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PETRO Y SU LIDIA.

Semana
2 de febrero de 2012

Existen unas amenazas al éxito de la gestión de Gustavo Petro como Alcalde de Bogotá que se podrían clasificar como internas y externas. En las primeras podríamos incluir alguna como, por ejemplo,  la aparente incoherencia del discurso con la acción; pero me ocuparé hoy de las externas, ajenas a su control, por considerar que pueden incidir con una mayor fuerza en los resultados de su administración.  

En 1933, el entonces presidente estadunidense Franklin Delano Roosvelt, en su primer periodo, ante la gravedad de la recesión y el paro económico que atravesaba su país en los primeros cien días de su gobierno implementó las reformas estructurales que, bajo el nombre del New Deal, lograron iniciar la recuperación de la economía norteamericana, no sin generar duras controversias. De ahí surgió la costumbre, en buena parte de las democracias del hemisferio occidental, de evaluar a los mandatarios a los primeros cien días de su posesión, asumiendo que esos primeros días marcan lo que será el resultado de su gestión.

El alcalde Petro no ha gozado del periodo de espera del centenar de días para que las críticas le empezaran a llover. Apenas lleva casi treinta días y los candidatos perdedores, Peñalosa y Parody, salieron a emitir por los medios  de comunicación sus críticas. Con esta oposición tan temprana lo que logran es alargar el debate electoral sin entender que sus propuestas fueron derrotadas por un sector, relativamente, mayoritario de ciudadanos que escogió un modelo de ciudad distinto al que ellos infructuosamente impulsaron. Por lo tanto sus tempranas críticas no pueden interpretarse en forma distinta a la de los malos perdedores; además dejan la impresión que el interés por el bienestar de la ciudad no es genuino en ellos y “pelan el cobre” del político egoísta que le apuesta a que a su adversario le vaya mal para luego reclamar la validez de su discurso.

Un sector de la clase política y empresarial del país está pensando que el éxito del alcalde Petro llevaría a que sus posibilidades de alcanzar la Presidencia de la República se elevasen de tal manera que, en  el año dos mil diez y ocho, pudiese llegar al llamado “Solio de Bolívar” y, por lo tanto, le está apostando a su fracaso. En Petro está viendo a un nuevo dirigente de izquierda que es capaz de llegar a conquistar el centro político, desafiando el modelo neoliberal imperante, que ha dejado una gran desigualdad en la distribución del ingreso en amplios sectores de la población, y que de seguir dominando condenará a futuras generaciones de colombianos a la pobreza y a encontrar un ecosistema devastado por la insaciable avaricia de las multinacionales de explotación minera  a las que tanto tapete rojo les tendemos en nuestro suelo. Grandes intereses económicos y políticos pueden verse afectados y, por lo tanto, poderosos sectores empresariales han enfilado a los medios de comunicación de sus holdings para que inicien una implacable campaña de oposición; así columnistas con pluma inclinada y marcada en oro escriben con la agudeza sobre los posibles yerros del alcalde (y de una alta funcionario del Estado) siguiendo el guion establecido; perspicacia, curiosamente, que no estuvo presente en las columnas que en el pasado no escribieron sobre los oscuros episodios del régimen uribista y su mentor.

En el Concejo el Alcalde trató de armar una coalición de gobierno y su esfuerzo fue saboteado siendo acusado ante la opinión de clientelista; razón tiene el Secretario de Gobierno Navarro quien se queja de las críticas diciendo, palabras más o menos, que cuando el Presidente Santos conforma una Mesa de Unidad Nacional y entran miembros de los partidos que la constituyen al gobierno este acto es considerado como una hábil, necesaria y estratégica jugada política, pero que si este esfuerzo es en el Distrito, entonces tiene un tratamiento de clientelista. El Cabildo distrital le ha mandado un mensaje al Alcalde: a su lucha contra la corrupción, eligió como presidente de la corporación a un concejal que  estaría presuntamente involucrado con el llamado “Cartel de la Contratación” de Bogotá, en especial en el de la salud. En este frente creo que en pocos meses el Alcalde podría recomponer la situación política en la medida que la Fiscalía actué en contra de los Concejales presumiblemente involucrados en los ilícitos de la contratación de la pasada administración y que hoy hacen parte de la coalición de oposición en el Concejo.

Los bogotanos no podemos permitir un nuevo fracaso en la dirección y en la administración de la ciudad; sin mejor cálculo que el beneficio propio deberíamos apostarle al éxito del Alcalde;  se pueden conformar redes sociales de apoyo a los buenos proyectos que se presenten a examen en el Concejo, en donde pueden ser amenazados por el cerco que los políticos tradicionales de la ciudad le están tendiendo a la administración de la ciudad, para que la sociedad civil ejerza su fuerza democrática y rechace a los indelicados –por decir lo menos- que se atrincheran en las curules.