Tragedia invernal y conciencia social.
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El hombre no puede luchar contra las fuerzas de la
naturaleza; lo que ha hecho es aprovecharse de algunas de ellas en la medida en
que estas no se desbordan y, cuando las fuerzas se desatan en su contra,
minimizar los daños que le pueden causar. Las civilizaciones antiguas
aprendieron a leer el comportamiento natural de su entorno y adaptaron diversos
sistemas y mecanismos que les permitieron actuar en la dirección de las líneas
arriba expuestas.
Los colombianos, a pesar de habitar en uno de los países con mayor
biodiversidad del planeta, contando con una de las mayores fuentes de agua
dulce del mundo, entre otras maravillas, no hemos sabido aprender a vivir con
tamaña riqueza natural y con sus correspondientes potenciales peligros. Esto lo
apreciamos tanto en nuestro comportamiento individual como en el social. Es
como si en nuestro inconsciente residiera el pensamiento: como abunda,
hagamos fiesta.
Nuestro accionar cotidiano merece ser cuestionado. Botamos basura a la calle
sin consideración, así sea un simple papel el que se vaya por el sistema de
alcantarillado en últimas estamos contaminando y contribuyendo a la
sedimentación de algún río. En nuestras casas no clasificamos la basura para
optimizar su procesamiento, que en definitiva afecta al medio ambiente en
general. Estos son algunos ejemplos de nuestra inconsciencia individual que,
multiplicados por miles de ciudadanos que comparten la misma práctica, nos
llevan a deteriorar en forma grave y dramática al ecosistema.
A nivel colectivo. Hemos alterado el curso de los ríos; hemos construido
asentamientos humanos en zonas geológicamente inestables, en algunos casos, y,
en otros, sin atención a la cercanía de ríos que pueden desbordarse con una
crecida; hemos construido trazados de vías que tampoco han atendido
convenientemente a las características de estabilidad (o inestabilidad) de los
terrenos; hemos explotado recursos minerales sin los suficientes controles
medio ambientales; en fin, hemos tenido un comportamiento comunitario irresponsable
frente al ecosistema.
Cuando las tragedias aparecen permiten hacer un ejercicio de reflexión sobre lo
que se pudo haber hecho y no se hizo. Es el caso de la catástrofe invernal que
nos ha afectado en los últimos meses. Desastre que ha afectado a una gran parte
de nuestro territorio y a todas las capas socio económicas. Se han inundado
tanto casas de gente humilde como de gente muy pudiente. La magnitud de este
cataclismo, por lo tanto, nos debería sensibilizar a todos los colombianos en
general.
El primer aspecto de esa reflexión debe tocar nuestra actitud individual. Nos
debería llevar a pensar en ser ciudadanos más responsables en nuestro
comportamiento cotidiano; hacernos conscientes de que somos más que individuos
y que tenemos una responsabilidad para con nuestra sociedad y nuestro entorno,
y hacernos ver que ese comportamiento garantiza, en buena medida, el bienestar
de la sociedad en general.
Desde el punto de vista de lo colectivo, y en especial en el orden político,
esta tragedia ha puesto en evidencia la incompetencia de algunos
"clanes" o mafias electorales que se han tomado a las regiones y los
municipios del país. La falta de previsión; la expedición de licencias de
construcción de urbanizaciones en zonas en las que no se debía otorgar - quizás
ligadas esas decisiones a intereses económicos, directos o indirectos, de los
mandatarios; el manejo politiquero y ladrón que han hecho algunos de eso
burgomaestres de los auxilios otorgados por el gobierno nacional en la ola
invernal de diciembre, entre otras perlas, han desnudado, en forma aberrante,
la corrupción y la incapacidad de esos grupos electorales que, a nivel
regional, imponen sucesores, es decir, manejan reelecciones con interpuestas
personas para continuar con el desfalco y la corrupción del erario público.
Esperemos que, como los afectados no tiene distingo de clase, la indiferencia
política de sectores que no se manifiestan en las elecciones esta vez lo hagan
en octubre y apoyen a listas de partido políticos o de movimientos sociales que
enarbolen banderas de renovación, no solo de caras en los puesto públicos sino
de valores y acciones políticas en favor del bien común, y no de intereses
particulares.
Las instituciones a nivel nacional y regional se deben rediseñar de tal manera
que atienda a los efectos del cambio climático y de la conservación de nuestro
ecosistema. Debemos aprender a ser ecológicamente responsables, tanto en
nuestro accionar individual como en lo colectivo. En este último aspecto
debemos presionar para que el Estado, a través de los sistemas económicos, de
planeación y políticos, se encuentre sensibilizado para la conservación de la
naturaleza, en beneficio de nuestra sociedad y de la humanidad en general,
asumiendo nuestra responsabilidad de habitar uno de los países con la mayor
riqueza natural del planeta.
Bogotá D.C., Colombia. Abril 2011.