Home

Expertos

Artículo

Petro, un fenómeno que El Tiempo no entiende

Semana
4 de octubre de 2011

 ?

Por Mario López

 

Ya son varias las editoriales del diario del grupo Planeta en donde les pide encarecidamente (no confundir con descaradamente) a los lectores que miren para cualquier lado pero menos para donde el candidato de Progresistas.

 

El poderoso diario ha hecho todo lo posible, con báculo en mano, para orientar a la grey y ha emprendido una cruzada para advertir a los ciudadanos sobre los riesgos de “caer en la improvisación”. Le reconoce a Petro sus méritos pero lo hace recordando su pasado guerrillero, la reciente camiseta del Polo y la foto con Iván Moreno.

 

El candidato de El Tiempo, casa periodística acostumbrada a quitar y poner funcionarios a su imagen y semejanza, es Peñalosa,  pero ante el derrumbe del candidato Verde ahora hace todo lo posible por inflar a Parody luego de la entelequia de Mockus.

 

Y está bien que todo medio en su línea editorial manifieste preferencias,  aunque lo de El Tiempo se relaciona más con una vocación litúrgica propia de las comunidades monacales,  que el papel de un medio de comunicación por contribuir en el enriquecimiento de la opinión y de la debida libertad de prensa que tanto se pregona.  Lo que no está bien es que el espacio indicado para el registro noticioso sea una extensión mecánica del deseo del editorialista.

 

Bien lo decía Vladdo: “Si Peñalosa le saca 4 puntos a Petro es noticia de primera plana, pero si es Petro quien le saca 9 puntos entonces va en páginas interiores”.

 

No ha contado Petro en esta campaña hacia la alcaldía, salvo honrosas excepciones (sobre todo en los medios virtuales),  con medios equilibrados o responsables con el pulso de la coyuntura. El joven político ha tenido sí que acusar mandobles de todo lado. No basta con los ataques de la izquierda radical agrupada en el Polo, que logró volver al control de la trinchera que había perdido en los últimos años. Ni tampoco de la guerra sucia vía cuñas de radio o  rumores propalados en todo tipo de muros. Hasta los intelectuales tipo Héctor Abad en un inexplicable ataque de ignorancia ha dicho que elegir a Petro es votar por Chávez; que lo diga el Malpensante Andrés Hoyos, se entiende por su fervor por la monarquía, pero que lo sostenga el hijo del inmolado maestro Abad Gómez no pasa de ser un disparate apenas lambón. Ni que decir de la reacción de la derecha tradicional hoy en trance de limpiarse el condimento uribista en el cual se enlodó en la última década.

 

Tampoco ha tenido Petro recursos económicos; es la campaña más austera de cuantas se han visto en los últimos periodos en Bogotá. No ha habido ni para cuñas ni para afiches. Y sus muchachos en los barrios hacen lo imaginable por visibilizarse en la competencia edicial. Tanto que las premuras por recoger firmas dejo a Progresistas sin listas en 4 localidades, dentro de ellas 2 de las de mayor movilidad electoral.

 

Lo que no entiende El Tiempo es que Bogotá es una plaza sui géneris respecto del cuerpo de la nación.  Eso tampoco lo comprendió Peñalosa que teniendo todo para ganar permitió que se le fuera Mockus y a cambio se

encartó con Uribe; y ya en el desespero, hasta canjeó a Héctor Riveros por J. J. Rendón, el pontífice de la chapucería.

 

Intentar explicar lo particular del comportamiento electoral de los bogotanos merece otro artículo. Por lo pronto digamos que lo que reflejan las encuestas es un reconocimiento del público a la temeridad de Petro. Ninguno de quienes compiten con él tuvieron las razones políticas o ideológicas para poner en el centro de la atención pública el embrujo paramilitar y la corrupción que agobia a millones de colombianos. La gente premia en el exsenador su arrojo y sentido ético.

 

Y quienes no lo conocen deben saber que entre más solo Petro, más se crece. Es un hombre tímido, incluso solitario,  pero que cuando está en la baranda y el público pide la salida de los leones para deleite del emperador, el político orense es capaz de poner a su merced a la masa a base de inteligencia y brillantez.  

 

Bogotá, octubre de 2011