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NOS QUIEREN DISUADIR

Semana
3 de diciembre de 2011

He leído con asombro que la ex senadora Piedad Córdoba en público ha cuestionado la identidad de las personas que dieron de baja a los cuatro miembros de las Fuerzas Militares que se encontraban en poder de las FARC desde hace aproximadamente 13 años. Declaraciones en ese sentido no deberían causarnos tanta conmoción máxime cuando durante la última década ése ha sido su estilo y hasta más no poder ha exhibido su empatía con los medios que ese grupo insurgente emplea para defender una ideología socialista que al día de hoy -creo que en eso todos coincidimos- se ha desdibujado notoriamente.

 

Lo que sí debería asombrarnos, y sembrar además sentimientos de rechazo o censura es que la exparlamentaria dubite ante una realidad que se le ha presentado al país en medio de probanzas que apuntan a reafirmar la “hipótesis” que desde el principio se nos planteó acerca de lo sucedido; hipótesis según la cual estos integrantes de la fuerza pública fueron asesinados a mansalva en medio del fuego cruzado que se inició entre el Frente 63 de esa organización criminal y el Ejército Nacional.

 

De cara a esa situación el análisis que se proponga frente a lo que en realidad ocurrió el 26 de noviembre en zona rural de Solano (Caquetá) no debe partir de la defensa absoluta de las versiones ofrecidas por el Gobierno Nacional, tampoco debe tratar de otorgarle ex ante plena certeza a las explicaciones vertidas por el Presidente de la República y el Ministro de Defensa, y no debería concluir en afirmaciones que no cuenten con un respaldo probatorio sólido que permita sustentar cualquier discusión que se genere al ser sometida a la valoración crítica de los medios de opinión y la población en general.  

 

Frente a este controvertido hecho, a lo que debe apostársele es a hacer un análisis crítico y reflexivo en torno a la intervención de una persona que en dos oportunidades recientes -recuérdese aquella que realizó en La Plaza de Bolívar en medio de la marcha estudiantil que abogaba por el retiro del proyecto de reforma a la educación superior- ha salido a dar discursos proselitistas que no han hecho más que atizar la sensación de incomodidad y desagrado de muchos Colombianos que se duelen de tan atroces manifestaciones de violencia.

 

Seguramente a la entrevistada por Julio Sánchez Cristo en La W no se le olvidó que hace menos de 5 días el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses reportó con detalle todo cuanto concernía a los hallazgos registrados en los cuerpos sin vida de los uniformados dados de baja por la organización subversiva que defiende, enfatizando puntualmente que éstos recibieron tiros de gracia en espalda o cabeza, y a menos de metro y medio de distancia. Si su discurso fuera menos sesgado es probable que hubiera reconocido -o por lo menos no convertido en tema de controversia- que en consideración a los resultados plasmados en los informes de necropsia levantados por los médicos adscritos a dicho instituto, la muerte de estos “héroes de la patria” fue producto del fusilamiento ejecutado por integrantes del frente guerrillero que los tenía retenidos.

 

Pero no, aunque la ex senadora probablemente no echa de menos esa información, ha decidido ignorarla al punto de atreverse a reconstruir lo sucedido y resaltar la existencia de una supuesta confusión que, a juzgar por los polémicos comentarios que han circulado por la red sobre este asunto, sobrevive únicamente en su mundo. Puede ser que no se trate más que de alguna estrategia que haya decidido poner en marcha para intentar calmar los ánimos de un pueblo que al unísono ha sentado su voz de protesta ante los acontecimientos más recientes y mostrado su repudio a la empresa criminal construida por las Farc.  

 

Unirse a las manifestaciones del 6 de diciembre es un deber que atañe no a quienes desean o esperan tener una Colombia en paz -los últimos golpes que el Ejecutivo le ha asestado al grupo insurgente sólo lo han debilitado militarmente y replegado a zonas lejanas de la geografía nacional- sino a quienes se oponen, se indignan y se conduelen de la serie de actos contra los Derechos Humanos ejecutados por esa organización. La tragedia del secuestro, genocidio, desaparición forzada, extorsión, entre otras formas de violencia, se permea a diario en los hogares colombianos sin discriminar condición de tipo alguno o estrato socio económico y genera los estragos más devastadores en esta sociedad.

 

No hay que dejarse disuadir ni caer en la inseguridad que pretende sembrar la líder de Colombianos y Colombianas por la paz, hay que elevar nuestras voces de protesta porque como dice el Coordinador de Incidencia Política de la Fundación Nuevo Arco Iris Luis Eduardo Celis “no basta con repudiar a las Farc”.