Palacio de Justicia, confesó que escasamente dormía cuatro horas por el volumen de lecturas y responsabilidades que tenía que realizar. Pues estas no eran menores a su vocación de servicio, a su talante de hombre intelectual. Escuchar a Simón Gaviria nos pone los pelos de punta, porque sabemos y reconocemos que la nación está en manos de hombres sin escrúpulos, débiles moralmente, pocos comprometidos con las responsabilidades y las honorabilidades que les exige el cargo. Su cinismo raya en la estupidez cultural de una sociedad que no se hace las preguntas de rigor y termina eligiendo a sus verdugos.   

 

Pedro Conrado Cúdriz. PECOCUD.