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NOTA SOBRE LA SERIE “ESCOBAR, EL PATRÓN DEL MAL”

Semana
19 de junio de 2012

Los realizadores de la serie “Escobar, el Patrón del Mal” la han publicitado con el mensaje: las nuevas generaciones deben conocer la historia para que esta no se repita; el asunto es que no hemos podido  salir de ella. Sin lugar a dudas, con el bajo nivel de calidad de nuestro sistema educativo, sectores de nuestra juventud no conocen la historia política de Colombia, ni la más reciente y ni la más remota, y la serie –con una magnifica producción audiovisual- puede contribuir a que no se pierda de la memoria social la labor de los actores políticos y de los medios de información que impidieron, de manera heroica,  que un señor como Pablo Escobar y sus asociados hubiesen, personalmente, llegado más lejos en  la vida política nacional. Sin embargo, a la historia de la televisión los defectos que se le pueden encontrar se centran más que en su contenido en los relatos que no contará.

 

Cuando en las sociedades se analizan aspectos traumáticos de su devenir surgen las preguntas: ¿Cómo pasó esto? o ¿Cómo se permitió que pasara? Interrogantes que pretenden encontrar una respuesta al origen del mal. La serie cuenta las anécdotas delincuenciales del joven  Escobar, cargándole la mano a la educación de la mamá como fuente de la inspiración de su rebusque económico alternativo, dejando un vacío grande entre el delincuente que ha ganado vuelo y el organizador del llamado Cartel de Medellín. Este vacío no debe quedar así. Esa transformación de la empresa criminal de Escobar para llegar a dominar el mercado de la coca en EE.UU. -con decenas de aeronaves volando por el territorio nacional  sin ser “detectadas”, muchas de ellas con papeles legales- no la hizo solo con sus compinches cercanos, debió contar con apoyos políticos y de organismos de seguridad importantes – máxime cuando en la serie se muestra a un Escobar implacable, con determinación para cumplir con sus metas, astuto pero con un corto pensamiento estratégico- que desde las instituciones permitieron la creación de tamaña empresa criminal. ¿Qué papel jugaron los directivos de la Aerocivil, DAS, Ministerios de Gobierno, Defensa y Justicia de esa época en el desarrollo del Cartel? La serie no dio las respuestas.

 

La guerra en contra del Estado colombiano con un gran efecto colateral. Muy seguramente la serie de la televisión se quedará en los lamentables sucesos de los asesinatos del ministro  Lara Bonilla, del periodista Guillermo Cano, del candidato Luis Carlos Galán y quizás de otros mártires de esa lucha desigual entre un estamento débil y corrupto y la empresa criminal más poderosa del mundo de ese entonces. No se apreciará seguramente el efecto estratégico en materia de seguridad que tuvo sus consecuencias importantes en la década de los noventa. En efecto, desde el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla, en 1984, el estado colombiano fue objeto de una arremetida feroz por parte del Cartel que llevó a que, por casi una década, el objetivo de seguridad número uno fuese su desarticulación  y la neutralización del Patrón; mientras que en el sur del país un enemigo del Estado, silenciosamente, se fortalecía política, económica y militarmente: las FARC. Cuando en el estamento oficial pasó la euforia al ver la imagen del cadáver de Escobar, abatido en el techo de una casa de Medellín, encontró una realidad dura: las FARC se habían convertido en un enemigo poderoso frente al cual el Estado no se encontraba lo suficientemente preparado para combatir y la configuración para tal desafío costó algo más de un lustro en alcanzar y otro tanto para lograr su eficacia.

 

La supervivencia de la estructura del Cartel. La muerte de Escobar no significó la muerte del Cartel, solo la desaparición de una vertiente del mismo, la  terrorista. Un sector, en plena guerra de Escobar en contra del Estado, en el lenguaje del Padrino, entendió que las acciones de Escobar afectaban el negocio y se aliaron con sectores del Estado para luchar en contra del enemigo común, a cambio de beneficios judiciales, entre otros, que, finalmente, contribuyeron a la prosperidad de los negocios. La infraestructura criminal  encontró una renovación en sus dirigentes por la desaparición física de algunos de ellos, ocasionando la movilidad en los mandos bajos y medios hacia el vórtice de la pirámide, así sicarios al servicio de Escobar pasaron a la jefatura de la Oficina de Envigado, por poner un ejemplo emblemático que sigue haciendo presencia activa no solo en la capital de la montaña, además de otros sitios del país. De tal suerte que la actividad criminal y el negocio de la droga para el Cartel de Medellín reconfigurado ha seguido su curso. ¿La serie lo recreará?

 

Finalmente, la serie no mostrará la proyección de los “intelectuales y empresarios orgánicos” del Cartel que han influido y hecho presencia en nuestro panorama político desde esa época. Existen personajes, vivos y muertos, que no encontraron actores para su interpretación en la serie de televisión, no veremos las actuaciones de los que articularon política y económicamente al Cartel y lograron insertar en la legalidad  algunas de sus estructuras.   En el documento de inteligencia del gobierno de los EE. UU., desclasificado en el 2004, titulado: “1991 intelligence report from U.S. Defense Intelligence Agency (DIA) officials in Colombia”, se señalan los perfiles de los miembros de las estructuras de narcotraficantes colombianas de la época, allí un político, hoy  muy poderoso, fue asociado al Cartel de Medellín, con su correspondiente número de lista, y que hoy continúa luchando para mantener su poder. Estas relaciones, para escribir el capítulo desconocido del Cartel de Medellín, están empezando a ser develadas en los EE.UU. y hoy tienen al general de la policía (R) Mauricio Santoyo a punto de responder ante la justicia norteamericana por sus relaciones con el Cartel. Por lo visto más sorpresas vienen.

 

Entonces, el significante del Cartel de Medellín supera a la mera figura de Escobar, su influencia aún se proyecta en la sociedad, la cultura que generó en algunas capas sociales sigue latente y las proyecciones políticas han, de alguna manera, moldeado algunas de nuestras instituciones. No hemos roto esa historia. Esperemos que una productora independiente pueda contar la verdadera historia del Cartel, para que contribuya a que los lazos de la historia con él se rompan.