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SEÑALES DE ESPERANZA.

Semana
20 de marzo de 2012

A pesar de los acontecimientos recientes en materia de orden público, la posibilidad de lograr un acuerdo negociado para que las FARC desmantelen su aparato terrorista parecería estar aumentando. Desde los inicios del actual gobierno el presidente ha sido contundente en manifestar la intención de acabar el conflicto interno en el País, en sus palabras, “por una vía o por la otra”. Pero cuando en lo militar los grandes esfuerzos  no son suficientes, la vía negociada es una opción atractiva.

 

Simbólica fue la manifestación del presidente de la República que en su discurso de posesión, frente a su antecesor de corte militarista, les dijera a los grupos terroristas que la llave del baúl de la negociación estaba en sus manos y que no la había arrojado al mar. El mensaje fue inequívoco: si se dan las condiciones necesarias y suficientes se puede llegar a un acuerdo negociado con ellos. El gobierno ha acompañado el discurso con la prolongación de la estrategia militar que el gobierno anterior había diseñado y desplegado en contra de las FARC, de manera principal: contundentes golpes en contra de la dirigencia insurgente en sus niveles más sensibles; el  abatimiento del “Mono Jojoy” y de Cano están en la línea con  los de Raúl Reyes y otros jefes de mediana jerarquía propinados durante el pasado gobierno. Si los hechos recientes en materia de orden público contradicen la eficacia de la estrategia del gobierno se debe a que, en palabras sencillas, nadie se queda quieto; es decir, a la estrategia del gobierno las FARC responden con un acomodamiento estratégico (http://helvecio-elobservador.blogspot.com/2012/03/el-fracaso-estrategico-de-la-lucha.html). Esta doble acción, militar y política,  es necesaria y complementaria entre sí, hasta el momento, para alcanzar una solución definitiva a nuestro conflicto interno; además le conviene al presidente porque no abandona la luz que el sector militarista le prendió a su santo pero se la puede acercar tanto que lo queme; en otras palabras, ha seguido al pie de la letra la receta que ahora ha perdido su eficacia, si alguna vez en términos reales la tuvo, y por lo tanto tiene que aceptar la aproximación a una nueva que lleve al fin que todos anhelamos.

 

 

Posiblemente, desde el momento del discurso hasta ahora, algunas cosas habrán pasado desapercibidas, estratégicamente ocultas. En la misiva que el jefe de las FARC, alias “Timochenko”, le envió al presidente Santos, a comienzos del año, se pueden leer las siguientes palabras: “Voces cada vez más creíbles y respetables nos confirman formales razones oficiales acerca de la urgencia de hablar”. Esto indicaría que han existido acercamientos del gobierno con esta guerrilla; además, Santos le estaría encomendando inicialmente la vocería del gobierno no a personas carentes de representatividad política,  económica o de jerarquía institucional y quizás estas sería muy cercanas al presidente. Otra conclusión: posiblemente la iniciativa fue del presidente. La carta de Timochenko sería una respuesta a un requerimiento de diálogo, condicionado este, por parte de la subversión,  a que sea sincero y libre de engaños.

 

El 26 de febrero del presente año las FARC anuncian en un comunicado que liberarían a los diez militares y policías que tienen secuestrados, no a los seis que inicialmente habían incluido en la lista; además manifiestan  que proscriben el secuestro de su accionar y expresan que: “Por nuestra parte consideramos que no caben más largas a la posibilidad de entablar conversaciones”. El presidente, en respuesta, declara: “Valoramos el anuncio de las FARC de renunciar al secuestro como un paso importante y necesario pero no suficiente en la dirección correcta”.

 

A los anteriores hechos se les puede agregar la gestión que directamente pudo hacer el presidente en Cuba ante los hermanos Castro, quienes al parecer gozan aún de algún grado de ascendiente sobre la guerrilla colombiana, para encauzar una negociación política con la subversión. Esto explicaría el mensaje de Piedad Córdoba, a través de Twitter, en el que expresaba los deseos para que la gestiones del presidente trajeran buenas noticias en materia de paz al País, precisamente el día de la visita de Santos a la Habana; adicionalmente,  el mismo presidente no ha negado que este tema fue allí discutido.

 

Es triste decirlo, por el injustificado dolor humano que conlleva, pero la demora en la liberación de los militares y policías secuestrados estaría indicando que algo adicional se está negociando. A diferencia de las entregas de secuestrados en el pasado ahora, además del protocolo de las liberación, al proceso se le habrían colgado algunas arandelas de una alcance mayor al humanitario. Quizás se esté buscando encontrar ese paso que las FARC deben dar como condición necesaria y suficiente para entrar a una mesa de negociación. Es factible que en este diálogo entre emisarios hayan surgido malos entendidos en lo que posiblemente se habría acordado.  La solicitud de Piedad Córdoba, en su calidad de vocera de Colombianas y Colombianos por la Paz, de una entrevista directa con el presidente podría ir en la vía de querer aclarar directamente con él los desencuentros. Santos, como buen negociador, sabiendo que el camino es largo se reserva para el final – no quiere repetir la experiencia de Pastrana- la última instancia del proceso.    

 

Se puede observar que existe una etapa de “Toma y Daca” en un proceso de diálogo entre las partes que esperemos que, desde el punto humanitario, tenga un desenlace positivo pronto para que los secuestrados recuperen su libertad y se den los pasos para iniciar formalmente una etapa de negociación que solucione políticamente el conflicto. Parecería que el modelo de negociación sería parecido al proceso de Irlanda del Norte en el cual los presos, del IRA y de sus contradictores en armas, jugaron en él un papel importante.

 

Si bien se observan señales de esperanza las ilusiones se podrían materializar a mediano plazo. Queda un trabajo legislativo por desarrollar que proporcione un marco jurídico para un proceso de paz y adicionalmente los colombianos esperamos los pasos decisivos que deben dar las FARC para que la esperanza de paz se materialice. Pero, en fin, la esperanza es lo último que se pierde.