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No me gusta Steve Jobs

Semana
9 de marzo de 2012

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Hace algunos años la mayoría de la gente que uno conocía tenía un PC de alguna u otra marca, un Dell, un Hewlett Packard, un Sony y todos trabajábamos con el sistema de Windows y el paquete que lo comprende. Y había unos pocos amigos que tenían un mac y se las daban de más inteligentes, nerds, en todo caso más listos que la gran mayoría que no usaba el sistema Apple. Yo nunca entendí por qué  los consumidores de Apple se las daban de listos pues al final su uso era muchísimo más sencillo que los laberintos por donde a veces nos metían las cascadas de ventanas de Microsoft.

 

Bueno, sea lo que sea, todo eso es tiempo pasado. Como bien sabemos, las cosas en asuntos de software van tan rápido que cuando uno habla de algo que se hacía o se tenía hace tres o cuatro años parece un tiempo muy remoto. La salida al mercado en primer lugar del iPod, y luego del iPhone y del iPad ha cambiado en un lapso relativamente corto de tiempo esta relación.  Todo el mundo se ha ido pasando a Apple, ya nadie te toma por un nerd si tienes un macBook, y si no fuera porque la diferencia en precio entre cualquier criatura de Apple y el de las otros empresas es tan notoria, estas últimas ya habrían quebrado. Bueno, exagero un poco. Las ventas de los productos Apple se han disparado en el mundo a tal punto que no es raro suponer que los de la competencia han disminuido.

 

El otro día caminando por un sitio muy céntrico de Ámsterdam de repente escuché un enorme ruido de voces y de gente amontonada en una esquina. ¿Qué estaba pasando? Me acerqué con gran curiosidad. Había una fila triple de gente usando estos separadores de líneas que se usan en los aeropuertos cuando mucha gente al mismo tiempo tiene que pasar la aduana o pasar el control de los objetos de mano. ¿Habría algún espectáculo? ¿Se estaría presentando Lady Gaga? ¿Estaban regalando algo? Nada de eso. Era la inauguración de una enorme tienda de Apple en el centro de Ámsterdam y la gente hacía cola para entrar… ¡a comprar!

 

No lo quería creer. La gente hacía cola para ser ellos los primeros en entrar a ver la nueva tienda de Steve Jobs -que en paz descanse- y ser ellos los primeros en admirar y ensayar y manipular y comprar allí sus preciosos y prodigiosos productos. ¿Están regalando los modelos viejos del iPhone? Le pregunté a uno de los chicos vestidos de azul que servían de guía a la entrada de la tienda. Se rió. Este video que alguien subió a Youtube da una buena idea del ambiente que había en el lugar. Ver el video 

 

Después de la ola emocional que desencadenó la muerte de Steve Jobs en el mundo, ahora lo creo todo. A qué grado de insensatez habremos llegado los seres humanos de los tiempos que corren que la gente se va a hacer fila para que le vendan a un precio altísimo productos de un determinado logo. En tiempos de escasez de alimentos la gente hace fila para comprar la leche, el pan. Pero no hay precisamente escasez de computadores y de teléfonos móviles en el mundo de hoy. Entonces, ¡por qué hacer semejante cola! He titulado esta nota “No me gusta Steve Jobs” pero no es verdad. Los que no me gustan en realidad son los que gustan de Steve Jobs.  Jobs al fin de cuenta no era sino un CEO que hacía bien su trabajo. Pero esta creciente masa de individuos (en su mayoría jóvenes, aunque no todos) enamorados de Jobs y su empresa con su manzana mordida y sus impecables diseños resulta patética.

 

Yo no cuestiono el confort en el uso de un iPad. Es práctico. Multifacético. Fácil. Estético. Una obra maestra de ingeniería. Yo sé que puedes llegar a encariñarte con un objeto si éste, además de que te gusta por su aspecto, te presta un enorme servicio y fuera de eso casi ni lo notas en el maletín por su escaso peso y volumen. Pero que el 'amor' por tu mac o por tu iPad haya trascendido los límites del mero objeto transformándose en una pasión ciega por el logo y todo lo que representa (una gigantesca maquinaria comercial), entonces estamos frente a un caso de histeria colectiva que nos deja perplejos a quienes nunca logró seducirnos la cara de Mr. Jobs.

 

Sobre las condiciones de trabajo de la planta Apple de Chengdu en el sur de China, el New York Times publicó hace unas semanas un artículo revelador: los empleados chinos de una de las compañías más ricas y poderosas trabajan en condiciones abominables. “Los empleados trabajan demasiadas horas extra, en algunos casos, siete días a la semana, y viven en dormitorios atestados. Algunos dicen que deben permanecer tanto tiempo de pie que se les hinchan las piernas y casi no pueden caminar”. Capitalismo al estilo chino: trabajo duro y disciplina. 

 

Estas condiciones de trabajo son inaceptables en cualquier país occidental. ¿No deberían obligar a las empresas occidentales que se trasladan al Asia o a países del llamado mundo en desarrollo a aplicar en esas filiales las mismas normas que les exigen aplicar en sus países de origen? Para frenar el número de suicidios de los empleados chinos de Apple que se lanzaban desesperados por las ventanas del edificio, la empresa mandó a poner unas mallas para evitar la caída. Vean esto

 

Para Apple resulta más beneficioso desde todo punto de vista tener una planta en China que en los Estados Unidos. Los chinos son mucho más baratos, y aceptan condiciones que un empleado estadounidense no aceptaría. (Al menos por ahora). Como comenta también el NYT en su artículo, cuando Steve Jobs dijo que quería una pantalla de vidrio para el iPhone que no pudiera rayarse y que la quería en “seis semanas”, un ejecutivo abandonó la reunión y reservó un vuelo a China. Si el señor Jobs la quería perfecta y en corto tiempo, no había otro sitio a donde ir.

 

Es cierto que Apple no es la única compañía de electrónica que realiza este tipo de prácticas. Todas hacen lo mismo, la diferencia es que con las otras, los consumidores de esos productos no andan por ahí enamorados del CEO de Dell ni de la nueva tableta de Sony. Según las críticas el nuevo iPad que saldrá al mercado el 16 de marzo, no trae ‘cambios revolucionarios’ con respecto al modelo anterior. No importa. De todos modos ese día la gente hará feliz la fila frente a la entrada de las tiendas Apple para adquirir la nueva joya. Nadie pensará en los chinos que trabajaron como robots de carne y hueso  para que la lujosa tableta estuviera lista a tiempo en las mesas de venta de las tiendas.

 

Amira Armenta